Vamos a sumergir la pluma en el tintero de la polémica, que al final, quien escribe lo hace para que lo lean, como diría Umbral. Así que hablemos del aborto.
Ayer por la mañana el asunto en cuestión volvió a ser en el Pleno de las Cortes regionales la bandera sobre la que revindicar ideología. Simplemente. Porque el debate no existe. Existe lo que debes pensar. Y ese pensamiento absolutamente impuesto, define quién eres y, probablemente, si eres de los unos, o los otros.
La socialista Patricia Gómez le increpaba a la bancada popular ayer a cuenta de esta cuestión, que "con ellos en el Gobierno se vuelve a la España en blanco y negro". Son los daños colaterales que ha hecho la serie 'Cuéntame cómo pasó' cuando tras 20 años ya, no tiene nada que contar.
El Partido Popular se mantiene cómodo en la misma orilla sin atreverse a meter siquiera el pie en el meollo del asunto, no sea que se moje demasiado; y Podemos se enfunda el traje de Escarlata O'Hara y amenaza con que no practicar estos abortos en los hospitales públicos es como cuando la mujer tenía que pedir permiso al marido para viajar. Como le pasaba a Merche con Antonio. 'Cuéntame' es ese inofensivo libro de Historia que todo socialista querría poner encima de la mesa de los coles de todos los niños, que llenarían de papeletas rojas las urnas del mañana.
La vida de un no nacido en el vientre de su madre; el drama de miles de adolescentes que se quedan embarazadas sin quererlo, la miseria de una gestante que no llega a fin de mes y viene su cuarto hijo en camino; la violencia psíquica que le produce a un médico el ritual de camilla, herramientas, aspirador y restos de un feto humano en una bolsa y qué dice la ciencia de todo ello, reducido a frases 'estrella' que justifiquen el sueldo dentro del partido y aplausos cargados de bilis. Los buenos y los malos. Los malos y los buenos.
El debate sobre el aborto para unos no debería existir porque es incompatible un derecho sobre la muerte. Para otros no debería existir porque el no nacido es tu bebé sólo si tú lo deseas tener, si no, es un feto sin más. Y los de más allá, no creen en nada, están más a lo suyo.
Lo que 'debe ser' ha ocupado la esfera del 'ser', de lo que cada cosa 'es' per se. Y así, nos echamos encima el abrigo de lo políticamente correcto, para protegernos de la tormenta de enfrentarnos a la presión del grupo. Y a nuestra conciencia.
En cualquier caso, lejos de que pueda llamarse debate a lo de ayer en el Parlamento regional, lo cierto es que es imposible reflexionar de nada y menos en política. Porque el debate exige de intención por entender a la otra parte -a todas- y de un mínimo esfuerzo intelectual.
Entiendo que la izquierda de las lastras e irenes que gobierna este país aspire a que llegue el día de ese aborto libre y gratuito a cualquier edad y en cualquier momento de la gestación, como triunfo absoluto de la libertad. Lo del sobre y los tres días de reflexión, indicando centros de apoyo a la madre embarazada, habría que eliminarlo, no vaya a ser que elijan la vida.
Los mismos que legislan que el abandono de un gato sea delito, te envuelven en ese Matrix donde el minino tiene más derecho a la protección porque ya ha nacido, que el ser humano que por estar aún en el vientre de su madre, no ha nacido todavía.
Aquí lo complicado es determinar si se elimina una vida humana o no y desde qué momento. La ciencia ha ido pronunciándose de diferentes maneras, porque la ciencia también avanza.
Y el verdadero problema radica en si debemos entender la muerte de un no nacido por voluntad de un tercero como algo aceptable. De no ser así, se plantea complicado justificar uno sólo de los casos que contempla la Ley. Porca miseria.
Por otra parte, si abrimos la puerta a convertir los deseos en derechos y nos damos el tiempo suficiente para asimilarlos mentalmente, acabaremos pudiendo aceptar cualquier aberración. Los casos en los que el hombre, en plenas facultades, se sirvió del Derecho para oprimir a otros, darían para largo y tendido.
No hace tanto tiempo, se podían comprar seres humanos como esclavos para trabajar. La Ley lo permitía. El deseo convertido en derecho. ¿El hecho de que lo contemplara la Ley, convertía tal horror en algo aceptable?
Volvamos al aborto: ni siquiera la ciencia tiene claro en qué punto comienza la vida humana. Lo que está claro, es que es humana.
Cuando los campos de Auschwitz, las presas que eran designadas sonderkommandos, obligaban a abortar a las mujeres embarazadas para que pudieran seguir trabajando y tuvieran alguna remota posibilidad de seguir con vida. Les pateaban la tripa hasta que perdían el bebé. Salvaban así la vida a la madre. Esta historia -real- contada a través del cine, nos llena de impotencia, indignación y dolor. Dolor por el dolor ajeno: pobre madre, pobre bebé. Qué bestias. Qué horror.
Sin embargo, si la decisión de acabar con la vida de un bebé es voluntaria, hemos aceptado que deja de ser un bebé. Porque si aceptáramos que es un ser humano, y que decidimos voluntariamente acabar con él, estaríamos ante una de las mayores aberraciones permitidas en la Historia de la Humanidad, como es la eliminación de seres humanos por conveniencia.
Mañana quizá me encuentre una tromba de intolerantes, que como los ciegos en la novela de Saramago, sólo puedan ver la luz blanca de su pensamiento único, exigiendo que me disculpe por comparar a las madres que desgraciadamente no encuentran otra salida ante un embarazo no deseado, con el terror nazi. Todos ellos no habrán entendido nada entonces.
La poderosa ideología, de un lado o de otro, nos engaña y secuestra la reflexión. Porque aquí, yo sólo hablaba de entrar al debate de si ese bebé tenía derecho por sí mismo a nacer. En Auschwitz en el año 1940, o en la clínica abortiva de una ciudad cualquiera en 2021.
Volviendo a las Cortes, los "fanáticos" a los que se refirió la procuradora socialista ayer, han conseguido evitar la eliminación de 108 bebés no nacidos en todo el mundo, cuatro de ellos en España, tras poner en marcha la campaña '40 días por la vida'. Personas, en su mayoría chicos jóvenes, que frente a las clínicas abortivas rezaban por esas madres y sus bebés.
Imagino a uno de esos niños mirando cara a cara el día de mañana a quienes hoy decían que existía un derecho a eliminarlo antes de nacer. ¿Qué argumento podría estar a la altura del suyo reivindicando su derecho a vivir?
108 razones por las que reabrir el debate libre de gritos, ideologías y adoctrinamientos de un lado y de otro, recuperando el humanismo, la filosofía y la ciencia.
Porque los 'expertos', nunca están en las bancadas ni en los ministerios.