En estos días hemos celebrado la fiesta de Santa Teresa, patrona del Colegio de Abogados, y momento en que se aprovecha para la incorporación, mediante la jura, se asume la obligación de acatar la Constitución, el ordenamiento jurídico y el fiel cumplimiento de las obligaciones y normas deontológicas; es decir, aquel que desea ser abogado no es un filibustero judicial, sino un colaborador leal, fiel y firme del Derecho al que se debe servir.
A mayor abundamiento, es signo y significado del abogado no sólo que debe conocer el derecho, que lo hará mejor o peor, en función del asunto, cliente y propia capacidad; pero, en todo caso, será modelo de actuación con el señorío personal y propio de la profesión, el cumplimiento de las obligaciones deontológicas y con humildad a la labor, al compañero y al adversario con acatamiento al tribunal, sea presidido por quien lo sea, como al compañero, sea el que sea.
Es una profesión compleja en la que el adverso buscará los flancos débiles, el tribunal no advertirá más que aquello que le resulte preciso, el cliente tus debilidades y el adversario te contemplará como enemigo, en la que cada vez más se está perdiendo el respeto por parte de todos y se actúa con excesiva prepotencia y soberbia.
La lucha del letrado debe de ser como la de un "sacerdocio seglar", en pos de los intereses legítimos del cliente, al que habrá de asesorar, sosegar, apaciguar y defender con los instrumentos que se encuentren en el proceso, aplicando la técnica en favor de su interés, e independientemente de la información que se le aporte en la intimidad del despacho. El cliente nunca dice la verdad, nunca es totalmente inocente, nunca es detentador de la certeza absoluta, es lo que existe en los autos, lo que puede acreditarse, aquello que conforma la verdad procesal con lo que debe trabajar el letrado para, sin alterarlo, ni manipularlo, obtener un resultado lo más beneficioso para su cliente posible.
En ese trabajo deberá de cursar la máxima lealtad con el compañero adversario y con el juzgador, en la medida que ellos sean acreedores de dicha lealtad y trabajo en común, siempre a favor del derecho.
La palabra entre compañeros, la lealtad profesional, la confianza entre letrados, el respeto a los protocolos de antigüedad, respeto y profesionalidad entre los abogados deben de imperar para, finalmente, con los instrumentos legales, cual profesional de la esgrima, completar la disputa y finalizar la misma con un "touché" señorial y caballeroso.
No te engrías con la victoria, ni te sientas humillado en la derrota y sé consciente de que hoy vences donde mañana pierdes, que no te consideres ni más ni menos que nadie, que aceptes la posiciones del otro y que seas consciente de que todo dependerá de que se mantengan las mismas condiciones, no aceptes un desplante si antes no lo has tenido tú y piensa que donde hoy estás, mañana está otro.
Construye para ti y para los compañeros, pero sé consciente de que nadie lo hará por ti.