Ahora que está de moda decapitar estatuas de Cristóbal Colón, sobre todo en Estados Unidos, se pone en cuestión hasta el término Descubrimiento de América, como si eso fuese peyorativo para aquel continente.
Lo cierto es que fueron los indígenas de Europa los que descubrieron que había habitantes al otro lado del Atlántico. Podría haber sido al revés, claro, pero no lo fue porque los conocimientos y la tecnología estaban más desarrollados en esta parte. Y eso no es culpa de nadie sino de la evolución histórica. Así de simple.
El segundo motivo de crítica a la colonización de América es la violencia con la que se desarrolló. En su época eso era lo más natural del mundo aquí y allá. La Europa del siglo XV, y de los anteriores y posteriores a aquellas fechas, era un continente belicoso con hechos de armas de extraordinaria crueldad. Nada distinto a lo que sucedió con las conquistas ultramarinas y nada diferente, tampoco, a lo que ocurría en los brutales imperios inca y azteca, por lo que los pueblos indios oprimidos por éstos aprovecharon la presencia de los españoles para liberarse de aquel yugo.
A esto se le llama poner a las cosas en perspectiva histórica y de todo esto no tienen la culpa ni Cristóbal Colón y ni otros próceres ahora estigmatizados, incluso los máximos defensores de los derechos de los nativos americanos. Porque hay que decirlo, aunque suene repetido: los conquistadores españoles llevaron la cultura europea a América, con universidades como la de Santo Tomás de Aquino, en República Dominicana, levantada en 1551, u hospitales que han durado más de 400 años. En ellos se formaban y se sanaban los nativos, cuyos idiomas conservaron los conquistadores, y gracias a ellos perviven hoy día 522 pueblos indígenas, desde la Patagonia hasta el norte de México.
Frente a esa acción civilizadora, contrasta el salvajismo hipócrita anglosajón que tres siglos y pico más tarde, en 1869, llevó al general Philip Henry Sheridan a decir que “el mejor indio es un indio muerto”. Afortunadamente, a diferencia de Estados Unidos, las poblaciones indígenas hoy día son mayoritarias en países como México, Guatemala o Bolivia.
O sea, que la moda del revanchismo histórico no sólo es desproporcionada sino carente de verdaderas razones que lo justifiquen.