El temor del PP de Fernández Mañueco es Santiago Abascal en una jaca castellana. El macho man de Vox jineteando en marzo y abril por la Meseta cereal en manga corta, bordando pectorales en la camisa ceñida y conduciendo una cuerda de cazadores, toreros, folclóricas y legionarios.
Es como si alguien se colara de pronto en tu despensa y se diera el gran festín con el embutido que curaste durante el invierno, como si te pescaran las tencas que engordaste pacientemente en la charca o como si te desplumaran con nocturnidad el gallinero.
Mañueco avizora el porvenir con el recelo a la procesión de la jaca y los nazarenos variopintos a su cola. Abascal, impasible el ademán, exhibiendo músculo por el territorio cidiano, dispuesto a hacer jirones su discurso y a quedarse con su parroquia de votantes.
Algo parecido trata de hacer el universo Podemos al PSOE, con soldadesca también, pero sin equino. Pedro Sánchez agasaja a Yolanda Díaz y enseña el colmillo a Ione Belarra. No es amor lo que siente por Yolanda, pero la necesita para seguir caliente en la Moncloa. La sostiene con las migajas del salario mínimo y así, pero sabe que tarde o temprano deberá administrarle la cicuta.
Rudos camioneros
Yolanda quería hacerse una foto bonita ayer en Valencia, rodeada de su corte de amazonas, pero los rudos camioneros le arruinaron el frufrú a huevazos. El poder desgasta, claro.
En Castilla y León, la estructura de Podemos es inexistente. Los seis años de presencia de los morados en las Cortes regionales no han servido para que el partido edifique una estructura sólida en las nueve provincias que le permita concurrir a unas municipales o autonómicas con mínimas garantías de éxito.
El propio líder regional de Podemos, Pablo Fernández, ahora también portavoz nacional de la formación, consiguió escaño de procurador por los pelos, o sea, por unos cuantos votos por correo, como si en un descuido se hubiera caído al río Bernesga y, en el último momento, un buen samaritano que pasaba por allí lo hubiera salvado tirando de su larga cabellera, igual que a los marineros náufragos del XVI y XVII.
El matrimonio entre PSOE y Podemos es una relación imposible. El gobierno de coalición es solo negocio. Como en las bodas de conveniencia, saltará por los aires cuando el dinero se acabe. Y a España se le acabó el dinero propio hace tiempo, aunque la izquierda, como el hidalgo del “Lazarillo”, quiera engatusarnos con semblantes de haber comido.
La España vaciada
A mayores, aparece de pronto la amenaza fantasma de la España vaciada. Fórmulas políticas nuevas/viejas, sin ideología concreta, amalgamadas no tanto por el horror vacui, sino sobre todo por la aversión al bipartidismo y a los extremos. Esas mismas fórmulas que hemos visto ya en Ávila, con Por Ávila, o que vimos hace años en León con el leonesismo, esa corriente secesionista a la que ahora se han sumado con entusiasmo el alcalde y el presidente de la Diputación de León, ambos socialistas.
José Antonio Diez y Eduardo Morán pretenden expoliar a Luis Mariano Santos Reyero, líder de Unión del Pueblo Leonés, el nidal leonesista, lo cual está provocando tensiones en los pactos que ambas formaciones mantienen en la provincia.
El secretario regional de los socialistas, Luis Tudanca, asumió hace tiempo que, en lo político, León es un planeta cálido en una galaxia lejana, distraído del resto del mundo con su leonesismo singular. Y con José Luis Rodríguez Zapatero tocando la guitarra en la esquina más inesperada. Conque, bastante tiene ya con lo suyo.
El gallinero político regional anda revuelto, es cierto. Si no hay adelanto de las elecciones autonómicas, mal; pero si lo hay, casi peor. He aquí la encrucijada canalla de Fernández Mañueco.