Esta mañana me sentí triste cuando leía la noticia sobre el ingreso en prisión provisional de mi amigo Ceci. Los hechos son más que lamentables y, a veces, un resbalón de lengua mal intencionado suele ser más grave que una caída con fractura de hueso.
Cito un pensamiento de Marguerite Dumas: “El alcohol es estéril. Las palabras que se dicen en una noche de borrachera se desvanecen como la oscuridad al comienzo del día.”
Y es que últimamente Ceci no era él, ni se parecía a aquel alcalde ejemplar que desde 1979 ejercía como regidor de su querido Castroverde de Campos. Fue modelo en todos los sentidos como alcalde durante muchos años. Y un cocinero de lujo desde que regresara de Suiza donde, al cobijo de sus hermanas mayores, aprendió bien el oficio e instalándose en su terruño con su “Mesón El Labrador”. Además, Cecilio era un gran aficionado a la tauromaquia.
Como alcalde, repito, ejemplar. Pocos son los regidores que han logrado ser reelegidos en tantas convocatorias electorales. Si he sumado bien, creo que son doce las legislaturas (44 años de alcalde) en donde Ceci siempre salió elegido por sus paisanos en una población de menos de 300 habitantes. Por algo sería…
Recuerdo que, en una ocasión, nos relataba un Cecilio jocoso la peripecia que tuvo ante un juez porque le condenaron por causa grave. Eran las fiestas de Castroverde y ese día, por una serie de circunstancias, la compañía eléctrica cortó la luz. Ceci, ni corto ni perezoso, se subió a un poste y empalmó los cables para que sus habitantes pudieran disfrutar de sus fiestas. Obviamente fue denunciado. Y cuando fue a declarar al juzgado le dijo a su señoría: “Quién roba a un ladrón tiene cien años de perdón”. Así era Cecilio Lera.
Respecto a su negocio hostelero, fue pionero y un avanzado de su tiempo con su deliciosa gastronomía de caza y productos de la tierra. En un pequeño local, de apenas cinco mesas, logró atraer a una clientela selecta donde él y Mini, su sufrida esposa, destacaron en lo más alto de la gastronomía regional.
Por “El Labrador”, dada su condición de alcalde ejemplar, su virtuosismo como cocinero y su arrolladora personalidad, han desfilado las más altas personalidades de la clase política, cultural y artística. Durante años de esforzado trabajo, al que posteriormente se uniría su hijo, la familia logró un patrimonio interesante aumentando el negocio con una casa rural y manteniendo un ganado prestigio como restaurante de referencia en Castilla y León.
Pero últimamente, Cecilio había tenido problemas familiares de mucho calado que habían desembocado en la soledad y en el alcohol como refugio. El buen alcalde y mejor cocinero se había jubilado recientemente y no soportaba la falta de actividad. No quiero ni debo justificar la acción por la que la jueza de Villalpando ha decido su ingreso en prisión. Sólo quiero reflejar que mi amigo Cecilio es una buena persona y con buenos sentimientos, pero con cierta debilidad de la que estaba siendo tratado. Y esa debilidad le ha llevado a un lugar donde será un infeliz por un tiempo.
Me hubiera gustado que la fatídica noticia sobre Cecilio, aparecida en todos los medios por la extrema gravedad del asunto, hubiera sido referida por su labor como buen alcalde y como excelente cocinero. Pero…
Termino. Y lo hago con una frase que suele decir nuestro amigo Paco, el de “La Criolla”, -íntimo amigo de Cecilio- Suele decir Paco: “a los amigos hay que darles, no hay que pedirles”. Yo le voy a pedir a Cecilio que recapacite sobre su conducta, y le voy a seguir dando mi amistad. Que la justicia te sea leve, Ceci. Tus burritos y tus viñedos te esperan. Y tus amigos. Un abrazo.