Nos hemos olvidado o, sencillamente, nunca hemos alcanzado a comprender, que sólo en una sociedad con fundamentos culturales básicos del cristianismo se puede conseguir la igualdad entre los hombres y mujeres.
En la historia, en Salamanca, en un periodo en el que el esclavismo era el fundamento social y económico, con fundamentos en una historia de reinados de monarcas básicamente cristianos, ellos, estudiosos cristianos, los monjes y sacerdotes, entre los que destaca Bartolomé de las Casas, dieron luz a lo que, con el tiempo, fueron los Derechos Humanos, consiguiendo las prohibiciones de esclavitud.
Básicamente sólo en un mundo en el que somos hijos de Dios, somos iguales y semejantes a él, es posible alcanzar la igualdad de los hombres, de los sexos, de generar los principios básicos del igualitarismo pues, en otros substratos religiosos, en los que el cielo se compone de la posesión de vírgenes, es muy complejo sostener la igualdad entre hombres y mujeres, por ejemplo.
Desdeñar, intentar destruir o incluso atacar el fundamento judeo cristiano de nuestra sociedad es una estupidez y, fundamentalmente, un intento de ir contra los principios democráticos, igualitarios, sociales y de progreso que nos han permitido obtener los grados de libertad e igualdad que disfrutamos en el presente.
Estos movimientos neo feministas que generan legislaciones de género y diferencian la ley aplicable al hombre y a la mujer, que sostienen la discriminación como necesaria para, no solo obtener la igualdad, sino implantar una supremacía “vulvariana” que subyugue cualquier tipo de presencia “fálica”, incurren en el error de la sexualización de la vida.
El sexo, la sexualidad, es una faceta importante en la vida del ser humano, pero no es lo único ni lo esencial a la hora de definirnos. El sexo no define, en el presente, una relación social, laboral, económica o humana en general, y se persigue a aquellos o aquellas que utilizan la discriminación como instrumento de relación.
En lugar de generar discriminaciones, o luchar contra un sexo, habríamos de, como hacía el feminismo real, defender la igualdad, el basamento cristiano del fundamento básico de almas iguales y semejantes a Dios, para crecer en igualdad y libertad.
Es insostenible que se pueda conceder un indulto a un maltratador o abusador, tenga el sexo que tenga, lo realmente grave es el maltrato; de este modo, no se puede conceder la gracia a una persona que pretende utilizar su supremacía sexual para alcanzar la misma y quien, consciente de ello, lo hace, es básica y fundamentalmente alguien que no busca la igualdad, ni el respeto a la dignidad humana, sino que utiliza el sexo como diferenciador y generador de la crispación y discordia que precisa para consolidar posiciones o posturas totalitarias que le permitan desarrollar un proyecto de destrucción social y política de la democracia.
Evidencia dicha posición el que precisamente sea el mismo sujeto que impuso la ley del silencio en la pandemia entregando millones a los medios de comunicación para ocultar la realidad, mientras no alcanza el medio millón de euros consignado para la elaboración de la vacuna.
Es claro que quien se arroga el adjetivo de feminista, pero después aplica leyes discriminatorias, lo que busca es el totalitarismo que descubre el Tribunal Constitucional confirmando su dictadora actuación frente a la crisis sanitaria.
El uso del sexo como instrumento de lucha sustitutiva de la de clases, demuestra y pone de manifiesto la decisión dictatorial y totalitaria que existe en su proyecto liberticida y se evidencia en cada actuación política, no son saltos copernicanos, sino la constatación de un sistema general de actuación destructora de los fundamentos básicos de la libertad e igualdad para imponer un régimen fascio-comunista, que para el caso son la misma mierda.