A riesgo de que me tachen de adivino (ni lo soy ni lo pretendo), no me resisto a transcribir el párrafo de un artículo que publiqué el 8 de julio de 2019, un día antes de que Alfonso Fernández Mañueco, con el apoyo de los 12 procuradores de Ciudadanos, fuera elegido formalmente presidente de Castilla y León por el pleno de las Cortes regionales:
Que nadie lo dude: cuando su socio de Ciudadanos en esta coyuntura, Francisco Igea (un vulgar amateur de la política) sea solo una lejana sombra en el tiempo, Mañueco, como el dinosaurio de Augusto Monterroso, seguirá ahí, en algún lugar de la política española, sorteando cadáveres, fiel, como siempre, al catecismo elemental que le ha convertido en superviviente de tantas emboscadas.
Poco más de dos años le ha durado a Francisco Igea el puesto de vicepresidente de la Junta. Sus vaivenes políticos en este corto período de tiempo hacían muy difícil su situación.
Comenzó enfrentándose a los dirigentes nacionales de su partido, que pretendían que la candidata de Ciudadanos a presidir la Junta de Castilla y León fuera Silvia Clemente, paradójicamente una de las manos derechas de Mañueco. Igea presentó candidatura alternativa y, tras una polémica elección, con un episodio de amaño de votos que acabó en los tribunales, consiguió imponerse a la expresidenta de las Cortes regionales.
La campaña electoral de Igea a la presidencia de la Junta se sustentó sobre un mensaje claro y contundente: su compromiso de desalojar al PP de las instituciones regionales bajo el argumento de que era necesario oxigenar la vida pública tras casi 40 años de gobierno regional popular, un largo periodo tachonado además de casos de corrupción.
Los bandazos de Igea
Todo hacía presagiar así que Ciudadanos propiciaría un acuerdo de gobierno con el PSOE. Sin embargo, concluidas las elecciones, otorgó un apoyo entusiasta a Alfonso Fernández Mañueco. Esto lo enemistó con sus bases y votantes, que no podían entender un cambio tan drástico. Los principales dirigentes naranjas no abrieron mucho la boca al respecto cuando al poco se vieron como titulares de poltronas en ayuntamientos, diputaciones y Junta de Castilla y León.
Los bandazos ideológicos de Igea, que él ha justificado siempre en el pragmatismo que imponen las circunstancias políticas, ha llevado a Óscar Puente, alcalde socialista de Valladolid, a tildarlo de “pagafantas” de la política. Como esos lechuguinos que se dedican a pasear a la chica guapa y a sufragarle las consumiciones para que luego ella acabe yéndose con otro, tal le ha sucedido a Igea con Fernández Mañueco. Igea le ha estado pagando las fantas durante los últimos dos años y Mañueco lo ha dejado tirado por Vox. Así pues, es humano su cabreo de hoy, la ristra de calificativos gruesos que ha lanzado contra el que hasta esta misma mañana era su socio de gobierno: inmoral, irresponsable, mentiroso…
La política es puro pragmatismo, es cierto. No hay amigos, solo intereses. Lo sorprendente es que Igea no se estuviera dando cuenta de lo que pasaba, cuando todo el mundo a su alrededor se lo venía advirtiendo desde hace semanas. Pero él se resistía a creerlo: fuera del pacto de gobierno con el PP, todo era abismo y oscuridad para Cs, que se enfrenta a un futuro poco halagüeño. Así pues, decidió envolverse en el mundo feliz de que unas elecciones anticipadas era algo que nunca llegaría. ¡Pero si Mañueco participaba en dos actos públicos diarios y en diferentes provincias! ¿Acaso es que no veía que ya estaba en plena campaña electoral?
Solo negocio
Mañueco es un político experimentado, con una larga trayectoria a sus espaldas. Su relación con Igea ha sido excelente. Pero hoy llegó el momento fatídico. Y, como en la mafia, Mañueco apuntó su pistola hacia la sien de Igea y le dijo con suavidad: “Paco, no hay nada personal, es solo negocio”.
Y es solo negocio, sin duda. Mañueco no tenía otra opción. Dejar correr el tiempo y traspasar la línea sin retorno del 10 de marzo sin convocar elecciones, supondría para él hacerse el harakiri político. La segunda moción de censura llegaría enseguida y las posibilidades de éxito eran demasiado altas.
Los pronósticos dicen que, llegado el caso, el PP podrá gobernar en coalición con Vox. Si esto fuera así, se repetiría la misma fórmula de coalición de gobierno de estos dos últimos años, con la única diferencia de que Cs será sustituido por Vox. Y ya se sabe que en este tipo de negociaciones el primer puesto que se pone sobre la mesa es la presidencia de las Cortes. Conque, no es de extrañar que, como ya ocurrió con Cs, veamos a alguien de Vox al frente del parlamento regional. Al tiempo.