Goethe afirmaba que "el alma del hombre es como el agua; viene del cielo, se eleva hacia el cielo, y vuelve después a la tierra en un eterno ciclo". Afirmación más que cuestionable. Pero algunos parece que tienen la sensación de que su vida, tal como la viven, no es más que una historia, sin principio ni final. Ejemplo que intentan aplicar a la pandemia queriéndonos hacer creer que tal como llego desaparecerá. Hay proclives a pensar que la ciencia, por su naturaleza, es inmune a la maldad y que no se puede prostituir porque tiene mecanismos de autocontrol.
Pensamiento muy propio del laicismo impuesto que banaliza la diferencia entre el bien y el mal, haciendo de la vida una goma adaptable a sus vicios y necesidades. Representativo de esas personas que se sienten como un fragmento histórico, un paisaje aislado, al que no precede ni sigue ningún texto y pueden imaginar incluso que han vivido en siglos anteriores, porque es guay, y se hacen preguntas, siempre fuera de contexto, que todavía no son capaces de responder. Incluso creen que volverán a nacer para cumplir la tarea que tenían asignada.
Conocido es que el idiota es inteligente, pero con frecuencia manda a la inteligencia de vacaciones, y parece que siempre que hablamos con él es cuando libra. También se sabe que los mentirosos tienen tanta fantasía que no tienen necesidad de que las cosas sean ciertas para explicarlas. Para el mentiroso sistemático tener imaginación es un derecho; pero pretender que los demás sean crédulos es un abuso. Nos lanzan soflamas avaladas por el criterio de unos supuestos expertos que en muchas ocasiones no existen. Que tengan estudios o carreras no los hace más inteligentes que otros, simplemente se supone que son buenos en lo suyo. Ir a la universidad no te hace más apto para las vicisitudes de la vida aunque es un punto a favor.
Hoy por hoy parece que cuantos más individuos se juntan su nivel mental parece que es más bajo. Pues es más fácil que se engañen pensando que tienen ideas propias aunque no las tengan y al final nos gobiernen pensando en un supuesto bien común. Al ciudadano honesto y con sentido común no hay ni habría que decirle que tiene responsabilidades por el hecho de serlo con su país y con la defensa de sus instituciones, tradiciones e historia real. Eso sería la normalidad ciudadana. Pero también a su vez el Estado y los que lo administran deben o deberían velar por la moral y la dignidad de todos los ciudadanos, además de todo lo que significa y lleva implícito la defensa de la unidad de nuestro país.
Parece que nos toca ahora asistir y aguantar a más de un mentiroso que intenta que seamos más crédulos de lo normal. Hace años un político de renombre que sigue brujuleando por aquí y por allá afirmaba que: "en política no sirve la lógica, todo es posible y aceptable dado que carecemos de principios y de argumentos racionales que nos guíen en la resolución de los problemas"... Mucho de a lo que estamos asistiendo cada día da que pensar. Se suceden las iniciativas que no tienen viso de salir adelante pero se plantean a bombo y platillo. Cada día nos inventan una para lavarnos el cerebro y luego con la siguiente ya no sabemos si saldrá o no, nos olvidamos de la anterior. Pero parece que hacen, y al final no hacen nada. Evitar peldaños a la ignorancia y a la vulgaridad nos ahorraría resbalar por toda la escalera. Al final nos otorgan distracciones que no hacen más que abrir las compuertas a muchos abusos irrevocables.