El dichoso 2021 se ha despedido, no sólo con las doce campanadas, o si se quiere con las doce uvas, sino con una noticia realmente impactante como es que la Comisión Europea admita como energías verdes, o sea no contaminantes, el gas y la nuclear, lo que dicho así constituye, sobre todo respecto a esta última, un auténtico y nunca mejor dicho, bombazo.
Parece ser que sí se quiere cumplir el plan llamado taxonomía o clasificación de las actividades del sector energético que se consideran sostenibles desde el punto de vista medioambiental, no existe alternativa ni tecnológica ni económicamente viable para ello. Así pues, según Bruselas, de donde vienen también los miles de millones de euros, no hay más remedio que defender y hasta mimar ambas energías, lo que constituye sin duda algo inaceptable para muchos cuando no una verdadera aberración, como, creo que, con todo acierto, ha acordado el Gobierno español.
Por supuesto que el asunto no es menor y sobre todo para quienes sufren en sus carnes, el funcionamiento de centrales nucleares y los yacimientos de uranio en marcha o a punto de serlo, como el de Retortillo cerca de Ciudad Rodrigo, en pleno campo charro salmantino.
Sobre todo ello, mucho se ha escrito pero, sin duda, una de las obras más impactantes es la de la escritora bielorrusa Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, titulada "Voces de Chernóbil" (Penguin Random House,, 2021), en la que de forma, más periodística que literaria, recoge numerosos testimonios de los afectados por la explosión de la central nuclear en dicha población en 1986.
Unos testimonios realmente sobrecogedores que ponen en evidencia el peligro mortal de la energía nuclear usada, en este caso, para medios pacíficos y con las máximas garantías.
"Chernóbil hizo que me explotara la sesera y empecé a pensar" dice uno de los afectados. Y así uno detrás de otro. "Chernóbil es un enigma que aún debemos descifrar. Un signo que no sabemos leer, dice la propia autora, tal vez el enigma del siglo XXI. Un reto para nuestro tiempo. Ha quedado claro que además de los desafíos comunista y nacionalista Y de los nuevos retos religiosos entre los que vivimos y sobrevivimos, en adelante nos esperan otros...La noche del 26 de abril...Durante aquella única noche nos trasladamos a otro lugar de la historia. Realizamos un salto hacia una nueva realidad, y esta ha resultado hallarse no sólo por encima de nuestro saber sino también de nuestra imaginación. Se ha roto el hilo del tiempo".
Pero lo más impactante de esta tremenda obra, son los testimonios de niños que hospitalizados se dan cuenta que van a morir y claman a sus padres "soy muy joven no quiero morirme" y mueren sin cumplir los diez años, Esta tragedia no sólo afectó a Bielorrusia, ya que las radiaciones llegaron ese día, 26 de abril de 1986, a Polonia, Alemania, Austria y Rumanía; el 30 de abril, a Suiza y el norte de Italia; el 1 y 2 de mayo, a Francia, Bélgica, Países Bajos, Gran Bretaña y el norte de Grecia; el 3 de Mayo a Israel, Kuwait, Turquía... Proyectadas a gran altura, las sustancias gaseosas y volátiles se dispersaron por todo el globo terráqueo: el 2 de mayo se registró su presencia en Japón; el 4 de mayo, en China; el 5 en la India; el 5 y 6 de mayo en Estados Unidos y Canadá.
Si esto es así, ¿Cómo es posible que se considere verde la energía nuclear? O ¿es que no tenemos memoria? Yo regalaría el libro de Svetlana Alexiévich a los líderes europeos para ver si mantienen la conclusión de que si para cumplir los objetivos del pacto verde para 2050 es necesario correr el riesgo de un nuevo Chenóbil.