Recuerdo que, desde muy pequeño, me llamaba mucho la atención al escuchar a las personas mayores decir que una persona "era transparente". Yo comprendía perfectamente este concepto cuando se decía de objetos que, por sus características materiales, dejaban pasar la luz o permitían ver la realidad a través de ellos. El ejemplo más fácil eran los cristales. Sin embargo, me resultaba difícil encontrar el verdadero sentido de esta frase atribuida a las personas, pues en ningún caso encontraba sujetos de tal calidad material que permitieran dejar pasar la luz por su cuerpo. En mi imaginación daban vueltas figuras de personas de distinta condición que parecían como de cristal (a semejanza de eso que los adultos decían ser trasparentes) En la calle, cuando me encontraba con el protagonista del calificativo, daba vueltas a su alrededor intentando desvelar qué era aquello de "ser transparente". En alguna ocasión me llevé algún que otro reproche de mis padres por mostrarme como un observador inquisitorial de su figura.
Los años trascurridos y las experiencias pasadas me han ido dando la respuesta, y el resultado ha sido un tanto decepcionante, pues en muy pocas ocasiones he encontrado personas transparentes. Ahora bien, no atribuyo este hecho a que no existan seres humanos de esta categoría, probablemente es que mis ojos, víctimas de la propia vida, se hayan hecho más opacos de lo que hubiéramos deseado.
Repasando esas características que nos permiten definir a una persona como transparente, me he dado cuenta de que hay una serie de indicios. He visto la honestidad y la sinceridad del que dice la verdad y lo que piensa; la integridad, pues sus palabras y acciones generan confianza porque son coherentes. Nada ocultan porque no necesitan hacerlo. No tratan de manipular ni engañar, porque siempre revelan sus verdaderas intenciones. Por eso, cuando se encuentran al frente de grupos sociales saben liderar y no manipular. La diferencia es clara, el que manipula pretende que los demás hagan lo que él quiere para sus intereses particulares, mientras que el que lidera sabe persuadir para que las personas hagan lo que a cada uno le conviene. Se responsabilizan de sus actos sin echar la culpa a los demás, asumen sus consecuencias y son capaces de superar el fracaso, tolerar críticas y asumir errores. Reconocen sus defectos o fallos. Estas y otras características semejantes hacen de una persona "transparente".
Pues bien, en ese ejercicio de curiosidad manifiesta, he querido hacer un repaso por la vida pública española con el objetivo de ir descubriendo algún político con responsabilidades de gobierno en el que aparecieran algunas de estas características reseñadas. En este repaso, la decepción ha sido grande al contemplar las dificultades con las que se encuentra el ciudadano de encontrar transparencia en la política. Debo admitir que mi análisis se ha abortado a la primera de cambio cuando me he chocado con dos hechos aclaratorios de la situación. En primer lugar las declaraciones de un ex-vicepresidente diciendo: "Yo ya no soy político, puedo decir la verdad” que me han dolido personalmente en mi doble condición de ciudadano y ex-político. Me ha parecido de una bajísima catadura moral, pues demuestra una falta absoluta de respeto a los ciudadanos, que los trata de tontos, y a la Política (con mayúscula) a la que desprecia.
El segundo hecho se ha dado en el entorno del Presidente del gobierno de España. No he podido iniciar casi el análisis al encontrarme con la mayor barrera que se pueda poner a la ciudadanía para conocer el quehacer de sus políticos: el secreto de Estado. En una circunstancia como ésta la trasparencia brilla por su ausencia al convertirse todo en opaco.
Comprendo que existan ciertas cuestiones de alta política que deban tener un grado de reserva en beneficio de la nación, lo que no me cabe en la cabeza es que la reserva o el secreto se extienda a cualquier cosa o comportamiento que rodee al presidente y cuyo único beneficiario no sea más que él. Un representante público o cualquiera que cobre de lo público debe ser (con sentido de obligación) totalmente transparente, sin tener miedo de que los ciudadanos, sobre los que recae el peso de su nómina y los dineros que gestiona, sepan lo que hace. El que se esconde o parapeta en el secreto de Estado, algo tiene que ocultar.
Después de esta reflexión he llevado a cabo un ejercicio sencillo. He tomado cinco características que definen a la persona transparente (Sinceridad, honestidad, integridad, responsabilidad, claridad) y se las he ido aplicando a estos dos personajes de la vida pública antes mencionados. No les voy a decir el resultado, pero si han conseguido asignar alguna de estas características, les felicito por su gran bondad.