“Yo soy yo y mi circunstancia”, escribe Ortega y Gasset, pensador de ideas liebres, en “Meditaciones del Quijote”, y digo liebres, palabra en la que de suyo va libres. A Ortega con frecuencia se le cita mal o parcialmente, omitiendo cuando se trata de esta sentencia la segunda parte, tan honda o aún más que la primera: “y si no la salvo a ella, no me salvo yo”.
Y ese es el problema que ahora mismo se le presenta a Luis Tudanca, secretario general del PSOE de Castilla y León desde finales de 2014, antes diputado por Burgos y más antes todavía miembro de la Junta de Gobierno de su Universidad, aunque sólo lo fuera durante dos años. Tudanca ganó en las urnas (no se olvide) perdiendo en los pactos (tampoco se eche esto en saco roto) las elecciones de 2019: unas elecciones en las que “su circunstancia”, la del calamitoso final de Rajoy, restó votos a Mañueco, quien sin embargo supo sobreponerse y trabajándoselo a fondo atenuó la derrota. Lo que quizás sea el reto actual de Tudanca, abrumado por el peso de la circunstancia sanchista, ya que andarse por estas tierras de mítines políticos con esa mochila a cuestas deja sin resuello a cualquiera.
Cuando el PSOE presentó su candidatura, arreciaba con fuerza la andanada contra los ganaderos de Garzón, ministro de Consumo, que cuando se casó agasajó a sus invitados con solomillos de ternera a la brasa, terneras es de suponer que criadas con biberón y sacrificadas a besos. Y lloviendo sobre mojado casi de inmediato graznaron a dúo a favor de un referéndum en Cataluña Irene Montero, ministra de Igualdad en flagrante contra Dios partidaria de la desigualdad entre los españoles, y Joan Subirats, ministro de Universidades por la facción podemita, nombramiento debido a la facción comunal de Ada Colau. Con lo cual, de facción en facción y tiro porque me toca, el gobierno cada día regala una sorpresa envenenada a Tudanca.
Esa es la circunstancia sanchista que de infamia en infamia tiñe de negro sus posibilidades. Tudanca es un político limpio y ofrece un programa muy respetable. El problema, insisto, no es él. Y es que aquí vine pintiparada aquella sentencia abatida de Felipe II cuando recibió la noticia del fracaso de la Armada Invencible: “Yo envié mis naves a luchar contra los hombres, no contra las tempestades”.
Hace días seguí la presentación de su candidatura en Madrid, en la que estaba prevista la presencia de Zapatero, que finalmente no asistió. Si semejante fan de Maduro y Sánchez, fan de sí mismo, lo dejaran solo y Tudanca consiguiera el imposible de que los electores se olvidaran de ellos, entonces sus expectativas crecerían considerablemente, pero eso es tanto como pedir peras al olmo, uvas al espino o aceitunas al alcornoque. O, en otras palabras, silencio a Garzón, y sentido común a Irene Montero, pareja que solo pregona quincalla ideológica, o más difícil todavía, esperar que Pedro Sánchez corte por lo sano. Vuelvo a Ortega y Gasset: “Yo soy yo mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”. A Tudanca se le plantea un imposible y demuestra mucha consistencia política al encararlo.