Ha presentado Podemos lo que considera el empujón sobre ruedas de su campaña: tres camionetas, tres, a las que hubiera podido denominar “La Pepa”, en homenaje a la Constitución de Cádiz, “La Libertad”, ideal compartido, y “La bomba”, no por la de dinamita, sino por el bombazo que su irrupción suponen que representa; y no “Mudanzas Mañueco”, como la han bautizado. Aunque quizás el nombre más apropiado fuese el que encabeza este artículo: “Mudanzas Galapagar”, operación asesorada por Irene Montero, doctorada en la materia por el traslado desde un pisito en Vallecas a un casoplón y la creación ex nihilo de un ministerio, con el trasiego de muebles, cuadros, sombrillas y asesores que implican tamaños trasiegos.
Yo no profeso en la ideología de Podemos y personalmente he tratado poco y con pocos de sus miembros, pero reconozco que ese poco ha sido satisfactorio y que a esos pocos los he visto apostar por la honestidad y dar la cara en situaciones enojosas. Además, valoro y respeto el pasado kioskero de Pablo Fernández, trabajo importante, ya que hasta hace bien poco eran los kioskeros, ahora de capa caída, quienes aseguraban la distribución de la prensa y, en consecuencia, el derecho de los ciudadanos a la información, garantía de libertad. El colmo es que ese pasado laboral tan digno se lo critiquen algunos profesionales del momio.
¿Qué esas camionetas darán que hablar? En efecto, creo que darán que hablar, y espero que no por los frenos, que los habrán revisado. Pero cuidado con eso de dar tres cuartos al pregonero, porque la atención se despierta tanto para bien como para mal. Y a veces resulta que lo pregonado es recibido como una gamberrada o como una broma, como está siendo el caso, lo que en principio no parece que vaya servir para captar votantes. A mi juicio, en Podemos ponen demasiado énfasis en negar y descalificar, que siempre es lo fácil, pero descuidan la parte constructiva, limitándose a repetir una gavilla de consignas o un haz de generalidades.
Que en Castilla y León padecemos el “sangrante y terrible drama de la despoblación”, eso resulta tan evidente que nadie lo niega. ¿Culpa del Partido Popular? Pues entonces en Aragón, donde también lo sufren y no remontan el vuelo, la culpa será del cuatripartito gubernamental, esto es, de PSOE, PAR (Partido Aragonés), CHA (Junta Aragonesista) y Podemos-Equo, al frente de la cartera de Ciencia, Universidad y Sociedad del Conocimiento. El drama de la despoblación viene de lejos, de la etapa del desarrollismo franquista, no se atajó a tiempo y durante estos más de cuarenta años de democracia no ha hecho sino agravarse, con los sucesivos gobiernos de UCD, PSOE y PP repartiendo para disimular subvenciones de menor cuantía, comparativamente insignificantes, entre las autonomías (no nos engañemos) económica y políticamente de segunda mientras crecía y crecía y seguía creciendo esa sobrefinanciación del País Vasco y Cataluña que ha impulsado una dinámica engullidora de inversiones de futuro y proyectos de calado.
Con consignas sonoras y frases grandilocuentes no van ni vamos a ninguna parte. Tampoco, por supuesto, convocando comisiones de expertos que año tras año pontifican en barbecho. La última, convocada por el extinto gobierno de coalición, se reunió en Béjar en el Cervantes, con la sala vacía, y quiso el azar (“el azar siempre es objetivo”, constató André Bretón) que a espaldas del teatro se desplomara una casa mientras no sé quién la inauguraba o la clausuraba. Estaba apuntalada y parece que el apuntalamiento cedió de risa.
“Mudanzas Galapagar”: Podemos va sobre ruedas en dirección contraria.