Como imaginarán nuestros lectores, me refiero al debate electoral celebrado el pasado lunes 31 entre los tres candidatos a presidir la Junta de Castilla y León el próximo día 14, pero intentaré previamente hacer una referencia a los debates políticos en general y a los debates electorales en particular y quiero aclarar que lo estoy empezando a escribir en la tarde del propio día 31, es decir, unas cuantas horas antes de que se celebre.
El debate electoral es definido por los clásicos como “un debate político en el cual los candidatos en un proceso de elecciones se confrontan ideológicamente, en igualdad de condiciones exponiendo el contenido de sus eventuales programas de gobierno, así como también sus posturas sobre determinados temas, tratando de convencer a los votantes indecisos”, además de informar a la opinión pública sobre quiénes son y lo que pretenden hacer si acceden al puesto codiciado. Y esto es válido tanto para unas elecciones generales como para unas regionales o municipales. Estos debates, que no siempre son obligatorios por ley, suponen un buen ejercicio de democracia, trasparencia política y libertad de expresión. En Castilla y León sí lo son y la Ley Electoral de la Comunidad los regula.
En cualquier debate es preciso la concurrencia de los candidatos más cualificados, y para ello es necesario que las leyes regulen las condiciones que deben reunir los participantes en el mismo, pues es imposible que participen todos los candidatos ya que entonces no habría debate, (en Castilla y León hay 27 listas en estas elecciones) y hay quien sostiene ( y yo lo comparto), que un buen debate debe ser entre los dos candidatos más cualificados para así poder comparar entre uno y otro sin terceros en discordia. Por supuesto es preciso que el debate sea moderado por una persona con una capacidad intelectual y una neutralidad política fuera de toda duda, y que previamente se acuerden los temas que deben ser necesariamente objeto de debate, y uno o varios medios de comunicación que hagan accesible el debate a todos cuantos quieran seguirlo en directo.
Pues bien, en este primer debate sobre las elecciones del próximo día 14, concurren una serie de circunstancias un tanto especiales: La Junta de Castilla y León nombró una comisión de medios de comunicación de la región que se encargaría de organizarlos, señalando fechas, horas y contenidos de cada uno de ellos, así como de elaborar una propuesta de quienes los moderarían, propuesta que sería sometida a la aceptación de los partidos contendientes. Pues bien, la comisión se reunió, se tomaron los acuerdos por unanimidad, pero a las 24 horas. RTVE se retractó de su apoyo a los acuerdos del día anterior, intentando cambiar las fechas, exigiendo nombrar al moderador, que por cierto el nombre propuesto nada tiene que ver con esta Región, y además asumiendo el papel de elegir los temas objeto de debate. Como es lógico, la comisión no aceptó estas exigencias y varios de sus miembros, incluido el presidente presentaron su dimisión.
Por si esto fuera poco, los excluidos legalmente del debate, en este caso los candidatos de Unidas Podemos y Vox presentaron una reclamación ante la Junta Electoral e incluso ante el Supremo que no prosperó, y el candidato de Cs dio positivo frente al Covid-19, lo que le obligaba a estar confinado el día señalado para el debate. También solicitó ante la Junta Electoral retrasar el debate y asimismo fue denegada su petición, por lo que su participación en el debate será por vía telemática, lo cual genera dos inconvenientes: el debate perderá frescura y lo hará más tedioso de lo que suelen ser estos encuentros, pero como lo hace desde su casa, es preciso que no esté rodeado de asesores ni tenga acceso a internet ¿Y quién nos lo garantiza?
En fin, corto aquí mis comentarios y los remataré mañana después de escuchar atentamente el debate… aunque doy por descontado que los tres se atribuirán haber salido vencedores. También puedo asegurar que serán “dos contra uno…” y como decíamos los chavales, “dos contra uno…” A priori el que lo tenía que tener más fácil es Tudanca, pues puede atizar a los dos que han gobernado la Comunidad estos años… si no fuera porque la siniestra sombra del Presimiente Sánchez es alargada y planeará a buen seguro sobre el debate. Tampoco lo tiene difícil Fernandez Mañueco que defenderá su labor en el gobierno que a la vista de las encuestas ha sido bien valorada por nuestros paisanos. Más complicado lo tendrá Igea, pues al haber compartido gobierno con Mañueco, comparte con él éxitos y fracasos, pero seguro que será Mañueco el blanco de sus ataques, y conociendo al personaje…
Y hoy, celebrado el debate, entremos en materia: el debate se desarrolló a la hora prevista a lo largo de noventa minutos y en contra de lo que nos temíamos apenas se notó que uno de los contendientes lo había de forma telemática desde la casa de sus padres y con garantía de que no podía hacer trampas. Creo que es de justicia felicitar a RTVE por la realización del programa, e incluso al moderador que fue bastante neutral. Conforme a lo pactado respecto del desarrollo del debate en cuanto a turnos y materias a discutir, nada que alegar si efectivamente se sortearon los turnos y se pactaron las materias entre los tres, materias que fueron agrupadas en cinco bloques: pandemia, educación, regeneración democrática, fiscalidad y despoblación y medio rural.
En términos generales se cumplieron mis previsiones: Tudanca estuvo muy gris, leyendo de forma monocorde sus propuestas y sus acusaciones a Mañueco y repitiendo una y otra vez que Castilla y León necesitaba un cambio que sólo podía pilotar el PSOE. Como también predije, la sombra del Presimiente Sánchez planeó sobre sus intervenciones algo que le recordó permanentemente Mañueco, muy especialmente cuando llegó el tema de la fiscalidad con la “armonización” que vienen anunciando los sanchistas desde hace tiempo, “y Vd. quiere traer el gobierno de Sánchez a Castilla y León y recuperar los impuestos de patrimonio y de sucesiones”. Por cierto, descalificó a Mañueco por convocar elecciones en esta sexta ola de la pandemia y Mañueco le recordó oportunamente que Sánchez cesó al ministro de Sanidad en plena ola, y que el ministro cesado, Illa, se presentó como candidato en las elecciones catalanas. Por cierto, el miércoles anduvo haciendo campaña por tierras segovianas.
La intervención de Igea era la más difícil: tenía que atacar y defender la labor del gobierno del que había sido vicepresidente y al mismo tiempo defenderse de las acusaciones socialistas. Acusó a Mañueco de patrimonializar el gobierno, (“este no ha sido el gobierno de Mañueco, sino de Castilla y León”), al tiempo que el patrimonializaba para sí los logros de las consejerías de Sanidad y Empleo adjudicándose incluso competencias de otras consejerías y llegando a insultar gravemente a Mañueco, a quien calificó de tránsfuga y mentiroso de forma repetida, fingiendo una sonrisa irónica e inoportuna para tratar de ocultar su agresividad. Alguien debió preguntarle por qué en las banderolas alternan sus fotografías con las de Verónica Casado, última en la lista electoral, algo inédito hasta la fecha en ninguna contienda electoral. Claro que el aspirante por Vox aparece acompañado por Abascal en toda la publicidad electoral, dado su escaso conocimiento por parte de los electores.
Mañueco demostró que traía bien aprendida la lección: se dedicó fundamentalmente a exhibir los logros de “su” gobierno, (los logros son de “mi” gobierno replicó cada vez que se le atacaba) y expuso, sin necesidad de leerlo, su programa para los próximos cuatro años, negándose a entrar al trapo de las reiteradas provocaciones de Igea. A las referencias de Tudanca a presuntos casos de corrupción le remitió a los tribunales aclarando que a él no le afectaban personalmente y fue un tanto displicente con sus adversarios a los que se refería como a “estas personas”, pero sin perder los nervios en ningún momento.
Entrar en intervenciones puntuales de cada uno de los candidatos es imposible por el espacio del que dispongo. Para mí está muy claro quién fue el que más y mejor trasmitió sus mensajes, y quién no fue capaz de convencer ni a los suyos, hasta el punto de que el miércoles, en el pleno del Congreso los socialistas utilizaron cuatro preguntas al gobierno de Sánchez para continuar allí su campaña electoral, algo que repitieron en el Senado.
Mucho me temo que el segundo debate será de mucho menos guante blanco y la agresividad contra el objetivo a batir será mucho mayor. También, espero que Mañueco sepa aguantar y recordar que “tras la tempestad viene la calma”, y que tras las elecciones llega la formación del gobierno y el cumplimiento del programa. Pero de esto hablaremos después del próximo debate.
Hasta el viernes que viene.