Me resulta llamativo que el término "reflexión" solo aparezca en los medios de comunicación, de una manera más destacada, cuando se vincula a la jornada previa a unas elecciones. Se insiste una y otra vez en que, después de unos maratonianos días de idas y venidas por el territorio donde se desarrolla la lucha electoral, los candidatos descansan de tan ajetreados recorridos Se supone, por otra parte, que los ciudadanos han estado atentos a las propuestas programáticas de los distintos partidos y hacen un descanso para meditar sobre todo lo visto y oído para decidir el sentido de su voto. Pero la realidad parece ser distinta, muy distinta. Ni los políticos se quedan quietos en sus casas descansando, pues en todos los noticieros aparecen paseando con sus familias y allegados, ni los ciudadanos reflexionan teniendo en cuenta que, según las encuestas, la mayoría ya sabe a quién votar casi desde el inicio de la campaña. Pero personalmente me sigue gustando que, de vez en cuando, declaremos un día como "jornada de reflexión". Suena bien. Sin embargo, para un ser racional, todos los días lo son o deberían serlo.
Aunque el diccionario de la Real Academia de la Lengua recoja distintos significados del término "reflexionar", sin duda me estoy refiriendo a la actividad del pensamiento que realiza un individuo de forma voluntaria, mediante la cual meditamos sobre hechos o circunstancias, con el objeto de sacar conclusiones sobre ello. Sin duda es uno de los actos más trascendentales y originales que pueda realizar el ser humano, pues solo él tiene capacidad de razonamiento. Su objetivo es poder indagar el mundo que le rodea y a sí mismo, comprender mejor su existencia y el mundo exterior.
Hay que destacar también, que una consecuencia importante de toda reflexión son las conclusiones a las que se llegan, derivando en muchos casos la necesidad del arrepentimiento por haber actuado de cierta manera, haciendo posible obtener un aprendizaje de ello. Por lo tanto, tenemos una dignísima actividad del pensamiento propia del hombre, voluntaria, para indagar el mundo, comprenderlo, sacar conclusiones, arrepentirse si es el caso y aprender.
Todo un ejercicio de racionalidad puesto al servicio del bien común.
Analizada así esta actividad me surgen una serie de cuestiones motivadas por una reflexión sobre la jornada. Me parece escaso, muy escaso, destinar sólo un día para esta finalidad, sabiendo que las citas electorales son espaciadas en el tiempo. Por otra parte, estoy considerando si no vendría nada mal que tal esfuerzo lo hicieran los partidos políticos, sus dirigentes y candidatos, antes del inicio de toda actividad preelectoral. Esto permitiría hacer un serio análisis de lo trabajado anteriormente, comprender mejor cómo se ha gestionado, sacar conclusiones, aprender de los errores y, además, arrepentirse. Con un ejercicio como el propuesto, estoy convencido de que los ciudadanos nos evitaríamos perder el tiempo escuchando mensajes, anuncios, palabras y propuestas de promesas incumplidas, de actitudes erróneas, equivocaciones manifiestas y prejuicios ideologizados destructores de la convivencia.
Nos beneficiaríamos del arrepentimiento que exige una seria, intensa y sincera reflexión. Evidentemente este noble ejercicio racional del hombre deberá repetirse en la jornada destinada a tal efecto y en el día posterior a la cita electoral. Pero el ciudadano de "a pie" tampoco puede escapar de esta tarea. Todos y cada uno de nosotros deberíamos hacer jornadas reflexivas antes y después de todo este momento electoral, sobre todo, creo yo, para sacar las conclusiones oportunas, aprender de algunos de nuestros errores y arrepentirnos si nuestra decisión definitiva materializada en el voto lo requiere. Claro está, tal ejercicio intelectual obliga a realizar, de vez en cuando, "un alto en el camino" y pararse a pensar sobre nuestra propia condición racional. Envolver toda una cita electoral en la "reflexión" engrandecería tal convocatoria, la humanizaría y la devolvería al lugar de donde nunca debió de salir: LA POLÍTICA (con mayúsculas)
Pero si tal ejercicio es complicado para el desempeño racional, humano y digno del quehacer político, al menos hagamos a lo largo de nuestra existencia de vez en cuando un "alto" y dedicar un tiempo a la reflexión, mirar a nuestro interior. No realizar esto, es la cobardía del mediocre.