Mario Moreno Cantinflas afirmó una vez que "nunca he sido pobre, solo he estado sin dinero, ser pobre es un estado mental y no tener dinero es una condición temporal". Da que pensar esta inteligente reflexión con la que muchos estamos de acuerdo. Muchas personas son honestas tengan o no dinero, otros políticos son honestos ganen o pierdan votos. Pero parece siempre que la mayoría tiene la honestidad siempre de vacaciones sople por donde sople el aire, careciendo de todo tipo de valores y empatía, al querer hacer que el viento siempre sople a su favor. El simple paso de un individuo valiente es no participar de la mentira. Una palabra de verdad pesa más que el mundo entero.
Ayer como hoy hemos asistimos de nuevo a mil y una intervenciones de candidatos a las elecciones, a las mil y una fotos y declaraciones. Más de lo mismo. Todos, en menor medida o mayor medida se dedican a como decían antes de los novios o de las novias: "prometer y prometer hasta meter". Puede sonar zafio, pero es lo que hay en nuestros políticos, la mayor parte de ellos con un perfil muy, muy, bajo. No arreglamos las goteras de nuestra casa, y nos prometen arreglar las goteras de un país que va a la deriva en menos de cuatro años. Parece que esta vez flota en el aire una gran incertidumbre.
Se sigue votando por miedo, por enfrentamiento, por comodidad o no se vota. Estamos acostumbrados a desconfiar de quien alguien airea la verdad, parece honesto e intenta cumplir lo que promete. No cambiamos así nos arruinen. Es comprensible que la rapidez o la vehemencia que pueden aparecer en un debate radiofónico o televisivo, o el deseo de elaborar un texto que evite repeticiones, lleve a utilizar palabras del español que se toman vulgarmente por sinónimos aunque no significan exactamente lo mismo y, algunas, hasta lo contrario. Cualquiera que se dedique a la escritura se habrá encontrado con ese problema, más si se trata de un texto científico como una tesis doctoral en que las palabras tienen hasta vigencias históricas que no llegan a los meses. Se empieza por simplificar y se acaban aceptando palabras que no son.
En estos días en los que se está hablando y escribiendo tanto sobre multitud de temas que nos preocupan o nos imponen se usan muchas palabras que nos llevan a equívocos, a sentirnos como ratón en corral de gallinas, pero que se aceptan. Unos apelan mientras otros llaman o señalan. Ayuda a estas reflexiones referirse a los "buenos" y a los "malos"; es decir, a los que actúan en este lado de la ley y a los que actúan en el otro. Quien secuestra es un delincuente, luego, siguiendo lo fijado por la Real Academia Española, valdría decir "secuestrador" (quien secuestra) o exactamente "pirata" (persona que, junto con otras de igual condición, se dedica al abordaje de barcos en el mar para robar). Deslizándonos a palabras menos usuales, "bandido" (persona perversa, engañadora, estafadora), "facineroso" (delincuente habitual) o "rufián" (hombre sin honor, perverso, despreciable), ejemplos de plena actualidad.
En fin, hay varias o infinitas posibilidades. Todos ellos sin duda se podrían usar para tildar a los que secuestran la democracia de nuestro país, a los corruptos que se la trae al pairo, ante la inoperancia de nuestra sociedad y de las instituciones que deberían de defendernos. Además de los silencios o no de los medios de comunicación, que informan o comunican según les va o los silencios de quienes deberían gobernarnos. Después de conformarnos con el "ya se hará". Deberíamos pensar que los "piratas" son "piratas" (definición exacta para quienes secuestran en el mar y no corsarios, ni nacionalistas, ni milicianos, ni totalitaristas), aunque al final puede que tengamos que aplicárselo a todos en este solar expoliado de nuestro país. Esperemos poder darle a cada cual lo suyo, porque si no podremos acabar desorientados o atontolinados como aquel del dicho: "El que aprende y aprende y no practica lo que sabe, es como el que ara y ara y no siembra". Para acabar repitiendo lo mismo una vez más.