Por fin el domingo votamos, el PP ganó las elecciones, pero para Fernandez Mañueco no han terminado los problemas, sino que me atrevería a decir que se han agravado, aunque nadie discute que Fernández Mañueco debe de ser el presidente. Ciertamente nadie, salvo el Sanchismo, discute la victoria popular, pero las urnas han dado un resultado un tanto complejo: una mayoría de votos para la derecha, que debe intentar formar gobierno, una derrota de la izquierda por mucho que lo intente disimular, la práctica desaparición de Cs como pronosticaban todas las encuestas salvo las de Tezanos, y la confirmación de escaños para la UPL que iguala su máximo histórico, la emergencia con fuerza de Soria Ya!, el hundimiento de Unidas Podemos que reduce su representación a la mitad el mantenimiento de Por Avila, grupo escindido del PP en aquella provincia.
Con este resultado es evidente que tan sólo el PP está en condiciones y tiene derecho a formar gobierno, pero a fe que no lo tiene fácil, porque su única posibilidad de hacerlo pasa necesariamente por algún tipo de acuerdo con Vox, lo que no es sencillo. Desde luego, sería incomprensible el aceptar la propuesta socialista de abstenerse a cambio de obtener la ruptura con Vox en toda España, obteniendo así su objetivo de trazar un cordón sanitario en torno a esta formación. Algo insinuado por el alcalde de Valladolid tan pronto como se dio cuenta de que el resultado en la capital del Pisuerga se traduciría en una mayoría para la derecha en el municipio capitalino. Pero las matemáticas, con o sin ideología de género, son tozudas y no hay otra solución, salvo una nueva convocatoria electoral, algo que no entenderíamos ni perdonaríamos los votantes del centro derecha.
Alfonso Fdez. Mañueco, con buen criterio, ha iniciado una ronda de conversaciones para explorar su disponibilidad a llegar a algún tipo de acuerdo que haga posible la gobernabilidad de la Región. Ya conocemos la postura del PSOE y la del único procurador de Cs que en ningún caso votaría a Mañueco. El resto de grupos minoritarios, sin un claro perfil político definido, no suman para formar gobierno, por lo que sí o sí, la gobernabilidad pasa necesariamente por un acuerdo con Vox, guste más o menos en Génova o en determinados sectores del PP, incluido mi maestro Aznar.
Los intereses que deben decidir son los de Castilla y León, por encima de los intereses partidistas de unos y otros. Yo, que no quiero dármelas de profeta, llevo meses, años quizás, instando a los líderes del PP y VOX a ignorarse recíprocamente en sus Intervenciones públicas porque, antes o después iban a estar obligados a entenderse, y ese momento ha llegado en Castilla y León.
Y llegados a este punto, ¿Cuál debería ser la solución? Pues teniendo en cuenta que ambos partidos surgen de un tronco común, y si analizamos los programas de ambos observaremos que son muchos más los temas en los que coinciden que en los que discrepan, y por tanto deberían nombrar una comisión que presidida por Mañueco elabore un programa para la próxima legislatura ignorando presiones ajenas. Lógicamente, toda negociación exige cesiones por ambas partes, y teniendo en cuenta que 31 son más que 13, parece evidente quién debe ceder más…
Finalmente, y hecho el recorrido anterior, llega el momento de decidir si la solución final pasa por la constitución de un Gobierno de coalición o un gobierno en minoría con apoyo parlamentario de Vox, y yo me pronuncio por esta segunda posibilidad. Y explicaré por qué: hasta el momento, Vox carece de experiencia de gobierno, excepto en algunos pequeños municipios y esta Comunidad es muy compleja, algo que conozco por experiencia y dudo que Vox cuente en estos momentos con cuadros suficientes para cubrir los puestos de gobierno que proporcionalmente les correspondería. Por cierto, sería el momento de reducir el número de consejerías, altos cargos, asesores… algo que exige Vox y que yo comparto. Pero es que no debemos olvidar aquello de que el pez grande se come al chico, y no hay más que ver lo que ocurrió con el CDS después de formar con nosotros gobierno de coalición en la época de Aznar o lo más reciente con Cs en estas elecciones.
Evidentemente es mi visión personal, que no soy más que un afiliado de base del PP desde 1984 y que no formo parte de ninguno de los órganos de gobierno del partido, lo que me da más libertad para expresar lo que pienso. Pero después de escuchar el exordio de Ione Belarra, cuyo único mérito para ser ministra es ser amiga de la amiga de Pablo Iglesias, me reafirmo en la necesidad de entendimiento entre los dos partidos de la derecha que, en mi opinión, es lo que pide el resultado electoral, por qué plegarse a las exigencias del sanchismo que desde su alianza con comunistas, separatistas, golpistas, filoetarras y antisistemas, exigen el aislamiento de Vox tachándole de extrema derecha, aunque hasta el momento está respetando escrupulosamente la Ley y la Constitución, sería absolutamente incomprensible. Y sobre todo viniendo la acusación de donde viene.
En fin, esto, como en las antiguas novelas por entregas, continuará. Mientras tanto, el lío del PP en Madrid que empezó con aires de vodevil ayer tomó tintes de tragedia, y no hay tragedia que finalice sin que rueden cabezas. Hasta el viernes que viene.