A la vista de los acontecimientos vividos en las últimas fechas en la política española, y muy particularmente en el Partido Popular, tenía decidido dedicar mis comentarios de hoy a estos hechos, y el nombre inicialmente elegido para mi columna era el de “La guerra de nuestros antepasados”, en recuerdo de la espléndida novela de nuestro paisano Miguel Delibes, aunque realmente me voy a referir a la guerra de nuestros sucesores, que no de nuestros antepasados, pero el lamentable espectáculo vivido en las últimas horas y muy particularmente en la sesión de control al gobierno del miércoles en la que Pablo Casado se despedía del Parlamento, y la reunión de la tarde noche del miércoles con los presidentes regionales del PP, me hace cambiar el título, por el de “Tu quoque fili mei”, aclarando a los no versados en latín o en la Historia de Roma que quiere decir “ Y tú también, hijo mío?”, frase pronunciada por Julio Cesar al comprobar que entre los senadores que le apuñalaban estaba su propio “hijo” Marco Bruto. En mi última columna presagiaba que lo que empezaba como un vodevil iba a terminar en tragedia y que rodarían cabezas, y ahí las tienen… y las que quedan por caer. La diferencia entre aquel apuñalamiento y el vivido estos días entre nosotros es que en Roma la víctima fue el todopoderoso dictador, muerto a mano y puñal de los senadores romanos y en este caso, el dictador sigue disfrutando de su trono en el Palacio de la Moncloa y la víctima es, injustamente, el primer representante de la oposición.
¿Quiere esto decir que Pablo Casado y su equipo lo hayan hecho todo bien? Ni lo dije nunca ni lo diré ahora, a diferencia de muchos de los que hoy manejan el puñal, que por cierto muchos adquirieron gracias a quien ahora atacan, por eso soy de los que creen que el espectáculo que estamos viviendo es lamentable. De la lucha por el poder en el Partido Popular en Madrid no hay un único responsable. Es más, me atrevería a decir que ni Pablo Casado ni Isabel Díaz Ayuso son los instigadores de esta batalla, sino que habría que buscar en sus “entornos”, que con su obsesión por agradar al “mando”, terminan complicándoles la existencia.
Siempre, desde que España recuperó la democracia, en los grandes partidos, PP y PSOE, los dos máximos responsables de ambos partidos se repartieron con sus segundos los papeles de “poli bueno y poli malo”, y no hay más que pensar en las parejas González-Guerra, Aznar-Cascos y Casado-Egea, por citar tres ejemplos. Y todos tenemos muy claro que el papel más difícil es el del “poli malo”, que muchas veces no hace sino cumplir las órdenes del jefe. Así para Guerra su obsesión era la absoluta lealtad de los afiliados al jefe, (“El que se mueve no sale en la foto”), o que Alvarez Cascos era conocido como el general secretario y no como el secretario general. En el caso de Garcia Egea nadie puede dudar de su lealtad a Pablo Casado, independientemente de que sus formas hayan sido más o menos acertadas en su obsesión por controlar las estructuras del Partido en toda España.
Pero la desbandada entre los cargos del PP a la vista de las encuestas, de la postura de los periódicos tradicionalmente más próximos al Partido Popular, alguno de los cuales editorializó muy duramente contra Casado exigiendo su dimisión inmediata, (de los otros para qué hablar), me han producido una sensación de vergüenza ajena, y especialmente, quienes el martes pedían sin recato la cabeza de Casado y el miércoles teatralizaban su apoyo puestos en pie en el Congreso de los Diputados. En mis 38 años de militancia en el PP nunca viví una situación igual.
Pablo Casado, en mi opinión el mejor orador que hay hoy en el Parlamento y posiblemente en la política española, a la vista de la situación ha decidido dar un paso al lado para frenar la caída del respaldo ciudadano al Partido y la desafección de muchos de sus supuestamente leales. y ha decidido convocar sucesivamente al comité de dirección, a la junta de presidentes regionales del partido, e incluso a la Junta Directiva Nacional con la intención de convocar un congreso nacional extraordinario para elegir un nuevo presidente. Yo no pretendo decir que el mandato de Casado esté exento de errores: su acceso a la presidencia a través de un sistema de primarias harto complejo y que yo suprimiría, incluidas las propias primarias, el ataque personal contra Santiago Abascal en el debate de la fracasada moción de censura de Vox, el inmenso poder que delegó en su secretario general, la obsesión por evitar que Isabel Díaz Ayuso acceda a la presidencia regional del partido, y sobre todo, las muy graves acusaciones que realizó contra ella en la entrevista con Carlos Herrera en la Cope, son los grandes errores que yo he percibido en la gestión de Pablo Casado al frente del Partido. Pero como yo he defendido las causas perdidas, tengo que lamentar el abandono al que le han sometido quienes él consideraba los más fieles.
En la mente de todos está el nombre de Alberto Núñez Feijóo, a quienes algunos intentamos convencer para que presentara su candidatura en el último congreso, como nuevo presidente del PP. Su trayectoria profesional es impresionante, pues al margen de su gestión en los distintos puestos que ha ocupado en la comunidad gallega que sus paisanos han reconocido concediéndole cuatro mayorías absolutas, su paso por la Dirección General del Insalud y la Dirección General de Correos fueron irreprochables, lo que ha sido reconocido por propios y extraños. A mí, me parece el mejor colocado y el más cualificado para recomponer el partido. En la reunión nocturna con los dirigentes regionales se nombró a Esteban González Pons y a Cuca Gamarra para pilotar el partido hasta el 2 de abril, fecha prevista para la celebración del congreso.
Y mientras los peperos continúan discutiendo si son galgos o podencos, la oposición en la Asamblea Madrileña sigue acosando a Díaz Ayuso, investigando a su hermano, su exmarido, su exnovio y hasta su madre jubilada hace 15 años, y lo hace, entre otros quien fue obligada a devolver 13.000€ cobrados indebidamente de la propia Asamblea. Y eso sí, frente a los cientos de miles de euros adjudicados por Ayuso, cuyas facturas ha hecho públicas la Presidente madrileña y sobre las que la fiscalía dice no encontrar indicios delictivos, no hablamos para nada por los cientos de millones de euros adjudicados por el exministro Illa a sus amigos y pequeños empresarios de su pueblo sin experiencia alguna en el sector sanitario y sobre lo que se niega a facilitar información alguna mientras la fiscalía calla, o las múltiples fechorías económicas del exministro Ábalos, sobre cuyo fulminante cese seguimos sin obtener explicación alguna. Y es que no tenemos remedio.
Terminado de escribir cuanto antecede me hacen llegar un artículo de Jorge Bustos sobre Pablo Casado cuyo duro contenido comparto y recomiendo leer a los interesados en el tema.
Y ahora sí, Hasta el viernes que viene.