Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio; contigo porque me matas, y sin ti porque me muero. La letra de la popular copla le ajusta como traje a medida a Alfonso Fernández Mañueco, presidente in pectore de la Junta de Castilla y León: el pacto con Vox lo está matando, pero sin Vox estaría muerto. Esta es su paradoja.
Que en política no hay amigos es algo que sabe cualquiera: solo hay intereses. El revolcón con Vox ha convertido a Mañueco en un apestado de la noche a la mañana. Sus amigos de ayer ya han empezado a despellejarlo. El primero, Pablo Casado, quien se apresuró a informar al Partido Popular Europeo, presidido por el polaco Donald Tusk, del polémico pacto de gobierno en Castilla y León entre PP y Vox.
En la Unión Europea hay honda preocupación por el ascenso de partidos radicales y antieuropeístas, como es el caso de Vox. De ahí que Tusk calificara el pacto de “triste sorpresa”. Unas declaraciones que han tenido amplio eco y que arremeten directamente contra el proyecto de moderación que pretende impulsar Núñez Feijóo en la nueva etapa que se abrirá en el PP a partir del congreso nacional del 1 y 2 de abril.
El propio Feijóo, hasta hace poco incondicional de Mañueco (se comprobó en el congreso del PP de Castilla y León de mediados de enero y en varios mítines durante la campaña electoral) se desmarca del pacto con Vox con unas elocuentes declaraciones: “Es mejor perder el Gobierno que ganarlo desde el populismo”.
Falsa victoria
Otro amigo incondicional del líder del PP castellano y leonés era Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía. Como Feijóo, Moreno acompañó a Mañueco en el congreso regional y en varios mítines de la campaña electoral. Sin embargo, con las elecciones andaluzas a tiro de piedra, echa ahora balones fuera y marca distancias: “Andalucía es Andalucía y Castilla y León es Castilla y León”
O sea, el lío no ha hecho más que empezar, y a Mañueco los amigos de ayer se le caen como hojas de otoño. En política lo único que importa es la victoria. Y la de Mañueco fue una falsa victoria. Porque, aunque el PP consiguiera el mayor número de procuradores, para mantenerse en la presidencia de la Junta ha necesitado los 13 escaños de Vox. Ese amargo triunfo consumó el peor escenario que se barajaba el PP.
El asunto tiene gran trascendencia para los populares. Se observan ya dos claras tendencias internas: la liderada por Núñez Feijóo, que considera que el pacto con Vox perjudica notablemente las aspiraciones de gobierno del PP, y la encabezada por Isabel Díaz Ayuso, a la que se suman Esperanza Aguirre y Cayetana Álvarez de Toledo, que estima que, a corto plazo, solo un pacto entre PP y Vox brindará a la derecha política los votos suficientes para recuperar el gobierno de España.
Vox, mal menor
La contrapartida a este pacto es que muchos votantes moderados, ante la certeza de que votar PP significará aupar a Vox a muchos gobiernos regionales y municipales, acaben depositando su voto en el bolsillo del PSOE, es decir, de Pedro Sánchez.
Es justamente la tesis que se manejó en el seno del propio PSOE. De ahí que Sánchez impidiera a toda costa que los 28 procuradores socialistas de las Cortes de Castilla y León facilitaran a Mañueco un gobierno en minoría, que era la tesis de algunos dirigentes socialistas locales, v,gr., los alcaldes de León y Valladolid. El PSOE ha preferido el mal menor de ver a Vox presidiendo un parlamento autonómico y formando parte de un gobierno regional para, de este modo, favorecer los intereses de Pedro Sánchez en los próximos comicios generales, que incluso podrían celebrarse este año.
De momento, a Mañueco le llueven los mamporros. Sin embargo, la paciencia es una de sus mayores virtudes. Hoy parece más bien un político en agonía. De hecho, su pretensión oculta de dar el salto a la política nacional se ha desvanecido. Pero, quién sabe, acaso mañana se le vea como el pionero de la fórmula mágica que logró que la derecha retornara al gobierno de España.
Porque, si uno se fija, el horizonte inmediato del PP nacional es el mismo que el de Mañueco: Vox me mata, sin Vox muero.