Hace justamente cuatro semanas, titulaba mi columna: “Y ahora Mañueco tiene la palabra”, y en esas estamos. En las distintas columnas que he dedicado a las elecciones en Castilla y León, he venido expresando libremente lo que pensaba desde que se disolvieron las Cortes Castellanoleonesas, e incluso antes expresé que el matrimonio PP-Cs en el gobierno regional era un matrimonio de conveniencia y tan pronto como Mañueco detectó movimientos “sospechosos” en su vicepresidente y un futuro halagüeño en las encuestas electorales, Mañueco apretó el botón rojo, algo que fue bien visto en Génova.
Entonces pronostiqué el triunfo del PP, pero más modesto de lo previsto en las encuestas, el fracaso de Cs, del PSOE y de Unidas Podemos, así como la ausencia de mayorías absolutas. A la vista del resultado, e iniciados los primeros contactos de Mañueco con los distintos grupos y las exigencias de alguno de ellos, me atreví a asegurar que a Mañueco sólo le quedaba llegar a algún tipo de acuerdo con Vox, y me manifesté partidario de un gobierno monocolor con un apoyo parlamentario pactado en un programa común, (que a buen seguro es lo que le hubiera gustado a él), y concesiones en la mesa de las Cortes pero la intransigencia de Vox y particularmente la de su presidente nacional lo ha hecho de todo punto imposible, y su contraoferta era como la del plato de lentejas…”si quieres las comes, y si no…”
En fin, que Alfonso Mañueco sólo tenía dos opciones: o disolver nuevamente las Cortes y repetir las elecciones o aceptar las exigencias de Vox. En el primer caso, algo que Fernández Mañueco había descartado desde el primer momento consciente de que en un nuevo proceso electoral el PP sería fuertemente castigado por sus votantes que en una parte se quedarían en casa y en otra buena parte se iría con Vox mientras el PSOE saldría reforzado pudiendo incluso ganar las elecciones. Y creo que, leído el acuerdo PP-Vox estructurado en 12 ejes y 31 acciones, firmado y hecho público por Vox y las reacciones hechas públicas por los partidos de izquierda, los sindicatos subvencionados y los medios apesebrados y afines, Mañueco ha acertado plenamente.
Alguien, desde el espectro electoral del PP y de Vox tiene algo que cuestionar al programa pactado y hecho público, partiendo de la base de que en una negociación las dos partes deben de ceder. En todo caso, los pactos son públicos, y yo al menos no puedo poner un pero a ninguno de los puntos acordados. Si es así, que lo digan y si no, “que callen para siempre” como decían en las bodas. Y sería bueno que los líderes nacionales que conocían y habían dejado las manos libres al candidato para dar una salida digna a la situación, fueran consecuentes.
De momento, Feijóo y González Pons han matizado sus declaraciones iniciales y respaldado el acuerdo. Respecto de Pablo Casado, a quien siempre he defendido, me gustaría verle aclarar las declaraciones que se le atribuyen en Bruselas. Al menos, el presidente del Grupo Popular Europeo ya ha rectificado y a todos ellos les pediría que dejen hacer a quienes en Castilla y León tienen que seguir negociando y eviten aquel eslogan de mayo del 68 de: “sé coherente, pide lo imposible”.
Pero si a alguien le cabe alguna duda del acierto de la decisión tomada, basta con leer o escuchar a quienes están de acuerdo con descalificar el acuerdo a base de demonizar a la supuesta extrema derecha como ellos califican a Vox, empezando por aquellos peperos que han olvidado los Pactos del Tinell y el cordón sanitario pretendiendo aislar al PP, o al propio alcalde de Valladolid que reclamó inmediatamente la abstención del PSOE tras comprobar que el resultado en Valladolid trasladado a las municipales daría la mayoría absoluta a un nuevo pacto PP-Vox.
Y qué decir del analfabetismo de Adriana Lastra, que por descalificar el acuerdo llega a afirmar que “el acuerdo nos retrotrae 40 años atrás” y que 2.022 menos 40 son 1.982… y ¿Quién gobernaba en 1.982? Pues eso. Está claro que Adriana Lastra no vio Barrio Sésamo.
Ahora os invitaría a no escuchar a quienes siguen hablando de extrema derecha para referirse a Vox, que siendo una derecha conservadora, es respetuosa con la Constitución y las Leyes, y a la que ciertamente le gustaría cambiarlas pero respetando el procedimiento, y no quieren romper España, ni son homófonos y ni han intentado dar un golpe de estado ni pactar con filoterroristas. Y justamente quienes los descalifican, no hablan nunca de extrema izquierda, a la que muchos de ellos pertenecen ni respetan la Constitución, las Leyes ni las instituciones.
¿Y si al final el experimento de Mañueco resulta ser un éxito?
Si al final logra moderar a sus socios, especialmente en sus manifestaciones orales, (qué tal si Ortega Smith está calladito una temporada), recortan el gasto público innecesario y el número de asesores y altos cargos en la administración autonómica, bajan los impuestos, recortan subvenciones y chiringuitos y defienden los intereses de los castellanoleoneses como nos han prometido, aunque la subida de sueldos para los procuradores y la Mesa de las Cortes no es el mejor comienzo… Y lo que es más importante, si demuestran que existe una alternativa al Gobierno Sanchezstein desde la derecha. Y mucho me temo que eso está detrás del furibundo ataque que desde la izquierda en sus múltiples versiones se está dedicando al pacto.
Y si les parece que exagero, juzguen ustedes: El presimiente Sánchez asegura que “el pacto del PP con la ultraderecha es un momento crítico para la democracia” (Por supuesto los suyos con la ultraizquierda, los golpistas, los separatistas y los herederos de la ETA son un ejemplo de democracia, y que le gustaría que el PP se pareciera a la derecha alemana, lo mismo que me ocurre a mí con el PSOE y la socialdemocracia alemana). La ministra de Hacienda aseguró tras conocerse el pacto que era un “objeto de preocupación no sólo para el Gobierno sino para toda la gente progresista”.
El ministro Bolaños aseguraba que “Castilla y León va a ser la primera región de Europa gobernada por la ultraderecha” y calificaba a Vox como un “partido contrario a los valores constitucionales y contrarios a los derechos de las mujeres y de la igualdad de hombres y mujeres”.
Adriana Lastra, además de demostrar que no sabe restar califica el acuerdo de “Pacto de la vergüenza” afirmando que este nuevo PP es el más viejo de todo… Iñigo Errejón carga contra Feijóo afirmando que su primera decisión es meter a la extrema derecha en el gobierno de Castilla y León … y es una decisión que le va a hipotecar. Pero lo que realmente preocupa a la izquierda, la extrema izquierda, los separatistas, los golpistas y los Bilduetarras no es que Vox entre en el Gobierno de Castilla y León, sino que sume con el PP una mayoría alternativa que los desplace a ellos de las Instituciones.
Luis Tudanca, aspirante socialista a la Presidencia de la Junta afirma que “el pacto pasará a la historia de la infamia”, recordando que “la extrema derecha vuelve a gobernar en España 40 años después y lo hace en Castilla y León, defendiendo el cordón sanitario en torno a Vox. Francisco Igea, el vicepresidente perdedor afirmó que “es un día desgraciado y obscuro para la Comunidad y para España”. Y Pablo Fernández, el podemita perdedor afeó que Mañueco “se ha postergado, doblegado, arrodillado y bajado los pantalones ante Vox”.
Para el secretario general de CCOO en Castilla y León “es un día triste para Castilla y León… y muy mala noticia”, asegurando que esta decisión conllevará “el retroceso de libertades, derechos y representación “
Monserrat Mínguez afirma en El Periódico que “La extrema derecha no ha venido a proteger a ningún trabajador, ha venido a aplastarlos… no ha venido a defender a nadie y mucho menos a las mujeres”, para terminar asegurando que hay partidos que, aunque lleven en sus eslóganes la libertad, les da miedo conseguirla. Y mira por cuanto en esto sí estoy de acuerdo con ella, pero me temo que los destinatarios de esta afirmación serían otros…
Javier Carballo en El Confidencial afirma que “España no es un país de extremos, el sectarismo de la clase política hace inevitable… que sean imprescindibles para formar gobierno”, y considera un mal menor que los dos extremos de la política española, Vox y Podemos participen en coaliciones con el PP y el PSOE. Ni que decir tiene que la opinión de Ignacio Escolar, y todos sus colegas de la Sexta, el País, la SER y todos los medios subvencionados por el Gobierno se pronuncian en el mismo sentido.
En sentido contrario se manifiesta, entre otros Francisco Marhuenda en su periódico, afirmando que “el acuerdo entre Mañueco y Garcia Gallardo… es un buen pacto para Castilla y León”, (opinión que comparto), y asegurando que “la reacción rabiosa e indocumentada de la izquierda política y mediática se fundamenta en una confrontación de trincheras.
“El PP puede pactar con Vox pero lo tiene que hacer sin complejos con orgullo y defendiendo sus posiciones”. Y eso es precisamente lo que ha hecho Alfonso Fernández Mañueco.
Y termino de escribir sin conocer qué carteras se ceden a Vox y quienes estarán al frente de ellas, pero espero de la prudencia de Mañueco que no ceda las fundamentales y deseo que el experimento castellano leonés sea un ejemplo que pueda repetirse en toda España hasta llegar, ahora sí, a la Moncloa. Que Dios me oiga…
Y por supuesto, una semana más en Valladolid siguen los atascos, los ciclistas invaden las aceras y el alcalde continúa incumpliendo la Ley. ¿Hasta cuándo?
De momento, hasta el viernes que viene.