Predecir el futuro es una tarea en principio imposible. ¿Quién hubiera previsto hace unos años que pasaríamos por una pandemia sin precedentes en todo un siglo? ¿O, más recientemente, que Rusia invadiría Ucrania con una vesania terrible, poniendo en vilo al mundo entero?
Incluso a nivel doméstico se producen hechos impensables, aunque de menor calado, como la destitución en el PP de Pablo Casado tras su enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso.
Por eso, no conviene hacer previsiones, sino ceñirnos a los hechos. Si no, nos pasará como a Núñez Feijóo, que creyó en la promesa de Pedro Sánchez de pactar bajadas de impuestos, cuando el jefe del Gobierno se dedica a hacer precisamente lo contrario.
Ahí entramos ya en el terreno previsible, porque de lo demás no sabemos nada de nada: ni cómo acabarán el precio de la luz y los carburantes, si la tasa de inflación alcanzará los dos dígitos, si se llegará a producir desabastecimiento en los mercados, qué pasará con agricultores y ganaderos, si los transportistas conseguirán sus reivindicaciones, si se calmará la calle con tanta manifestación de malestar ciudadano,…
Como ven, son muchas incógnitas frente a pocas certidumbres. La única, la mayor presión fiscal, pese a que Sánchez cuente triunfalmente con los fondos de la UE para la recuperación económica, que le harán sacar pecho en su momento.
Aun así, nada será suficiente frente al aluvión de subvenciones y bonificaciones que prodiga este Gobierno, incapaz de frenar los gastos estrictamente políticos y no productivos. Por eso, no es de extrañar si de aquí a nueve meses todas las conversaciones de tertulianos televisivos y todos los artículos periodísticos tengan que referirse de una u otra manera al terrible déficit de las cuentas públicas que nos espera, pese a la mayor presión fiscal, al empobrecimiento general de los españoles y al aumento de una ya crecida deuda pública que no se podría pagar ni con todos los ingresos del país en un año entero.
Así que el tema de conversación dentro de unos meses ya está garantizado y será, en resumen, el agujero negro de nuestra economía y la penuria general a que estaremos sometidos los ciudadanos.