La base de toda sociedad civilizada se encuentra en sus valores, sobre ellos se estructura el modo de vida y de relacionarse los ciudadanos, de manera que, un modelo que se construye sobre la base del humanismo cristiano, genera un edificio: el Estado Democrático y de Derecho.
Gracias al desarrollo de la cultura cristiana, con todo tipo de claros y oscuros que se busquen, permite el nacimiento de lo que se conoció como Escuela de Salamanca, germen de los Derechos Fundamentales, de la igualdad de los seres humanos, la superación del esclavismo y, su impulso en Hispanoamérica, supuso, frente al modelo esclavista, el desarrollo de universidades y estructuras político-sociales que amparaban al indígena y los derechos de estos. La igualdad de los seres humanos se alza sobre la idea de ser hijos de Dios, de donde se colige la igualdad de todos los seres humanos, independientemente de su sexo, origen, raza e incluso religión, lo que permite considerar que el esclavo o el indio, que inicialmente eran semovientes sin alma ni dignidad, tengan reconocida y alcancen, junto con el resto de hombres, la condición de hermanos, iguales y semejantes a Dios.
Esto puede no gustar, ser combatido e incluso denostado, pero no permite discusión que, sin esa idea, el alcanzar los modelos de libertad, igualdad y desarrollo cultural, que se consigue en occidente, no hubieran sido posibles, pues, de forma empírica, se demuestra que, en aquellos ámbitos no desarrollados sobre la cultura cristiana, no se ha desarrollado del mismo modo la democracia, la libertad y la defensa del ser humano. Europa no hubiere sido posible, ni se hubiere desarrollado, sin el sustrato de la cultura cristiana, es más, en el momento presente, en el que el ataque contra los fundamentos cristianos tiene su auge, resulta evidente que la Declaración de Derechos Humanos no obtendría ni el respaldo, ni la firma de los países que la suscribieron y que hoy la incumplen.
La implantación de la cultura del relativismo, de la negación de verdades absolutas, del sometiendo del conocimiento y su validez a contextos históricos temporales o ciclos culturales mutables, argamasado por un laicismo radical que sostiene una independencia entre el Estado y cualquier religión como ámbitos irreconciliables, combatiendo la aconfesionalidad del mismo, como modelo en el que el Estado no asume confesión alguna, pero admite la existencia de ambos ámbitos del proceso vital, conforman un modelo de eliminación de los valores que construyen la sociedad hispana desde la era romana hasta nuestros días.
La inoculación de elementos culturales que no reconocen la existencia de valores supremos permite el desarrollo de sociedades sin un objetivo, sin un norte, sin valores y, por ende, cuestionan la supremacía del ser humano sobre las estructuras políticas, de la libertad sobre las decisiones del Estado, de la verdad sobre la mentira, vestida con sus galas en los denominados "constructos", "relatos" "postverdad" que conceden el halo de modernidad a la falsedad más descarnada, en interés de la dominación Huxleyniana del mundo.
La defensa de los valores cristianos no es exclusiva de los comprometidos con la fe, sino de aquellos que, comprendiendo nuestro pasado, quieren un desarrollo en el futuro y defienden para ello la libertad del ser humano, la vida como valor supremo, la verdad como elemento indestructible y conformador de la libertad, la familia como célula social imprescindible, la democracia y el derecho como la búsqueda de la solución justa a los problemas y conflictos sociales, frente a la concepción del mismo como un acto arbitrario de la voluntad del gobernante que lo convierte en instrumento de opresión ideológica, la unidad nacional como ámbito natural de convivencia y la corona como representante del Estado que evita la confrontación política.
Frente a los diferentes intereses que combaten todos estos valores, la sociedad, hasta ahora, no ha actuado, se ha visto inerme y/o traicionada por aquellos que podían haberla defendido. De este modo, surge un instrumento que busca aglutinar a todos los que defienden ese modelo cultural, cualquiera que sea su espacio político, pero que estén dispuestos a ser activistas en al defensa cultural. No es una construcción partidista, no es una institución política, no busca la competencia o invasión política, sino una actuación cultural en defensa de los valores culturales judeo cristianos.
Como un movimiento social, cultural, en defensa de los valores expuestos, nace NEOS, acrónimo de Norte, Este, Oeste y Sur; es decir, como referencia a la brújula. Como lluvia fina que moja el terreno, sin ánimo de confrontación, pero sí con la solidez y solvencia precisa, nace en Castilla y León, en cada una de sus provincias, en Salamanca, el movimiento NEOS, búscalo, únete, apóyalo, crea un sustrato de defensa cultural frente al antagónico y destructor relativismo.