La cabra siempre tira al monte. El presidente de las Cortes de Castilla y León, Carlos Pollán (Vox), parece que confirma el dicho. Su monte es León, donde transcurren buena parte de sus actos institucionales desde que se estrenó en el cargo.
El último, el organizado en la campa de las gestas del Paso Honroso de Hospital de Órbigo por la Academia Básica del Aire, en el cual Pollán ha reiterado su juramento de fidelidad a la bandera española y ha podido exteriorizar sus sentimientos patrióticos —“Mi amada España”, etc. —, tan acordes con la línea de Vox y de otras muchas formaciones políticas.
La exhibición de tanto sentimiento patriótico aquí y acullá (el mundo está expectante ante el desfile patrio de mañana del ejército ruso en la Plaza Roja de Moscú) nos resulta cansina. Sobre todo, porque uno acaba de regresar de Cuba, país en las antípodas del credo ideológico de Pollán, donde los cartelones con el lema ‘Patria o muerte’ inundan ad nauseam fachadas de edificios y carreteras.
La frase ‘Patria o muerte’ la pronunció Fidel Castro en un discurso de 1960 y, rápidamente, se convirtió en el lema principal de la Revolución Cubana, hasta el punto de que incluso figura en las monedas y billetes. Plantea una disyuntiva deletérea que admite variadas interpretaciones y acaso ninguna buena.
Frente a este dilema semántico patria/muerte, la oposición cubana ha adoptado un eslogan copulativo, ‘Patria y vida’, que es el título de una canción publicada en febrero de 2021 y popularizada por raperos cubanos. ‘Patria y vida’ se ha convertido en la principal enseña de los movimientos de oposición al régimen castrista y fue el grito que corearon los manifestantes en las inusitadas protestas sociopolíticas del 11 de julio del pasado año a causa de la precariedad económica de la isla.
Por supuesto, si viajas a Cuba, no se te ocurra gritar ‘Patria y vida’ en la calle, porque en menos de dos minutos te rodeará una docena de coches de policía.
La exteriorización que hizo Pollán de su patriotismo en Hospital de Órbigo nos arrastra a la reflexión sobre el concepto. “Mi patria son mis zapatos”. No consigo recordar a qué escritor portugués leí por primera vez esta sentencia. Puede que fuera a Fernando Pessoa, al que se honra con una estatua frente a una cafetería en el barrio de Chiado de Lisboa. Lo cierto es que la frase campanillea en mi cabeza desde hace años.
El concepto ‘patria’ es polisémico y ha ido evolucionando a lo largo del tiempo, desde “la tierra del padre” a la que aludía el término latino primitivo hasta la acepción de los ilustrados, que vinculaba la patria con el bienestar de las personas. Fue el conde de Mirabeau, famoso ilustrado, quien acuñó en primer término la frase “uno lleva la patria en la suela de los zapatos”, ampliando la noción con las ideas de progreso, libertad y buen gobierno.
En una sociedad democrática no concibo mayor acto de patriotismo que pagar los impuestos que corresponden a cada cual. En consecuencia, España está atestada de abnegados patriotas que no necesitan exhibir su patriotismo ni gritar “Amada patria” para sentirse tales y ser reconocidos como defensores apasionados de su país.
El problema de Cuba y de tantos otros países que prostituyen el significado del término para adaptarlo a los intereses de sus dirigentes es que la palabra ‘patria’ resuena en todas las esquinas mientras el pueblo está privado de libertad y se muere literalmente de hambre.
Aquí coincido plenamente con el castizo: “Eso, ni es patria ni es ná”. Porque lo importante no es el folklore, las formas, sino el fondo, señor Pollán, ay.