A nuestro presidente de Gobierno se le llena la boca vendiendo que ellos son un gobierno de izquierdas y progresista, pero se dedica a eliminar los controles democráticos y eliminar los modelos del marco de juego para reconstruir un nuevo modelo totalitario, en el que se persigue al disidente (lo dijo el Coronel Santiago y nadie hizo nada), que engaña a los ciudadanos con todo tipo de expertos que no existen, colocando a la esposa del presidente en una Institución privada con categoría de catedrática sin tener siquiera la licenciatura o el grado, una fiscal de tercera se promociona como diputada y se encumbra a ministra y, de forma directa, a fiscal General del Estado, comiendo con delincuentes, policías corruptos... etc, podía estar horas pero, finalmente, podemos concluir que podrá ser un gobierno de izquierdas, pero lo que no es, por mucho que se empeñen, es progresista, sino regresista.
La democracia se construye sobre la base del desarrollo de modelos cada vez más sólidos de control del poder político, aquel que los elimina, los deteriora, los manipula o los reduce, no progresa, sino que regresa a otros momentos en los que el control era menor, es decir, empobrece, deteriora y no avanza, sino que retrocede.
El Sanchismo reconstituye los modelos de la segunda república en los que se deseaba la guerra, se buscaba la guerra, se asesinaba al líder de la oposición y se dirigía al país a una república socialista soviética y/o asamblearia, a imagen de las existentes en la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas de las que se defendía su modelo democrático eliminador de la libertad.
Uno de los modos de regresar al pasado es reescribiendo el mismo, ocultando los hechos, escondiendo la realidad, alterando la historia, destruyendo los archivos, libros, documentos, la transmisión de lo sucedido, aplicando el modelo Hitleriano de quemar los libros o destruyendo los archivos, pues quien no puede ver, leer, estudiar o revisar los documentos del pasado y los hechos recogidos en ellos, no alcanzará nunca una visión veraz de lo sucedido.
En ese modelo regresivo se enmarca la Ley de la Memoria Histórica, que busca la manipulación de la misma, pues toda ley que pretenda encauzar en una u otra dirección los sucesos, busca ocultar aquellos que no les benefician, blanquear las acciones que interesen y malignizar aquellos personajes que se quieran eliminar, pues la historia debe de ser libre.
En ese patrón socialista y regresivo se elimina la historia de las aulas, impidiendo que los futuros ciudadanos conozcan el paso de su patria, la grandeza de lo hecho, el valor de lo acaecido y la fuerza de nuestro pasado para, con ello, poder redirigir sus vidas, ocultando el valor de libertad que ha alcanzado nuestro pueblo gracias a la cultura cristiana.
Impedir el conocimiento del pasado permite su repetición, elimina modelos de oposición y de cultura y facilita alterar el presente para manipular el futuro, de forma que, afirmar la progresía de un gobierno que impide el avance, la mejora y el desarrollo de un pueblo, es una contradicción in terminis, pues el avance siempre se debe de fundamentar en un conocimiento sólido de la realidad conformada por un presente y un pasado que permiten mejorarlos para realmente progresar.
No se puede progresar ocultando nuestro pasado, destruyendo nuestro acervo documental, impidiendo o limitando el estudio de la historia en la educación básica o rompiendo las unidades archivísticas.
En Salamanca, el archivo de la historia de la guerra civil podría fortalecerse, engrandecerse y elevarse de categoría si, en lugar de desmembrarse, se recuperase toda la documentación entregada a terceros inexistentes o entidades que sólo pretenden su destrucción, de modo que preservemos la verdad histórica documental.
Los que han desarrollado el proceso de disección del archivo lo hacen para ocultar la verdad desvelada en los documentos del mismo, manipularla en pos de un interés político o, simplemente, para que se pierda la verdad documental de un momento fundamental de nuestra historia.
No lo defienden aquellos que dicen defenderlo, pero acepta las "órdenes del jefe", amenaza a los defensores del archivo, insultando e intentando amedrentar a los que exigen al gobierno su reconstrucción, para con ello preservar una forma de recuperar la historia, de evaluar la documentación y comprobar cómo se vivió el momento concreto a la luz de ese momento y no con el monóculo del presente o de una ideología, sea esta la que sea.