Un burro puede fingir ser un caballo pero tarde o temprano rebuzna. España ha caído, en un todo vale, que lo arregle otro, tonto el último, o sálvese quién pueda, en definitiva, en un idiosincracia de la que va ser difícil salir, si la sociedad no se regenera y si no aplicamos las leyes de forma tajante y rápida. Tenemos un presente difícil marcado por el bombero pirómano y su paquete anticrisis, que es lo mismo que nada, y una frontera sur que no somos capaces de gestionar. Dan un vale para llenar el depósito y comprar una sandia, a declarar en la próxima declaración de la renta. Un paso más para la quiebra y alargar la agonía. No sabemos si al final los bancos darán créditos para comprar sandías o melones. La actualidad da para escribir sin parar sobre cosas chulísimas.
De momento sabemos como siempre que la inflación sube por la alta demanda, y que el banco central europeo sube los tipos de interés para que la demanda baje. Con los tipos altos la gente demanda menos productos, y a menos demanda la producción baja por lo que sube el paro y la recesión. Así están las cosas.
Llevamos tiempo esperando noticias de gran magnitud como que alguna cantante ha salido del armario después de conocerlo desde hace 25 años, que no se pone una bandera en un ayuntamiento y que Corea del Norte ha entrado en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU preocupada por la vulneración de derechos que se da en Israel. Vivimos momentos distópicos sumados al bochorno de intelectuales prominentes defendiendo el derecho al aborto, por una simple cuestión pecunaria, de maldad, pero sobre todo de afinidad con el poder y con las falsas corrientes liberales que desembocan en el terco pensamiento único que banaliza la dignidad humana.
Como siempre la vida cultural, social y política de nuestro país se sigue alimentado de mitos, de imágenes prefabricadas y, sobre todo, de frases hechas que han servido para crear la sensación de que se está por encima de todo, aunque a veces no exista coherencia entre lo que se dice y lo que se hace. El falso progre y el falso progresismo es y ha sido, además de ir engordando, el gran modelo de lo que muchos dicen ser y alimentan para vivir de espaldas a sí mismos y a los demás, en pocas palabras a la honradez.
Muchos y muchas de estas almas simples, de moral e ideas también distraídas, según toque, por moda e imagen se creen por encima de los demás. Siempre parecen hacer lo correcto porque todo lo que hacen es moderno, es progre, inclusivo y sostenible, y se opone o está por encima de lo correcto o establecido.
Siempre ha sido correcto amar a la patria, defender la bandera, respetar el himno, respetar la ley, la familia, combatir la corrupción, defender la igualdad, decir la verdad, denunciar a los traidores, violadores, pederastas y demás desviaciones, además de los maltratos, defender la historia real, los derechos, las obligaciones, los valores éticos y morales, perseguir a los asesinos, ensalzar a la educación, respetar a los mayores, creer en Dios, en la justicia en la ley y el orden y pagar los impuestos.
Ha sido chocante ver y oír las declaraciones de unos y otros apenados de saltarse las sentencias de la justicia o de tener que apoyar a delincuentes, pederastas y asesinos un día sí y otro también; mientras no sabemos donde van a parar algunas maletas que no ya sobres, ni el dinero de los uno y mil chiringuitos que se inventan unos y otros. El 17 de marzo el gobierno entrego a un youtuber, exmilitar y disidente argelino que residía en España para que fuese preso y torturado sino acaba ejecutado, de momento no se sabe más de él. Parece que las derechas rescatan banco y las izquierdas personas, además de INDRA, el INE, el tribunal constitucional y correos...
La ostentación económica fue condenadamente capitalista hasta que el progresismo se decidió abandonar la pana y los coches sin aire acondicionado. A partir de entonces aquellos hábitos se convirtieron en correctos. Aunque con el paso del tiempo lo correcto haya ido subiendo del listón del nivel económico y social, pues nunca se tiene bastante. Al final los tontos somos los buenos ciudadanos que no conocemos las leyes ni para pagar menos en la declaración de la renta. Los que fuimos jóvenes en los 60 y 70 conocimos la prosperidad y los de los 80 conocieron además la libertad. La terrible opresión en el durante el franquismo obligaba a llevar minifalda, a estudiar dos carreras en la universidad, a bailar en discotecas mientras se fumaba y se tomaban cubatas, a ir tranquilamente a cualquier hora por la calle sin miedo, en fin, un horror poco sostenible. Las generaciones de hoy conocerán la Agenda 2030, el NOM, la represión, la censura, la pobreza y la miseria además de una delincuencia subsahariana importada. Se habla mucho de las mafias que traen a los inmigrantes ilegales a España pero no se habla de las que les permiten entrar y quedarse a vivir a costa de los contribuyentes. Si eres de barrio sabes que la multiculturalidad es un fracaso absoluto. La cosa más chulísima es que se ha presentado en el congreso una proposición no de ley para retirar la frase popular "no hay moros en la costa" por racismo, mientras el origen étnico será criterio favorable para recibir becas.
Los listos ahora son los progres porque conocen la ley para pagar menos sin aparentemente delinquir o para contratan a otros listos. Los progres de hoy en día son entendidos conocedores de paraísos fiscales en los cuatro puntos cardinales, partícipes de SICAV, defraudadores legales, asesores de no se sabe qué, donantes a cambio de desgravaciones, asistentes previo pago a mil y un eventos, etc., eso sí siempre adornados o adornadas de mil y un currículum, masters o doctorados en no se sabe qué o no se sabe donde... De esta forma lo que se hace viejo se cambia o se tira pues afecta a la imagen, y cambian el currículum... Los de a pie somos los tontos o los menos listos por no tener dinero para comprar currículum o tiempo, o contratar quién haga el trabajo sucio. Inmigrar debería ser trabajar e integrarse, amar y respetar el nuevo país y vivir según los principios morales de la sociedad que te acoge.
Modernidad y el progresismo
El cartel de la modernidad y el progresismo, a pesar de la crisis, sigue vivo, siempre ha monopolizado la cultura urbana y la liturgia de la imagen. Ahora con la etiqueta de inclusivo y sostenible. En una sociedad en crisis y que va camino de la pobreza, el lujo adquirido sin esfuerzo, cada vez más, se está convirtiendo en etiqueta modernidad y progresismo. En estos inicios del siglo XXI se ha conseguido la cuadratura del círculo al poder seguir predicando los valores de antaño como el pacifismo, la defensa de los trabajadores, la solidaridad con los oprimidos, mientras en la vida diaria quienes lo predican viven en el lujo y practican un capitalismo de lo más corriente. El progresismo adapta sus mensajes a sus necesidades e intereses, y nadie le censura por abandonar, y olvidar lo dicho y lo hecho.
La realidad es que hoy en día, sumada la plandemia, la gente empieza a morir con una cara total de abandono, con la cara de una persona a la que quemaron sus ilusiones de juventud, con la cara que se queda al darse cuenta de que cualquiera puede acabar con tus sueños, que por tuyos a nadie importan, y que por falta de medios ni siquiera, a partir de ahora, podrá defender con justicia. Tras la cuarta campaña de vacunación experimental el pasado mes de mayo en Portugal murió más gente que en ningún otro mayo desde 1980. El 3 de junio el BOE señala que el gobierno liberó 120 millones de barriles de nuestras reservas, lo que al precio actual la recaudación por IVA les proporcionará miles de millones adicionales. Se nos viene una tormenta perfecta en septiembre, entre el BCE que nos ha dejado de comprar deuda y que igual nos quedamos sin gas en invierno como se complique la cosa.
San Juan Pablo II afirmaba que " cuando se pierde el sentido de Dios, también el sentido del hombre queda amenazado y contaminado". La vida nos enseña a todos a sobrevivir. Las sensaciones no precisan de actitudes coherentes y consecuentes, la verdad como el sentido común relucen por sí mismos.