Los incendios han arrasado en Castilla y León miles de hectáreas de valiosa masa forestal, tantas que decir ahora por estos lares que los árboles no dejan ver el bosque suena a sarcasmo. La fauna que ha conseguido sobrevivir a la catástrofe deambula de acá para allá, tiznada y como ausente, entre los esqueletos de troncos carbonizados, en busca de islas verdes donde poder alimentarse y hallar cobijo.
Los incendios han aliviado por unos días las llamas del diálogo social. Una paradoja, sí. Pero el problema de las relaciones administración, patronal y sindicatos sigue ahí. Las chispas de la porfía han saltado a Madrid, porque sindicatos y patronal están convencidos de que en Castilla y León no hay nada que rascar, solo tierra quemada. Fernández Mañueco está atado de pies y manos y las huestes cidianas de Vox no tienen la última palabra.
En realidad, quien gobierna Castilla y León desde la distancia es Santiago Abascal, el líder de Vox. De ahí que los dirigentes de CEOE CyL y sindicatos hayan decidido extender a Madrid el fuego de su guerra particular. En este momento dulce, no es grato para Feijóo escuchar que la patronal cidiana está molesta con el PP de Castilla y León por ponerse de perfil en el asunto del diálogo/monólogo social.
Todos saben que, tras el descalabro de Vox en la batalla de Andalucía, a Abascal solo le queda Castilla y León como escaparate de sus políticas españolistas. Hay asuntos en los que Abascal no dará ni un solo paso atrás, que es uno de sus eslóganes favoritos.
Una de esas líneas rojas es justamente el diálogo/monólogo social. La obsesión de Abascal es demostrar a los españoles que él está en lo cierto, que los sindicatos de clase son “una oligarquía sindical instalada en la subvención y la opacidad”. Según él, a la patronal le sucede otro tanto y es cómplice del generoso sistema de prebendas que rodea el entramado tripartito de lo social. Y su empeño es privarlos del chorro bobalicón de millones de euros que reciben anualmente y distribuirlos entre el pueblo necesitado, como un Robin Hood postmoderno.
El entorno del presidente de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, se lamenta de que las relaciones con Vox no están resultando fáciles. Salvo en nimiedades, apenas tienen margen para negociar porque la estructura de Vox en Castilla y León está supeditada a los intereses nacionales de la formación. Mañueco sabe bien que García-Gallardo no es el señorito Iván, que es sólo el encargado de la finca, o sea, don Pedro.
La gran ventaja del PP de Castilla y León es la pila de años de experiencia política que acumulan muchos de sus dirigentes. Santiago Abascal se extrañaba hace poco de que las Cortes de Castilla y León no hubieran aprobado todavía su polémica Ley de Concordia, que debe derogar el Decreto de Memoria Histórica.
Según el acuerdo de gobierno PP-Vox, está ley debería estar aprobada antes del 30 de junio. Sin embargo, no ha sido así. El PP se defiende del empuje arrogante de Vox con su atávica táctica de la muela y el aire frito, o sea, declaraciones rimbombantes y buenas intenciones, pero sin hechos.
A tal efecto, Mañueco ha sabido rodearse de una corte de virtuosos de la muela y el aire frito, peritos en vender humo, crecepelos milagrosos y así. Carlos Fernández Carriedo, Raúl de la Hoz, Jesús Julio Carnero… son algunos de estos artistas admirables.
Los pactos de gobierno se asemejan a los matrimonios: empiezan bien, pero a menudo terminan como el rosario de la aurora. En el momento inicial, el partido minoritario, o sea, Vox, pone sobre la mesa una retahíla de exigencias, que el partido mayoritario, el PP, acepta con buen semblante.
Sin embargo, en el momento mismo de la firma del acuerdo, los dirigentes del partido mayoritario cavilan que retrasarán todo lo que puedan la aprobación de dichas medidas. Pasado el ecuador de la legislatura, directamente manifiestan que no están dispuestos a aprobarlas “porque serían muy nocivas para los intereses generales de los ciudadanos”. Y si los minoritarios quieren romper el pacto de gobierno, que se atrevan a hacerlo.
Así fue la relación entre PP y Ciudadanos en la pasada legislatura. Mañueco encajó con temple la ristra de peticiones de Ciudadanos, dejó que Igea se creyera presidente de la Junta durante la pandemia de coronavirus, etc., pero cuando le convino tiró de cachicuerna y le hizo un roto desde el ombligo hasta la garganta. Algo parecido acaso suceda con Vox en esta legislatura. Claro que Abascal ya está advertido y no se fía ni de su caballo.
Conque, legislatura de aire frito y muela hasta donde alcance. Y sí, Suárez-Quiñones sigue ahí, como él mismo asegura, igual que el dinosaurio de Monterroso, ay.