Somos muy dados a olvidar a nuestros héroes y lo que es peor a no defenderlos. El todo vale si eres de los míos y el ahora mando yo, el blanquear terrorismos, religiones, tendencias, comportamientos y razas que no tienen nada que ver con la nuestra, es una ilustración del daño que un comportamiento manipulador, calculador y sin escrúpulos, puede causar sobre la sociedad. El mensaje que se lanza a las atontadas sociedades occidentales es de inevitabilidad y necesidad. Un discurso falsario sustentado en una visión economicista del mundo, que huye de analizar. Los fenómenos migratorios toda la vida han dado lugar a conflictos bélicos y violencia. Que es lo que sucede en las calles de Europa. Si queremos preservar la paz y la seguridad se ha de controlar la inmigración severamente.
Múltiples son los ejemplos de la historia reciente sobre donde acaba un país que es gobernado por alguien de moral distraída o amoral, además de ignorante, que no se ha currado la vida o que ampara o tapa la corrupción, el nacionalismo excluyente, la migración descontrolada, etc. en pro de un fin propio y egoísta. Muy propio de los mediocres inoperantes activos. Occidente carece en este momento de liderazgo, nadie en Europa puede adoptar ese papel y menos el presidente de los USA que parece más bien un prescindible.
La calidad moral de las personas está en su corazón, después en sus obras y finalmente en su legado. Los límites entre el bien y el mal, entre lo justo y lo equivocado, incluso entre lo humano e inhumano, cada vez van desapareciendo. Se crea una sociedad donde campan los anormales y amorales además de las ratas que comen su carroña.
España es un país cada vez más de ignorantes, chandalistas y chanclistas, que a día de hoy se avergüenzan de su historia y se complacen con su miseria. Se han encargado que así sea, lo que da que pensar sobre quiénes nos dirigen. Cuanto más se asciende en la escala social de poder y control, mayor es el número de personas amorales y en el fondo cobardes que encontramos. Estos individuos suelen ser la causa de injusticias sociales y económicas, de muchos conflictos, y de la crueldad y falta de empatía que nos rodea. De la banalidad del bien y del mal en que vivimos. Basta observar desde el coche los que cruzan por el paso de peatones para ver montones de vidas estafadas andando por la calle. Sueños que nadie sabe dónde están porque no se les ha dado valor para realizarlos.
Los rasgos que ayudan a triunfar a los amorales suelen ser la locuacidad y el encanto para darse brillo, adornados por la falta de empatía y conciencia, el ego desmesurado, una gran capacidad de mentir sin remordimientos. Fingen emociones. Estudian a los demás y aprenden a imitarlos, con el único fin de manipularlos para satisfacer sus deseos. Matan a distancia y a cara tapada. Hay sectores de la sociedad donde es particularmente difícil tener éxito si uno no presenta ciertos rasgos amorales.
Los amorales carentes de todo referente han moldeado y siguen modelando la sociedad actual, la han hecho más ruin y corrupta y los que no son amorales han tenido que aprender a actuar de una forma un tanto camuflada para salir adelante. Cada vez hay más terror a actuar con normalidad o con moralidad pues, al quedar al descubierto, te atacan como el enemigo a batir. Dar buen ejemplo y ser capaz está prohibido. Estos amorales o anormales tienen ventajas reales al no importarles los sentimientos de los demás. Por eso hacen cosas que una persona normal no haría, como manipular, mentir, seducir con un encanto superficial pero vacío y arruinar la vida de otros. Una persona normal y moral, que tiene ansiedad, que tiene remordimientos, se detiene ante ciertos límites, lo que hace que sea bueno.
Cuando éramos libres y nos respetábamos, no existía el COVID, fumábamos, no había que pedir perdón por existir, la gente se compraba una casa trabajando, se podía viajar en coche, salir por la noche serenos, si no te gustaba el fútbol o los toros no ibas, nadie se metía con la forma de vestir, las modas duraban, nadie cuestionaba si ibas a misa, Ana Bolena era blanca, había humor satírico, los niños respetaban a sus padres y tenían que estudiar para aprobar, si no querías comer carne no la comías y si la querías te pedías tres chuletones, se hacía el servicio militar, se bailaban pasodobles, podías pensar cómo quisieras de lo que quisieras. Hasta podías pensar que eras tonto. Pero no se toleraba a los granujas.
Hoy en día en nuestra sociedad ante la falta de valores y creencias un amoral tiene mucho más margen de acción que alguien que no lo sea. Incluso para destruir centrales térmicas o nucleares en plena escasez energética, vaciar o destruir los pantanos en plena sequía, incitarnos a comer insectos en plena carestía alimentaria, a pasar frío en el trabajo o calor, a limitar los movimientos de los ciudadanos, etc.
Deberíamos armar nuestra resistencia y repensar el defendernos públicamente y defender lo que está bien y lo que está mal para España y solo para España, que no nos engañen. La normalización de la pobreza no es más que la oficialización de la tristeza.