Cada vez me encuentro con más ciudadanos hartos de las noticias, que empiezan a pasar de los diarios informativos, porque no les ofrecen más que sucesos funestos catástrofes, broncas políticas y otros acontecimientos nada estimulantes. El otro día, un amigo, antes usuario de los noticiarios, me hablaba de su particular sondeo que de dada un ochenta por cierto de noticias negativas en un telediario. “Para eso — me decía— prefiero leer una novela o un ensayo que me aporte algo y no tener mal sabor el resto del día pensando que vivo en un mundo que no me merezco”.
Bueno es una manera de ver las cosas que no hay por qué compartir. Pero lo cierto es que por razones personales acabo de pasar una semana sin noticias, impresas, electrónicas o de otro tipo.
No les cuento la sensación de orfandad que tuve al principio. De orfandad y de desvalimiento. No saber qué pasaba en el mundo alrededor mío me desazonaba, como si me hubiesen arrancado algo vital, como si me hubiesen cortado el aire que respiraba.
Al tercer día, el síndrome de abstinencia se fue calmando y donde antes había ansiedad y hasta angustia por no saber que sucedía más allá de mí mismo se instaló un relax y la tranquilidad de poder observar mis reacciones ante las personas y los objetos que me rodeaban. Es decir, se instauró la placidez de un mundo sin sobresaltos.
Bueno, ya ha pasado mi semana de anormalidad de costumbres y he vuelto a mis viejos hábitos, con la inquietud de no saber qué me había perdido.
Lo más curioso, lo más sorprendente de todo, es que el mundo parece haberse quedado enquistado donde lo dejé. Siguen los mismos problemas, la misma vesania de Putin sobre Ucrania, la falta de una solución europea al suministro energético, el lío del Tribunal Constitucional y hasta los últimos comentarios sobre la berrea en un Colegio Mayor de Madrid.
Pienso, pues, sin darles la razón a los agoreros de las malas noticias, que tampoco hay que estar tan pendiente del último dato, del acontecimiento reciente, para sentirse más realizados, y que tomarse unas vacaciones informativas de vez en cuando viene bien, al menos para el espíritu.