No aludiré a las mil diferencias entre ambos países, sino a una sola que condiciona la vida cotidiana: el régimen parlamentario.
En España resulta impensable que su propio partido eche del Gobierno al jefe del gabinete, como le ha pasado a Boris Johnson y puede pasarle cualquier día de estos a su sucesora, Liz Truss. La diferencia es que en el Parlamento español los diputados forman un ejército disciplinado cuya voluntad es la de su jefe de filas, sin discusión posible. Tan unánime es la actitud de los parlamentarios, que cada votación prefigura el resultado, según sea el número de diputados de uno u otro partido. En Gran Bretaña, en cambio, nunca se sabe hasta el final qué votará cada representante, al margen de qué partido represente. Hay una tendencia general, por supuesto, en votar con el resto de conmilitones, porque por eso eligió uno ese partido y no otro, pero la unanimidad brilla por su ausencia.
El origen de esto está en la misma formación de las listas electorales, que en España deben contar con el beneplácito de los jefazos del partido, mientras que en el Reino Unido esos jefazos deben tragar con aspirantes a la Asamblea que no les gustan un pelo pero que, en cambio, gozan del favor popular. Y eso porque las circunscripciones electorales son tan pequeñas que los electores conocen a los candidatos y no caben 'paracaidistas' como en España, que nunca han pisado su circunscripción antes de la campaña electoral.
Por eso, los diputados británicos lo son de todos los ciudadanos de su distrito y atienden sus peticiones con regularidad. Yo siempre pongo el ejemplo de un amigo izquierdista que tuvo un problema con un socavón que rompió una tubería frente a su casa y se lo hizo llegar a su diputado conservador, que le prestó toda la atención que requería el caso. ¿Se imagina alguien en España a los diputados con una oficina abierta para que los vecinos les expliquen personalmente sus problemas? Impensable, porque los votantes no saben ni siquiera a quiénes han elegido.
Así que, por muchas barrabasadas que haga Pedro Sánchez estarán detrás de él, como un solo hombre, los cargos de su partido y ay del que se desmande si quiere tener algún futuro en el PSOE. Así que tendremos Pedro Sánchez para rato, si las elecciones no lo remedian.