Llevamos 50 años sin Picasso, bueno sin el pintor vivo, puesto que su obra es inmortal y perdurará para siempre entre los grandes creadores de la humanidad. Por ello, son continuas las evocaciones que así nos lo recuerdan con motivo de este medio siglo que hace que se nos fue.
Sin embargo, hay un aspecto de nuestro pintor malagueño y español por los cuatro costados, que no parece destacarse e incluso se silencia y es su gran afición a los toros y que se vio plasmada ampliamente en su obra.
Prueba de ello es su Tauromaquia que reúne todas las suertes de la lidia y sus numerosas obras en las que el arte de torear es el protagonista. Así vemos como Antonio Saura, otro gran artista, traza un paralelismo con el gran pintor Francisco de Goya al afirmar “Que si hay algo que verdaderamente une a Picasso con Goya, al margen de su mutuo poliformismo… es el interés por la corrida de toros… habiendo sido la tauromaquia un pretexto de ambos para ejercer una mirada feroz sobre la realidad… que pueden suscitar… imágenes de gran intensidad y brillantes resoluciones plásticas”.
Pues bien, Picasso fue un gran apasionado de la Fiesta de los Toros, hasta el extremo de que su famoso Guernica es considerado en gran parte un cuadro taurino e incluso hay quien afirma que esta gran obra tiene su origen en un boceto que realizó Picasso en homenaje y recuerdo de su gran amigo Ignacio Sánchez Mejías, muerto como consecuencia de una cornada y que, además de torero, era escritor, como es sabido.
Dicho boceto, según esta tesis, lo guardó Picasso, dadas las circunstancias que se vivían en España en 1935-1936. En 1939 se convoca una exposición sobre los horrores de la guerra y, en ella, presentó Picasso un cuadro basado en el citado boceto. Y como había sucedido el bombardeo que destrozó Guernica, así lo tituló. Un cuadro con un toro y algún motivo taurino más. Así pues, del boceto para recordar al amigo torero muerto salió esta pintura genial de reconocimiento universal, aunque hay quien lo niega, como Javier Nadales, que considera lo contrario.
En definitiva, la afición de Picasso está fuera de toda duda y así vemos como su gran amistad con Eugenio Arias, natural de Buitrago de Lozoya, y que era barbero de profesión, se hizo amigo de Picasso en la ciudad francesa de Vallauris, con el que frecuentó las plazas de toros y al que le regaló numerosas piezas, obras del pintor con motivos taurinos.
Todas ellas fueron cedidas al Ayuntamiento de Buitrago, en cuyos bajos existe un museo donde pueden admirarse y que ponen de manifiesto la gran afición taurina de Picasso, el cual fue además amigo de toreros como Luis Miguel Dominguín, y a pesar de que ideológicamente estaban en extremos opuestos, pero, como es sabido, los toros están al margen de cualquier creencia política o de cualquier otro tipo.
No estaría de más que mediante una exposición al efecto se reivindicara la pasión taurina de Picasso, mal que les pese a tantos oportunistas que quieren ocultar esta afición picassiana.