Casualidades de la vida, el mismo día que falleció Franco, asesinaron, unos años antes, a José Antonio Primo de Rivera y, otros pocos más años, la ministra de Igualdad nos hace vivir un tsunami con la polémica de su reforma del código penal y la ideologización de la sociedad en la perspectiva de género.
 
El trato discriminatorio que se realiza en la legislación española con el varón, por el mero hecho de serlo, fracturando la igualdad de los ciudadanos y la interdicción de la discriminación por razón de sexo, credo, religión, ideología, se fractura en pos de la defensa de unas víctimas que no descienden en número.
 
Siempre y en todo momento me pondré del lado de las víctimas, sean de lo que sean, son el componente más débil e injustamente paciente de la barbarie de otro, de modo que todo tipo de garantía, protección, disuasión y/o modelo de prevención me parecerá perfecto, siempre y cuando no cercene o vulnere los derechos y libertades de otros. No puede ser que alguien sea considerado o tratado como culpable por el mero hecho de ser de un color, credo, raza, religión o sexo, con el argumento de proteger a la víctima o de que hay más víctimas de otra raza, credo, religión, color o sexo, que es lo que se hace en el momento presente.
 
He defendido y practicado la igualdad entre hombre y mujer cuando eso era de "maricones", de "poco hombre" o simplemente no estaba bien visto. He inculcado a mis hijas la igualdad entre hombres y mujeres, pero ni estoy dispuesto a pedir perdón por ser hombre, ni permitir que una mujer presione, desprecie, vilipendie o acuse injustamente a un hombre para obtener rédito en esta o aquella cuestión.
 
La violencia debe de resolverse en los ámbitos en los que se produce, sin discriminación, evaluando todos los componentes y circunstancias de cada caso y sin prejuicios machistas o feministas, sencillamente investigando las causas y previniendo con educación las circunstancias.
 
Que la violencia a la mujer fue algo demasiado corriente, es cierto; que existe machismo en la sociedad, es evidente; que la igualdad legal entre hombres y mujeres se alcanzó, no es menos cierto; que animar la igualdad de sexos, en un momento concreto, fue algo preciso, puede ser veraz; pero que, ahora, esas leyes están provocando más violencia, más suicidios, más discriminación y grandes problemas en los senos familiares, es indiscutible.
 
No podemos permitir ni una sola muerte, debemos luchar por evitar y erradicar la violencia, pero no podemos criminalizar al varón por el hecho de serlo y disculpar las burradas que pueda realizar una mujer con el habitual "algo le habría hecho él o cómo la tendría de harta", porque si aplicamos los mismos aforismos al varón, amén de que podemos acertar, no dejarán de ser una auténtica barbaridad, venga de donde venga y se dirija a quien se dirija.
 
Los asesinatos de hijos a manos de las madres son más que los de padres, pero a eso no se le da valor de "género", de lo que me alegro, pues ese debería de ser el modelo, el de dar igual valor al hombre muerto que a la mujer muerta, aplicando los mismos protocolos de actuación, protección, resguardo y credibilidad si el agredido es varón como si es hembra, eso es la igualdad y no lo que estamos haciendo de dividir la población entre hombres, asesinos, violadores y maltratadores, y mujeres santas, impolutas y cariñosas con el prójimo... pongámonos las gafas y dejemos de practicar una ideología que no salva a las mujeres, sino que las utiliza, que no protege a las mujeres, sino que se lucra con ellas, que no sufre con las mujeres, porque son su ariete político.
 
Sin tanto chiringuito de abogados, psicólogos y asesores lucrando de las asociaciones de género y/o del ministerio de igualdad, empleando ese dinero en la protección de la víctima, en la prevención del delito y generando protocolos de actuación, sea quien sea la víctima y el delincuente, en manos de los profesionales de la justicia, la policía y la sanidad seguro que la lacra se minoraría y el problema se relajaría, pues eliminarlo es imposible. Siempre habrá víctimas y delincuentes.