En estos tiempos en los que las batas blancas del personal sanitario invaden las calles y los informativos de las televisiones, los periódicos, y las emisoras de radio, no está de más hacer un breve recorrido por lo que ha sido, lo que es, y lo que debe ser la sanidad pública en España. Porque el desconocimiento en este tema es alto y hay quien afirma que la sanidad pública fue un invento de Franco, o quien desde el otro extremo del arco político dice que fue un invento del ministro Lluch en el gobierno de Felipe González. Trataré de demostrar que, ni una ni otra afirmación, son ciertas. Veamos:
El Sistema Nacional de Salud de España fue creado en 1908, ampliando sus coberturas hasta completarse en 1989. Desde entonces la asistencia sanitaria es universal en España y se financia a través de diferentes tipos de impuestos. La ley de 14 de diciembre de 1942 crea el Seguro Obligatorio de Enfermedad,, (SOE), bajo la gestión del Instituto Nacional de Previsión que progresivamente va asumiendo nuevas competencias y coberturas en materia sanitaria. La ley General de Sanidad de abril del 86 establece que la sanidad será gestionada por las comunidades autónomas y coordinada por un ministerio de sanidad en el gobierno central, conforme establecen los artículos 43 y 49 de la Constitución Española, y en ella se reconoce el derecho de todos los ciudadanos españoles y de los extranjeros residentes en España a acceder a las prestaciones sanitarias del sistema, y para ello configura un órgano que es el Sistema Nacional de Salud, que establece que las prestaciones se realizan a través de los comunidades autónomas y bajo la dirección y coordinación del gobierno de la nación. Esta ley fue complementada en el año 2003 por la Ley de Cohesión y Calidad del Sistema Nacional de Salud.
Esta ley viene a adaptar la antigua ley de sanidad a las modificaciones que en materia sanitaria, cultural, tecnológica, y socioeconómica, etc. han acontecido en el país, y establece acciones de coordinación y colaboración en materia sanitaria entre las administraciones distintas administraciones públicas, creando órganos especializados que se abren a la participación de las Comunidades Autónomas. El órgano máximo de cohesión es el Consejo Interterritorial del Sistema Nacional de Salud que preside el ministro del ramo, en el que están integrados los 17 consejeros de la materia de las comunidades autónomas y 17 altos cargos de diversos ministerios, cuyas recomendaciones deberán acordarse por consenso.
A lo largo de todos estos años el núcleo central se establece en el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España y sus competencias varían con los distintos gobiernos: inicialmente asume las competencias de Salud, Servicios Sociales e Igualdad incorporando asimismo las actuaciones en materia de consumo. A día de hoy, y como consecuencia de tener que colocar nada menos que 22 ministros en torno a la mesa del gobierno, las competencias que en su día tuvo este ministerio hoy se reparten en cuatro ministerios distintos, y así colocamos a cuatro ministros…
Pues a pesar de este tremendo galimatías, durante muchos años hemos sostenido, y algunos lo seguimos sosteniendo a día de hoy, que el sistema de sanidad pública de España es uno de los mejores del mundo, y me atrevo a asegurar que quienes lo niegan o no han visitado los centros sanitarios de nuestro país, o no han salido fuera de nuestras fronteras.
Ciertamente, la epidemia del Covid 19 puso la sanidad de nuestro país y la de todo el mundo patas arriba, y provocó serias disfunciones en la organización de los sistemas sanitarios de todo el mundo, demostrándose que en España el Ministerio de Sanidad no estaba preparado para cumplir sus funciones (La Ley de Sanidad establece que en caso de pandemia la coordinación de las actuaciones sanitarias en todo el país debe realizarla el ministerio, y todos recordamos su “brillante gestión “, y, o el ministerio no estaba preparado, o lo que es peor, no lo estaban quienes estaban al frente de él, algo sobre lo que no tengo la menor duda, y el acceso a respiradores, batas, mascarillas, episodio, etc. para el personal sanitario fue una auténtica batalla de mercado negro en el que muchos desaprensivos se forraron y esperemos que algún día la justicia haga eso, justicia.
Este caos ha provocado que multitud de sanitarios tuvieran que cambiar de destino, que muchos hospitales tuvieran que suprimir los ingresos y las intervenciones quirúrgicas programadas, que hubiera que ampliar las camas en Ucis y plantas hospitalarias de dedicadas a pacientes Covid, que los contratos del personal sanitario que se firmaban fueran precarios y que partidos y sindicatos trataron de arrimar el ascua a su sardina, atacando, unos al ministerio de sanidad, los menos, y otros a las comunidades autónomas y muy particularmente a la comunidad autónoma de Madrid, cuya valiente presidenta tuvo reiterados enfrentamientos con el ministerio de sanidad y con el mismo Presimiente por adoptar medidas que inicialmente eran rechazadas por el ministerio, pero que después de pocas semanas las hacía suyas y las aplicaba en el resto de España, inventándose un supuesto Comité de Expertos que como se demostró después era una mentira más de Su Sanchidad. Por cierto, a la macro manifestación de Madrid contra Ayuso asistieron más manifestantes que sanitarios hay en toda España… y que cada uno piense por qué y de dónde salieron.
Y como la escasez de personal sanitario en España es endémico, surgió una auténtica batalla entre unas comunidades y otras, entre unos hospitales y otros, y por qué no entre unas naciones y otras. Por si todo esto no fuera suficiente, los sanitarios, médicos y enfermeros que egresan de nuestras facultades, se consideran mal pagados y peor tratados por las distintas administraciones, cada día son más los que acuden a las generosas ofertas de los países vecinos. Es decir los contribuyentes españoles pagamos su formación y los países europeos se benefician de la buena formación de estos profesionales, a pesar de lo cual, los hospitales españoles siguen figurando entre los mejores de Europa.
Vamos, que entre la pandemia, la inflación y la escasez de profesionales sanitarios, el futuro no es halagüeño. Y como la formación no se improvisa, sería conveniente que se aumentara ya el número de plazas de MIR, y que los numerosos sanitarios que están liberados por sus respectivos sindicatos, renuncien a esa condición de liberados y se reintegren a sus puestos de trabajo, si alguna vez los tuvieron, colaborando a paliar la escasez de personal. (Quien esto escribe presidió el Sindicato de Médicos de Valladolid y no reclamó una sola hora de liberación. Lo hacía en mis tardes libres).
Ciertamente el tema es complejo y su solución nada fácil, y convendría imponer el sentido común, evitando la politización de las reivindicaciones sanitarias por unos y otros. Reafirmándome en mi declaración inicial de que en España disfruta de una de las mejores sanidades del mundo, reconozco que la pandemia provocó un caos del que aún no nos hemos repuesto por lo que las diversas administraciones sanitarias tienen que reorganizarse ampliandodus plantillas y colocando al médico como eje de la asistencia y para ello deben dotarle del reconocimiento profesional y salarial que merece y así frenar su fuga a otros países. Y lo dicho para los médicos, vale para el personal de enfermería. Lo de las caceroladas durante la pandemia estuvo muy bien pero no es suficiente.
El tema da para mucho más, pero el tiempo y el espacio tienen sus límites, pero tranquilos, que volveremos sobre el tema.
Hasta la semana que viene