Hoy me siento optimista. Cuan ejercicio cotidiano, he abierto las hojas de mi balcón para asomarme al mundo y he descubierto un haz de posibilidades de ser. No me ha quedado más remedio que respirar profundamente y expresar mi particular estado de alegría, el mundo se abre nuevamente con 365 razones para luchar, vivir, disfrutar, para llorar, amar y, sobre todo, buscar la felicidad. He descubierto que el hombre, guiado por los cambios estacionales de la naturaleza, ha sido lo suficientemente inteligente para pautar la vida y así hacernos creer que tenemos un pasado, un presente y un futuro.
Un pasado que procuramos olvidar si ha sido malo o recordar hasta el infinito si ha reportado felices momentos, un presente que podemos vivir con toda la intensidad posible y un futuro que nos da esperanzas para vivir buscando horizontes nuevos. El hombre ha sabido "engañarse" generación tras generación mirando siempre al futuro como un síntoma de esperanza y un medio para luchar por conseguir un mundo mejor. Sabemos del tiempo pretérito y pocas veces aprendemos de él, pues caemos en los mismo errores; vivimos el presente inquietos sin desfrutarlo con la intensidad y sabiduría que se merece porque siempre hay un pasado que nos atormenta o un futuro que nos inquieta; y miramos al porvenir con incertidumbre y con esperanza, con la mirada puesta en horizontes que nos permitan anhelar cosas mejores que, en la mayoría de las veces, se torna decepción cuando se llega a aquel estado en el que lo que pensábamos que iba a llegar ya se ha hecho presente sin el resultado deseado. Y aunque sea el momento de los propósitos, sin embargo, no quiero caer en esa "trampa" para que, trascurridos las 365 oportunidades me encuentre de nuevo con ellos en forma de incumplimiento traumático. Quiero ir marcándome horizontes que tienen la virtud de ser inalcanzables. Son metas volantes que se van alejando según te acercas a ellas y descubres nuevas oportunidades para seguir adelante. Nunca es el final del recorrido. Avanzas y un nuevo horizonte se abre a tus posibilidades de ser y de enriquecerte.
Pero la coincidencia de estos primeros reflexivos días del año con la festividad de los Reyes Magos me invita a incorporarme a la pléyade de solicitantes de bienes a Sus Majestades. De mis necesidades materiales no voy a hablar, ni siquiera a pedir, ellos son los suficientemente sabios para saber de ellas y atenderlas. Hablo de necesidades que engrandecen al hombre como la sabiduría, la prudencia y la humildad. A Sus Majestades, aparte de Magos, las Sagradas Escrituras les califican como sabios que humildemente se postraron ante un Niño porque comprendían la grandeza que encarnaba. Destacan de ellos, también, la prudencia, pues obviaron al maligno Herodes marchando en la dirección contraria a la ordenada por él. Tres virtudes, sabiduría, humildad y prudencia, que estos días son también destacadas de la personalidad del recientemente fallecido Papa emérito Benedicto XVI, el Cardenal Ratzinger. Una coincidencia que merece la pena destacar.
Todos los medios de comunicación, incluso los que le juzgaron inquisitorialmente, se apunta ahora a destacar virtudes de un hombre sabio. Me cuento entre sus admiradores, no ahora, sino ya hace muchos años, cuando todavía era un profesor de Universidad que enseñaba el arte del bien razonar en su búsqueda de la confluencia entre Fe y Razón. Ya por el año 1982, en uno de los temas defendidos en mi oposición para el cuerpo nacional de agregados de bachillerato titulado "Teología filosófica y teología revelada", cité a Ratzinger por su sabio discernimiento entre la fe y la razón. Un sabio que supo dialogar con los que no pensaban igual que él porque su poder eran las ideas y que contará entre los doctores de la Iglesia por su capacidad intelectiva.
Por todo ello, mi deseo para toda la humanidad en este año 2023 y que pido a los Reyes Magos es que nos concedan participar de estas virtudes que ellos poseen y que ya el Cardenal Ratzinger ha disfrutado. Y como deseo personal que me hagan un pequeño hueco entre ellos, no por mis méritos, sino simplemente porque prefiero pasar la eternidad entre los sabios, los humildes y prudentes que entre los necios, orgullosos, narcisos y descerebrados, que de esos ya tenemos suficientes en esta vida. FELICES REYES MAGOS.