Dentro de unos días, si la vida quiere, presentaré en Ciudad Rodrigo, junto con mi hermano Jose Ramón, un libro dedicado al Carnaval del Toro, que hemos escrito al alimón.
Y, por ello, repartimos entre los dos tanto la tarea de escribirlo como las que siguen, empezando por la presentación, que ya está anunciada para el 15 de febrero próximo. Si bien, en esta última contaremos con buenos amigos que nos acompañarán, también si la vida quiere y que, sin duda, darán lustre al acto en el magnífico marco del Teatro Nuevo Fernando Arrabal de la ciudad.
Pero, además de contar todo esto, que puede parecer y quizá lo sea, publicidad, si quiero realizar una reflexión al hilo de lo que en su día escribió Gabriel García Márquez, nuestro flamante Premio Nobel colombiano que siempre lo hizo en castellano, cuando dijo aquello de que “escribir libros es un oficio suicida”. Precisamente él que escribió tantos y, por tanto, según sus propias palabras, se suicidó tantas veces.
Sin embargo, ¿por qué esta funesta manía de escribir libros, cuando ya todo está escrito y el Mediterráneo está descubierto desde siempre? El propio García Márquez se contesta a sí mismo “un buen escritor seguirá escribiendo de todas maneras aún con los zapatos rotos, y aun cuando sus libros no se vendan” y yo añado que lo mismo sucede con los escritores mediocres y aun con los malos, puesto que, como él también afirma “se es escritor simplemente como se es judío y se es negro” (El Espectador de Bogotá, Julio de 1966. Recogido en Gabriel García Márquez “El escándalo del siglo”, páginas 188/190. Edt. Pingüin Random House).
Ahora me toca a mí explicar las razones o motivos de este libro compartido, y no son otras que el amor por nuestra tierra y el deseo de difundir su rico patrimonio cultural como es nuestro incomparable Carnaval del Toro. Ya lo han dicho académicos y académicas como Carmen Conde, y un sin fin de escritores y hasta políticos de alcurnia, pero para mí el más destacado fue Santiago Amón, meses antes de su muerte en accidente de helicóptero en Somosierra en 1989.
Santiago Amón, en este su último pregón o charla, como él la llamó, dijo que “En Ciudad Rodrigo se funden dos tradiciones. La primera, la fiesta como tal, el derroche. Y, llegado el día de la fiesta, el hombre debe tirar la casa por la ventana y, la otra, si hay una fiesta arquetípica por encima de todas las fiestas en su esencia misma, es la fiesta de los toros; porque junto al derroche de luz, de sombra, el derroche de musicalías, el derroche de charangas, el derroche de aficiones, está el derroche supremo: el derroche de la vida”.
¿Qué más que añadir a lo dicho por Amón? Por ello, nuestro libro pretende, ojalá lo consiga, que nuestro “carnaval del derroche”, como lo bautizó él, tenga un libro de referencia y de testimonio sincero. Que así sea.