Estaba leyendo “Las conversaciones que NO tenemos” de Santiago Álvarez de Mon, brillante profesor y escritor, que ya me habrán visto citar en alguna otra ocasión, que siempre me adentra en el pensamiento acerca de la vida y de aquellas cuestiones que nos sitúan en lo importante y en aquello que no debemos soslayar.
Santos Borregón Sanz
En ese momento sobrevino la noticia de que un buen amigo, Santos Borregón Sanz, había fallecido en un accidente de moto, ¿Cómo era posible? Es la primera pregunta que me vino a la cabeza. Había leído y había escuchado en los medios de comunicación que “un motorista” había tenido un accidente el último día de la celebración de pingüinos en Valladolid. Todas las noticias se centraban únicamente en relatar el suceso sin referir el nombre de la víctima. Simplemente:” un motorista segoviano”.
No pude pensar en Santos cuando lo leí, porque Santos NO era un motorista. Santos Borregón Sanz era una excelente persona, logopeda de reconocido prestigio, que dispone de un buen número de libros que ESCRIBIÓ sobre diferentes aspectos de la disciplina en la que estuvo formándose durante toda su vida, y en la que ha desarrollado una intensa labor profesional. Siendo muy conocido en el mundo de la discapacidad, donde tuvo una amplísima trayectoria profesional y ayudó a cientos de personas con dificultades para expresarse y hablar. Personas que a buen seguro le están eternamente agradecidas por la labor que desarrolló. Santos era ante todo una gran persona, siempre dispuesta a ayudar desde el valioso conocimiento que atesoraba y desde su enorme generosidad.
Resulta llamativo como alguien puede morir y convertirse en “un motorista” y no enterarnos de que nos ha dejado. Se daba la circunstancia de que además Santos había donado su cuerpo a la Ciencia y por lo tanto no se publicó ninguna esquela de su fallecimiento, y no se dio ninguna publicidad a ningún tipo de despedida, porque al no tener un cuerpo al que despedir también las circunstancias en las que falleció dejaron aturdida a su familia. Posteriormente se celebró una misa en su pueblo, un sitio pequeño en la provincia de Segovia, Añe.
Una conversación no mantenida
Me había encontrado con Santos casualmente en Segovia, un día que fui a presenciar la subida de la Virgen de la Fuencisla a la catedral, acto al que me gusta asistir siempre que puedo. Habíamos charlado brevemente y él con su amabilidad y cariño característico me había recordado que teníamos pendiente un café, que él estaba ya jubilado y tenía todo el tiempo disponible. Así nos despedimos y posteriormente ya en Navidad nos escribimos mensajes de felicitación y nos emplazamos de nuevo a quedar para vernos.
Cuando una buena amiga me llamó para darme la noticia del fallecimiento de Santos, un sábado por la mañana, y me dijo que se trataba de ese “motorista” anónimo que había salido en todas las noticias. Además del impacto por haber perdido a un gran amigo y el estremecimiento por la forma en que había ocurrido, pensé que ya nunca podríamos tener la cita pendiente.
Pensé en el libro que estaba leyendo y en la profunda reflexión que realiza sobre las conversaciones que no tenemos. Refiere el sabio consejo de Baltasar Gracián “La diligencia hace con rapidez lo que la inteligencia ha pensado con calma…. El prudente hace a tiempo lo que el necio a destiempo…. Mucho consiguió quien no dejó nada para mañana”
Me di cuenta como el aplazamiento de ese café pendiente me había conducido a la imposibilidad de mantener esa conversación tantas veces aplazada.
No te arrepientas, hazlo
Uno piensa que dispone de toda la vida para hacer las cosas y de repente descubres que no es así, que la vida te adelanta y ya no puedes mantener ese encuentro con un amigo al que aprecias de verdad. Una persona como Santos con quien había compartido trabajo en los tiempos en los que comencé siendo gerente de Servicios Sociales en Segovia, un gran colaborador. De repente te das cuenta de que te has dedicado a hacer muchas cosas triviales, muchas veces irrelevantes y has aplazado algo que era verdaderamente importante.
Invita a pensar en este sentido la cita de Marco Aurelio “Actúa, habla y piensa como si fueras a abandonar la vida en cualquier momento. No te demores, cada instante nos acerca a la muerte y nuestra inteligencia tiene una vida aún más corta. Recuerda que sólo se vive el presente, este instante fugaz, águila ágil y resbaladiza. Lo demás o se ha vivido o es incierto.”
La realidad es que no nos habíamos visto y entonces te asalta: tenía que haber quedado para charlar, para compartir un rato agradable pero no sucedió y lo único que te queda es sobreponerte a la amargura y tener en el presente las conversaciones que de verdad consideremos importantes, necesarias, así el futuro no devengará intereses por un pasado mal administrado. Esta recomendación de Santiago Álvarez de Mon quiero hacerla mía hoy y con su permiso os la dedico.