Un año más, en todo el mundo se ha celebrado el pasado 1 de mayo el día internacional de los trabajadores. Como todo el mundo sabe, esta festividad conmemora la ejecución de representantes de los trabajadores que tuvo lugar en Chicago por reivindicar la jornada laboral de ocho horas, en una lucha obrera que comenzó el 1 de mayo de 1886 y tuvo su punto álgido tres días más tarde: la Ley vigente establecía un tope de “hasta 18 horas, salvo caso de necesidad” y los obreros reclamaban 8 horas para el trabajo, 8 para el ocio y 8 para el descanso.
Desde entonces el primero de mayo es considerado fiesta nacional en muchos países en recuerdo de los “mártires de Chicago” y es utilizado para exteriorizar, vía manifestación, las reivindicaciones laborales. Hasta el régimen franquista tuvo que aceptarlo, si bien lo maquilló bajo la conmemoración de San José Obrero.
¿Alguien recuerda las célebres concentraciones sindicales que organizaba el ministro Solís Ruiz en el Santiago Bernabéu?
Este año la conmemoración del día de los trabajadores, estuvo sin duda condicionada por dos factores: el progresivo deterioro y desprestigio de los sindicatos y la proximidad de las elecciones.
Los sindicatos de clase, muy especialmente UGT y CCOO tienen una afiliación decreciente, muy inferior a la de sus sindicatos hermanos en el resto de Europa, y ello es debido a su vinculación y dependencia con los partidos políticos, el Psoe con la UGT y los partidos de la extrema izquierda para CCOO, que condicionan su actividad sindical, y por la vía de la subvención descarada y que, inversamente a la afiliación, aumenta de año en año, y en un año electoral especialmente.
Con todo, este año se han celebrado manifestaciones el pasado día 1 en más de setenta ciudades españolas, si bien, la asistencia de manifestantes ha sido llamativamente escasa, y en alguna de ellas tan sólo participaban los liberados sindicales acompañados de familiares y amigos. La más numerosa, como siempre en Madrid, era visiblemente más reducida que en años anteriores y mientras los organizadores hablaban de 70.000 manifestantes, la Delegación del Gobierno, poco sospechosa de apoyar a la derecha política estimaba en 10.000 el número de manifestantes.
Y la otra novedad de la edición 2023 del primero de mayo es que el objetivo de las mismas era el empresariado, olvidando que una buena parte del empleo depende de las distintas administraciones y no de la empresa privada, pero está claro que ello tiene algo que ver con la presencia, hasta ahora inédita, de seis ministros de España en la cabeza de varias manifestaciones, y de la generosidad del Gobierno que sustituyen vía subvención la escasez de las cuotas de los afiliados.
Y es que la proximidad de las elecciones condiciona la actividad de sindicatos y partidos políticos, aunque por mucho que concentren su actuación en Madrid, con una actuación que se prolongó hasta el día 2, fiesta de la Comunidad, gracias al ministro Bolaños, mucho me temo que el Partido Socialista Madrileño repetirá por segunda vez como tercera fuerza política, y si ya lo tenían difícil, el numerito de “Gracita Bolaños” en la Puerta del Sol asistiendo a una fiesta a la que no había sido invitado, pretendiendo además, acceder a la tribuna de honor para presidir la parada militar, con lo que dejó sin protagonismo alguno a los candidatos socialistas a la Comunidad y al Ayuntamiento madrileños.
La manifestación madrileña tenía como lema “subir salarios, bajar recios, repartir beneficios”. Antes de iniciar la marcha, Unai Sordo, además de presumir, atribuyendo a los sindicatos el “éxito” de los avances laborales, amenazaba a la CEOE con grandes movilizaciones si no se negociaban las subidas salariales en una mesa nacional.
En el mismo sentido se pronunciaba Pepe Álvarez, secretario general de UGT, cuya actividad laboral antes de su liberación sindical se reduce a unos pocos meses, confirmando la voluntad sindical de organizar movilizaciones “que sabemos cuándo empiezan, pero no cuando acaban”.
Yolanda Díaz, por su parte, se atribuye todas las mejoras laborales cuyo éxito se disputan las centrales sindicales, solicitando más tiempo libre, y reducir la jornada laboral, por supuesto sin reducir en paralelo los salarios sino todo lo contrario, mientras la ministra de Hacienda reclama un mejor reparto de los beneficios empresariales. La ministra de igualdad presume del “fuerte escudo social” desplegado por el Gobierno, y Garzón habla de la subida de los precios que atribuye a los excesivos beneficios empresariales.
En Barcelona la manifestación apenas concentró 2000 personas, eso sí, con los aspirantes al sillón municipal haciéndose ver, mientras los líderes sindicales presumían de “sindicalismo útil”, afirmando que “tenemos que llenar las calles y las urnas de movilización para que gane una mayoría progresista”.
En Valladolid, como viene siendo habitual, se celebraron dos manifestaciones, una convocada por los sindicatos mayoritarios (CCOO y UGT) y otra por CGT y CNT, que movilizaron unos pocos centenares de manifestantes.
La conclusión es sencilla: las centrales sindicales que han sido sumisas a los desmanes de este Gobierno, (inflación, aumento de impuestos, de la deuda, del déficit público, de los combustibles y la electricidad, la bolsa de la compra…), agradecidos a las muy generosas subvenciones gubernamentales, salen el primero de mayo a manifestarse contra los empresarios y les amenazan si no se pliegan a sus exigencias salariales, pero para el año próximo las reivindicaciones contra el gobierno cuando haya cambiado su color político. Nada nuevo bajo el sol.
Y la semana que viene habrá que hablar de las elecciones… ¡Así que, hasta el viernes!