En pocos días hemos contemplado, o conocido, gestos y aptitudes de tres importantes toreros. Digo importantes en el sentido de conocidos o famosos, pues para mí, como aficionado, todos son importantes.
 
Por un lado, en la plaza de Santander y posteriormente en Huelva y El Puerto de Santa María, Roca Rey ha sufrido aparatosas cogidas, la primera hasta encunarle en la barrera con riesgo máximo, mientras su compañero Cayetano, a cuerpo limpio, o sea, sin capote, acudía a quitarle el toro para hacerle un quite que le produjo otra posible grave cogida. 
 
La plaza con el público asistente quedó aterrorizada ante lo que pudo ser una doble tragedia, que por suerte no se produjo.
 
Incluso, Roca Rey sin inmutarse salió de nuevo a torear directamente del quirófano, como hizo en la plaza de El Puerto de Santa María, donde acabó su faena y triunfó plenamente. El susto fue tremendo, pero como tantas veces sucede, todo acabó bien.
 
El otro gesto torero lo ha protagonizado una figura indiscutible de la Tauromaquia, como es Julián López “El Juli”, que después de 25 años de alternativa como matador de toros, ha anunciado su retirada. Sus palabras sentidas y elocuentes lo reflejan todo. En la que nos dice: “En esta etapa longeva e intensa, ha habido de todo, aciertos, errores, triunfos, fracasos, cornadas… pero después de vivirlo todo, queda en mí un fondo de satisfacción y agradecimiento a la vida por sentirme grande en una profesión tan dura y difícil. Felicidad y plenitud definen mi estado de ánimo en esta decisión que siempre es difícil”. 
 
Estos “gestos toreros”, imprevistos o premeditados, evidencian que los diestros no son personas corrientes y que por su valor y destreza merecen el máximo respeto y reconocimiento, ya que, como dijo Rafael “El Gallo”: “Las broncas se las lleva el viento y las cornadas se las queda uno”. Son, por consiguiente, también artistas que arriesgan su vida. 
 
Picasso y luego el escritor uruguayo Eduardo Galeano, dijeron que “el arte es una mentira que dice la verdad”. Excepto en los toros, añado yo, pues ahí todo es verdad, el peligro, el miedo, el valor, la sangre y la muerte, que sean siempre las del Toro.
 
Por ello, me llama la atención que quiénes presumen de aficionados critiquen sin pudor a los toreros y hasta los insulten en la plaza cuando se están jugando la vida. Y también lo dejen escrito alardeando de ello, como si así su cotización subiera.
 
En fin, se dice igualmente que los enemigos de la fiesta están dentro. Yo les digo que, si es así, los denuncien con pruebas, nombres y apellidos. Lo contrario es muy fácil y barato. Cómo una denuncia anónima, ello no quiere decir que los aficionados no sean exigentes, pero ante todo y sobre todo deben ser respetuosos con quienes arriesgan su vida.
 
Por ello, a pesar de todo, la fiesta sigue como un acontecimiento nacional que es, tal como la definió Tierno Galván y así seguirá sin duda.