El 99% de las veces que haces esa pregunta a un niño, su respuesta siempre coincide, ¡a los dos! ¿Pero qué pasa realmente cuando se produce una separación?
Es evidente que, si la separación es cordial, los menores sufren menos. Diversas circunstancias pueden haber provocado que la convivencia entre sus padres no sea posible por lo que lo mejor es que estén separados evitando los roces y las discusiones diarias. De este modo a medio plazo la relación entre sus progenitores mejorará.
¿Pero qué pasa cuando esa separación no es amistosa? Aquí llegan los conflictos.
La ruptura suele darse normalmente por una infidelidad, por el desgaste de la relación, desenamoramiento o querer formar una nueva pareja con otra persona. En este caso es uno de los dos miembros de la pareja el que solicita dar ese paso y En ese momento llega la guerra.
Los adultos se convierten en la peor versión de sí mismos. Son capaces de todo con tal de conseguir su objetivo y su sed de venganza es insaciable, salpicando de odio y rencor a todo su entorno incluidos sus propios hijos.
Pueden usar todo tipo de tácticas y artimañas. Como la de no mantener a los menores al margen e intentar que se decanten por uno u otro. Esto no ayuda para nada a estos niños, es más acrecienta el problema pudiéndoles generar ansiedad, depresión, confusión, tristeza o falta de autoestima.
Los adultos en esos casos se comportan como niños perversos, capaces de todo para conseguir que la otra persona sufra lo que él mismo está sufriendo.
¿Qué es lo que se debe hacer en estos casos?
Dejar el orgullo a un lado, e independientemente de los actos que realice tu pareja, jamás hablar mal de ella delante de tus hijos. Recuerda que es su padre o su madre y eso le hará un daño irreparable.
Intentad consensuar la toma de decisiones con respecto a los menores entre ambos, cueste lo que cueste. Al final será lo mejor para ellos.
Evitad posibles comparaciones entre tu estilo de vida y el de tu pareja, haciendo lo más llevadera y tranquila esta situación.
Establecer el convenio regulador más beneficioso para los pequeños, no para cualquiera de las partes.
Y por último buscar un abogado de familia común o un mediador, que será totalmente imparcial y sincero en todos los aspectos que tratéis con él.
No olvidéis, por favor, que los hijos no son un arma arrojadiza, son seres humanos con sentimientos, son frágiles y necesitan a sus padres porque los quieren profundamente. Y, sobre todo, que ellos no han elegido ni comprenden esa situación.
Por ello es el momento de quererlos más que nunca. No comprándoles juguetes o dándoles dinero, sino estando a su lado en el día a día ayudándoles con sus problemas y celebrando con ellos sus alegrías y triunfos.
Recuerda quién es el adulto, o al menos quién tiene que comportarse como tal. Y ya que vienen nubarrones saca la mayor de sus sonrisas y dígale a su pequeño al oído después de darle un beso de buenas noches: “Papá y mamá somos los que más te queremos de todo el mundo y siempre vamos a estar aquí para ti”.