He leído de varios tirones, tiene más de 800 páginas, la última novela de Ken Follett titulada “La armadura de la luz”, perteneciente a la famosa y exitosa saga “Los pilares de la tierra”. Y la he leído con un doble interés, el habitual de una novela que continúa un esperado entretenimiento y el especial por la propaganda de que Ciudad Rodrigo era protagonista de la historia.
Sin embargo, la decepción ha sido mayúscula, ya que solamente y de pasada se menciona a Ciudad Rodrigo en cuatro páginas. La primera en la 638 cuando se reproduce la carta de un capellán anglicano del ejército inglés que dice:
“Ciudad Rodrigo, España. 25 de Diciembre de 1812. Mi querida esposa: Me encuentro en Ciudad Rodrigo, en España. Se trata de una pequeña población ubicada en lo alto de un monte, con vistas a un río. Tiene una catedral y me apena decir que, obviamente, es católica romana. Vivo en una habitación diminuta, en una casa habitada por oficiales del 107º Regimiento de Infantería”.
Y, añade, “Creía que España era un país caluroso, pero hace muchísimo frío, y las ventanas de la casa no tienen cristales, como la mayoría de las viviendas del lugar. Al este se ve la nieve en las cumbres de las montañas, que aquí llaman ‘sierras’”. Luego continúa la misiva hablando de Wellington que según este capellán había instalado su cuartel general en una aldea llamada “Freineda”, que es La Fregeneda, que tenía un aspecto lamentable, salvo la casa en la que el Duque había instalado su cuartel general. Además, cuenta que éste se dedicaba a cazar cuando no había batallas.
Más adelante, en la página 661, vuelve a mencionar a Ciudad Rodrigo al referirse a dos miembros del ejército inglés, siempre del 117º Regimiento, y expertos en mecánica, cuando dice que “Corría el mes de junio y llevaban dos meses en España. Cuando llegaron a Ciudad Rodrigo, los pusieron a trabajar de inmediato revisando y reparando los cañones que habían permanecido a cubierto todo el invierno y que ahora tenían que ponerse a punto para entrar en acción”.
Y en la página 662 vuelve a mencionarse Ciudad Rodrigo para decir que “se habían encontrado con muchos hombres del 107º Regimiento de Infantería”. Y, por último, en la página 663 se dice que “A mediados de mayo, el ejército de Wellington había abandonado Ciudad Rodrigo en dirección al norte. Algunos hombres se mostraban anhelantes tras haber pasado un invierno marcado por la monotonía. Kit solo pensaba que era preferible estar aburrido que muerto”.
Y eso fue todo. Ninguna mención al Sitio de Ciudad Rodrigo, cuya toma tuvo lugar el 19 de Enero de1812, por un ejército aliado formado por ingleses, portugueses, alemanes y, naturalmente, españoles, guerrilla incluida, a través de la famosa “brecha” de la muralla.
Y todo bajo el mando, precisamente de Wellington, lo que le valió el título de Duque de Ciudad Rodrigo que con orgullo ostentan sus sucesores, como hacen cuando vienen a España y concedido, además, por las Cortes de Cádiz.
En fin, consolarnos conque en las contraportadas aparezca en la Europa de 1815 un mapa donde figuran en España, como únicas ciudades, Vitoria, Valladolid, Ciudad Rodrigo y Madrid. Algo es algo, en unos ejemplares que se difundirán entre millones de lectores de todo el mundo.
Follett, en una reciente entrevista (El País Semanal), dice sobre lo que escribe que, “no se trata de complacer o satisfacer exclusivamente a quien te lee, sino de captar su atención”. Sin duda, en mi caso, lo ha conseguido plenamente, aunque, sinceramente, no me haya satisfecho en las expectativas que tenía al iniciar la lectura de su, sin duda, interesante y amena novela.