El informe del Parlamento europeo sobre la economía española es demoledor sobre la errónea y destructiva política fiscal del gobierno. No hay que ser muy listo. Se ceban en las familias, clase media y empresas para comprar voluntades y mantenerse así en el poder. La economía va como una moto. La cesta de la compra se ha encarecido un 25 por ciento. La mitad de los ciudadanos ya han dejado de comprar carne, pescado y aceite de oliva. De las naranjas y las patatas mejor ni hablar. El gobierno ha anunciado que a partir de enero se retirarán las rebajas del IVA de los alimentos y la energía. Una medida más de este disparatado plan tan en cuestión.

Si una ministra se obceca en su furia antisemita y proterrorista hay que cesarla, si no se hace no estamos en un país civilizado pasamos a ser basurillas y cómplices de la barbarie. El que pueda olvidar las imágenes de niños y mujeres violadas y asesinadas que lo apoye, será uno más. Lo peor es la chusma que se siente representada por la chupipandi. El vendedor de pipas parece está implicado en una estafa de cinco millones y medio de euros de la asociación contra el cáncer infantil. Las donaciones se utilizaban para pagar sueldo y coches de alta gama. Qué puede haber más horroroso. Estos días no se puede procesar tanta deshumanización. No son más que activistas, nivel instituto con una total falta de profesionalidad, nivel bajo mínimos como el sistema educativo, ausencia total de diplomacia y sentido común, representantes de pancarta y proclamas absolutamente inútiles. Gandules en pocas palabras.

Llegan a España ilegalmente, no trabajan, ni se les ocurre. Llevan ropa de marca, patinete, móvil de última generación, se emborrachan, van de putas y tienen para tabaco. ¿A qué jugamos? Los autóctonos en minoría, en muchos casos, no podemos salir ni a pasear. ¿Cómo lo hacen? No es magia, son tus impuestos.

Los hijos que tienen las españolas los mantienen ellas y sus parejas si los tienen. Los hijos de los emigrantes los mantenemos todos. Murió la educación, nació la ignorancia y agoniza la inteligencia. Emerge cada día con más fuerza la estupidez. Así estamos. Da la sensación que el Bruselas quieren cambiar, están arrepintiéndose de la excesiva libertad con que se ha tolerado la emigración. A los ciudadanos de a pie, vista la degradación de gran parte de nuestras ciudades, no nos ha hecho falta pensar mucho. ¿Por qué tenemos que vivir con miedo en nuestros barrios? ¿Por qué tenemos que tener miedo por nuestros hijos? ¿Por qué tenemos que mantener a los que provocan que vivamos sin libertad? ¿Hasta cuándo habremos de soportar que nos tilden de racistas o fascistas por decir la verdad? Lobos solitarios o no, atentan contra objetivos indefensos y los que roban también. Hay que hablar de lo que se ha permitido hasta ahora.

La verdadera razón por la que se aparta a la religión católica de la política. Es que si aplicáramos los diez mandamientos en las Cortés, un edificio lleno de políticos se crearía un ambiente de trabajo hostil. Tenemos delante el borde del abismo y tiene muy mala pinta. Vamos haciendo tiempo para que se cumpla la presidencia europea. La gobernanza de España importa poco. Menos mal que las chanclas y el chándal van dejando paso al anorak del todo a cien. El aspecto ciudadano mejora con el frío. La libertad es frágil se puede perder tan fácilmente como dejándose manipular. La capa que la protege es tan fina que se puede perder con mucha facilidad como venderse al mejor postor. Los españoles vamos perdiendo y nadie se quiere dar cuenta. Los confinamientos sirvieron para afianzar el tecnototalitarismo, sistema social totalitario que se instaura a través de la tecnociencia, usando medios científicos y tecnológicos. Somos culpables de vivir y de respirar. Los que tenemos memoria y años vivimos una sociedad que ni era gris ni triste en la que las mujeres cantaban y los hombres trabajaban. Los hijos estudiaban con ahínco. En la calle generalmente sólo un vecino tenía televisor y allí íbamos todos los niños a verla como si fuéramos familia, nos daban merienda y hasta la cena. Con un balón jugaba toda la calle, nos prestábamos cromos y canicas para seguir jugando, nadie tocaba las bicicletas y nadie te robaba. Donde un billete de tren o autobús no costaba la vida por tener la batería del móvil acabada y cualquiera te daba dinero para comprar otro billete. Ahora los emigrantes le dan una paliza al revisor. No era una sociedad tan avanzada y progresista como en la que vivimos ahora. Un total de un millón y medio de ciudadanos con educación superior están en riesgo de pobreza. Vivimos en la estulticia, puro desconocimiento o simple desidia intelectual. La nacionalidad española es un privilegio que no se puede regalar, lo pagamos y pagaremos todos.