El veterano, tiene 91 años, escritor Fernando Arrabal, no cesa como el rayo y continúa desde su residencia parisina concediendo entrevistas y escribiendo obras, la última una novela, “Un gozo para siempre”, con trama autobiográfica en la que es figura destacada la famosa madre teresiana Mercedes, que tanto le influyó en su andadura vital y que en el colegio de Ciudad Rodrigo le enseñó tantas cosas que pusieron los cimientos de su genial personalidad.
Arrabal, siempre ha dicho, que, aunque biológicamente nació en la africana Melilla, donde estaba destinado su padre como militar, cómo escritor se consideraba de Ciudad Rodrigo, donde aprendió a leer y escribir, eso sí, de mano de la madre Mercedes.
En una reciente entrevista, El Mundo, 20/10/23, que no coincide exactamente con la que nos envía por mail a sus amigos, vuelve con su pesimismo, cuando le preguntan por la concesión del Premio Cervantes, diciendo que no se lo concederán “porque está controlado por gente aficionada al legado de Fidel Castro”. Yo recuerdo que cuando le dieron el Nobel a Camilo José Cela, y le preguntaron si se lo darían a él contestó con su sarcasmo habitual que “no estoy lo suficientemente gordo”. Y eso que Cela era su gran amigo y que además de proponerlo al premio Cervantes, asistió como testigo a su favor al juicio por blasfemia ante el Tribunal de Orden Público que lo terminó absolviendo.
Arrabal, genio y figura, siempre se ha caracterizado por sus incondicionales fidelidades y, entre ellas, por su amor a Ciudad Rodrigo, del que siempre habla elogiosamente con la nostalgia de un niño mayor recordando su infancia en la que, además, de colegial jugaba a los toros, de los que es un gran aficionado, en la Plaza de Béjar y veía los encierros de la mano de su abuelo, como cuenta de forma enternecedora en su obra “Baal Babilonia”. Francisco Brines, el gran poeta, dice que “la memoria es la infancia”, y nada más cierto en Arrabal cuando nos cuenta, también de forma impresionante, el recuerdo de su padre tapándole de arena sus pequeños pies en la playa de Melilla.
Estos días seguro que está sufriendo con profunda tristeza la guerra de Oriente Medio, dado sus vínculos con el judaísmo. Recuerdo al efecto que en 1986; cuando le invité como alcalde de Ciudad Rodrigo a dar el pregón del Carnaval del Toro, al visitar conmigo el Hospital de la Pasión, construido sobre la antigua sinagoga, se arrodilló y besó el suelo del lugar de las losas históricas.
Al final de la citada entrevista se le pregunta dónde querría ser enterrado y contesta que “donde algunos surrealistas en el cementerio más cercano a mi casa de París. Y si alguien lo acepta, también me gustaría dormir en Ciudad Rodrigo”. Decir al respecto que, no hace muchos años, fue allí encerrada su madre Carmen Terán González, mirobrigense de muy conocida familia. No obstante, deseemos que Fernando se mantenga despierto muchos años más.