Me encantaría escribir sobre cómo el otoño ha desnudado los tilos de mi plaza, sobre los árboles aún vestidos de amarillo, la luz incierta de estos amaneceres otoñales o la paz con la que dormitan mis gatos, Michu y Bito, en dos sillas del salón mientras la España decente asiste a la investidura de un presidente indecente que la ha vendido, la ha prostituido, por siete votos y un sillón.

Me gustaría poder escribir que en el PSOE, el partido en el que un día creí, por el que salí a la calle para decir "No a la guerra" y al que apoyé más de una vez en las urnas; partido al que defendí en mi tierra cuando Igea, de Ciudadanos, preso de sus palabras, traicionó a Luis Tudanca, e impidió un necesario cambio de gobierno después de más de treinta años de hegemonía del Partido Popular, aún quedan diputados con sentido de Estado que no tratan a España como a una mujer en una subasta, entregada al mejor postor, de cama en cama.

Me gustaría saber qué opinan los millones de españoles de a pie traicionados, engañados, que votaron al PSOE en el mes de julio convencidos de que en el Gobierno de Sánchez y en la Constitución no cabía una amnistía por encima de la Ley sin poner sobre el tapete las auténticas cartas que se guardaba en las mangas para comprar votos al precio que sea, borrando los destrozos, la fractura social, un golpe de Estado, humillando a las fuerzas de seguridad y abandonando a todos aquellos que se sienten españoles en Cataluña.

Me gustaría escribir que, teniendo en cuenta que el 70 por ciento del Parlamento español lo copan PP y PSOE, habrían sido capaces de hacer política de altura en atención a esa mayoría real y apostar por un gobierno de pactos, sin cabida para extremos de uno y otro lado; contar ese gran acuerdo en el marco de la democracia y la Constitución, y no este engendro de minorías mal llamado progresista, sustentado en cachorros que nunca condenaron el terrorismo y en la derecha nacionalista más rancia y clasista del País Vasco y de Cataluña.

Me gustaría escribir que al menos los diputados socialistas de Castilla y León, de esta tierra tan herida, han tenido la decencia, el honor, la coherencia y la dignidad de oponerse a este tremendo bofetón en la cara de nuestra España Vaciada, haciendo más ricos a los ricos y más pobres a los pobres, blanqueando a delincuentes y cargándonos con impuestos ajenos para satisfacer las exigencias de los chantajistas a quienes ponen al mando de un país que desean destruir. Con qué cara vais a mirar a nuestros pueblos despoblados; a nuestras gentes carentes de tantas cosas. Con qué cara nos vais a mirar a los que quedamos, la resistencia, después de ratificarnos como ciudadanos de tercera.

Me gustaría escribir que vivo en un país plural y respetuoso y no en una mentira permanente donde a todos los que no tragamos con los malabares de Sánchez y sus palmeros para justificar lo injustificable se nos llama fascistas y fachas, incluidos socialistas históricos, barones y padres constitucionalistas que se batieron el cobre para darle a España la libertad, la igualdad, la palabra. Honorables "fachas" que han llamado a la cordura, al compromiso con la Constitución y la Ley.

Y aunque el otoño ha desnudado los tilos y Michu y Bito duermen plácidamente a mi lado, me gustaría escribir que la España de la izquierda y de la derecha, la progresista y la conservadora, la que se envuelve sin complejos en su bandera y se manifiesta pacíficamente contra el pacto de la infamia suscrito con delincuentes y prófugos; la España plural, soberana, maravillosa, mi país bonito, querido, tendrá un presidente a la altura y no a un ególatra que por olvidarse, se olvida sus propias palabras.

Hijos de Viriato como somos, hoy sólo cabe recordar, escribir, que Roma no paga traidores.