El asesinato es, lo cometa quien lo cometa, un delito, el más grave que se pueda efectuar, pues es quitar la vida, el derecho sin el cual no tienen sentido el resto de los Derechos Fundamentales, de modo que la acción terrorista de Hamás no puede tener, en ningún momento, cobertura, como determinados partidos políticos pretenden conceder en una voluntad delictiva de odio que nadie perseguirá, pues... ¿de quién depende el Ministerio Fiscal?, ¡pues eso!
La reacción israelí es una acción legítima en la medida que es en defensa de sus nacionales y con el fin de acabar con los asesinos terroristas; pero, toda acción de Estado en el ejercicio de la fuerza legitima debe de cursar dentro de los parámetros de la legalidad y de la mesura, evitando el daño a terceros o inocentes. En este punto, hemos de recordar que el PSOE ha sido el único partido que usó el terrorismo de estado con los GAL o al menos el único que observó cómo se condenaba a su ministro del interior y altos cargos del mismo y se señaló al Sr. González como el señor "X", por lo que convertirse ahora en "mano limpia" parece un poco surrealista, máxime cuando el Sr. Sánchez se acaba de arrodillar ante delincuentes y terroristas para poder sentarse de nuevo en la presidencia.
Es cierto que el derecho internacional de la guerra permite el daño de ciudadanos víctimas de la intervención militar siempre que el objetivo militar a conseguir sea superior o de mayor valor por alcanzar el fin u objetivos de la acción.
No es menos cierto que, como afirmó el primer ministro israelí, el islamismo radical y el terrorismo de Hamás y sus corifeos internacionales nos tienen como objetivo y están desarrollando la técnica y las tácticas para ello.
Pues bien, cada vez que muere un niño, una mujer, un hombre, en zonas de Guerra (no olvidemos la guerra generada por Rusia) debemos de alzar nuestra voz y defender la vida humana, clamar por el fin de las guerras y la solución diplomática de los conflictos, en la conciencia clara de que cada vida es única e irrepetible y no puede quedar en manos de otro ser humano, que debemos reclamar que el uso de la fuerza sea limitado a lo imprescindible para acabar con la agresión ilegítima del otro y que ese y no el defensor debe de ser el condenado públicamente.
Sorprende el silencio de la guerra rusa, la falta de empatía de nuestro presidente y de fortaleza frente a Putin a la hora de exigirle el fin de una guerra iniciada por él y ante el que nuestro país se arrodilló comprando más gas que antes de la guerra al sátrapa socialista ruso, a lo mejor es que los muertos allí o la agresión ilegítima, cruel e inaceptable de sus amigachos es menos criticable. Me gustaría ver cómo Pedro se presenta en Rusia y, en nombre de la Unión Europea y de España, reclama a Putin el fin de la guerra, le llama dictador o se enfrenta a él... ¿a que eso no lo verán tus ojos?
Las guerras tienen que acabar, como tiene que acabar el terrorismo ya sea islámico o independentista, no hay otro en el mundo, lo genere quien lo genere y frente a él no caben melindrosidades, medias tintas o paños calientes, y la posición de España ante cualquier terrorismo, después de haberlo padecido, no puede ser otra que la frontal, clara, contundente y sólida repulsa y ante las guerras deberíamos de buscar posiciones lo más equilibradas posible, pero siempre como cuestión de Estado, negociada, pactada y resuelta con los partidos del Congreso y, sobre todo, con aquellos que sean mayoritarios y/o pueden tener opciones de gobierno en el presente o en el futuro, pues la posición no puede ser de partido sino de Nación.
No, no estoy de acuerdo con las muertes de civiles en la acción militar en Gaza, por más que pueda comprenderlas, no puedo darles cobertura y sí debo de reclamar a Israel contención, mesura y equilibrio, pues comprendiendo su posición, apoyando la lucha contra el terrorismo islámico, debo de dar valor a la vida humana, como derecho supremo y exigir de la diplomacia actuante en la zona trabajo, esfuerzo y prudencia, reclamando a todos los demás títeres o desgarramantas que no trabajan en ello que se queden en casa y no dañen la labor que se está realizando y menos perjudicarla por una foto, un titular o un ego insuperable e insufrible.