El trabajo docente es harto complicado. Hay mucha gente que desconoce esta labor tan difícil y a veces habla por hablar diciendo que los profesores tienen muchas vacaciones, que solo quieren menos horas de clase y menos alumnos por aula. Pero todo esto tiene un sentido y es bastante lógico.
Las generaciones actuales son multidiversas: altas capacidades por un lado, problemas de hiperactividad y déficit de atención por otro, alumnos desmotivados, problemas familiares que afectan al aula, bullying, exceso de uso de las nuevas tecnologías, baja capacidad de atención, poco esfuerzo individual, programas educativos imposibles de cumplir por falta de tiempo o medios y un aumento exponencial de las tareas burocráticas.
Yo como docente, lo único que quiero es enseñar, y enseñar bien, que mis alumnos consigan un aprendizaje de calidad y que salgan al mundo con los conocimientos adquiridos después de clase para que puedan también tener su tiempo libre en las tardes y los fines de semana y ser felices haciendo otras cosas.
Quiero que en el futuro recuerden mis clases con una sonrisa y no con rabia o rencor por tener a un tirano como profesor.
Está claro que el nivel donde impartas formación es muy importante y significativo. Nos vamos a quedar con ¿cómo dar clase a un adolescente? Y no morir en el intento.
Los adolescentes, esos jóvenes mitad niños mitad adultos, que parecen seres inanimados y sin sentimientos. Tienen tantas cosas en la cabeza… Son entrañables y encantadores a la vez que egoístas y crueles.
Su vida no es fácil, a nivel social tienen mucho que hacer y demostrar para no ser apartados del grupo base y convertirse en un paria.
Ellos tienen que consolidad su lugar en la clase, está el gracioso, el que suspende y parece que no le importa nada, el empollón, el inteligente que tiene que justificar sus notas y quitarles importancia, el que tiene que hacer bullying a otro para evitar ser el él centro de las burlas, el ligón…
Está claro que las normas de las comunidades juveniles son complejas y tienen que adoptar un papel rápidamente que puedan cumplir y sea creíble.
¿Dónde queda el instituto, las clases, el estudio en todo este proceso? Muchas veces en un segundo o tercer plano.
Son tantos parámetros, tantos ítems que tienen que cumplir que uno de los que quedan en un tercer o cuarto lugar es la educación. No es algo que les ocupa y eso resulta preocupante.
¿Cómo hemos llegado a ello?, ¿en qué momento se produjo el punto de inflexión y la educación se relegó al olvido? Y, si no al olvido, muy por debajo de un nuevo grano en la cara o que se rice el pelo porque está lloviendo.
Es evidente que a todos nos ha importado la apariencia, el encajar en los grupos y tener amigos, y más en la adolescencia donde estar solo es muy duro.
Pero para el maestro a veces es muy frustrante no saber cómo llegar a sus chicos, son importantes para él y se toma su trabajo muy en serio. Tanto que a veces sale de la clase lleno de impotencia y rabia por no haberlo conseguido. Teniendo un sentimiento entremezclado de culpa y de desconocimiento de cómo puede hacer para que cambien las cosas.
Querido alumno, si estás leyendo esto, no dudes que tu profesor te quiere y se preocupa por ti. Pero necesita tu ayuda, necesita que valores su trabajo y lo demuestres, que le respetes igual que él a ti y que, aunque a veces las materias sean densas, largas y posiblemente algo aburridas, está haciendo filigranas, dejándose la piel y el alma para que lo entiendas. Porque ese es su trabajo que con tanta ilusión eligió y por el que sigue apostando a muerte día a día.