Circula por whatsapp y en redes sociales un vídeo del humorista Álex Clavero en el que compara la ciudad de Zamora con un Black Friday permanente por los precios de su hostelería y demás coste de vida. Un vídeo que refleja de forma humorística la diferencia de precios con respecto a Madrid y que anima a los madrileños y el resto de españoles a visitarnos.
El vídeo del humorista, que sale del corazón porque es un enamorado de esta tierra donde nació su segundo hijo y que visita siempre que puede, no miente: sí, es posible tomarse un café en una terraza de la Plaza Mayor de Zamora por 1,30 euros, mientras que en Madrid casi podrías comprarte una máquina de Nespresso, salvando la hipérbole del humor.
Lo que omite el humorista es la cara B del disco, ahora que ya ni discos quedan, y es esa situación de la capital y de la provincia, con la renta per capita más baja de España, el menor número de natalicios de toda Castilla y León, la ausencia de grandes fábricas, empresas e inversiones y los sueldos medios del funcionariado, además de los apretados autónomos que sobrevivimos con la pata quebrada mientras nos disparan con impuestos hasta por pestañear. Esa cara B en la que por el sistema fiscal el hostelero de la Plaza Mayor o de un barrio de la periferia o de un establecimiento de los pequeños y perdidos pueblos de esta tierra cotizan y pagan lo mismo que el gran hostelero de la Gran Vía madrileña.
La tragedia de todos los que tienen que bajar la trapa porque no cubren los gastos o no generan lo suficiente para mantener el negocio y sus gastos cada vez más disparados; tantos locales vacíos en alquiler o venta por las calles, incluso las más céntricas; este pasar del tiempo sin prisa ni apretones que deja el casco antiguo como un desierto en los meses de invierno, cuando los vecinos nos diluímos como sombras solitarias entre la niebla del Duero y los abrazos se pierden porque no hay con quién encontrarse. Mi Zamora bonita y despoblada. Este silencio de las noches sólo roto por las campanas de iglesias y conventos que nos recuerdan esa parte espiritual, oculta, casi residual en esta sociedad tan sin corazón, sin alma, encendida en guerras, polarizada, resentida.
Mi Zamora no es Black como las tarjetas bancarias de los corruptos; es multicolor, preciosa, viva, porque sus cielos son limpios y estrellados, rabiosos de azul y pureza, infinitos como los campos y lomas que se extienden por su mapa. Mi Zamora es un Black Friday permanente porque su pequeña economía no permite elevar los costes de un nivel de vida que sería inalcanzable para tantos, para todos. Somos como la resistencia de la pequeña aldea gala que se mantiene en pie en un país y en una Comunidad que nos ignora en sus presupuestos, nos maltrata y nos trata como a ciudadanos de segunda sin apenas voz ni peso.
Aún así, vengan a tomarse ese café a precio de chollo, a disfrutar de nuestro románico venerable, nuestra gente generosa en sonrisas y siempre con los brazos abiertos. Esta paz, esta cercanía, este calor humano que no se paga con todo el oro del mundo, que no tiene precio ni se vende al peso ni cotiza en el mercado. Este corazón que late eternamente en Black Friday, el mágico viernes de las oportunidades, y todos los días del año, con sus luces y sombras, las dos caras del disco de nuestra vida, por los siglos de los siglos.