“Todos los amores son imposibles. Y los que son posibles, ya no son amor”, escribió Umbral en una de sus columnas. Cualquier afirmación donde aparezca un “todos” encierra posibilidades de ser falsa, pero hoy no voy a dilucidar la falsedad de esa cita. Aprovechando cierta actualidad de la cantante colombiana, me conformaré con otra cuestión: un acercamiento a cuatro grandes modos de afrontar el desamor. Sin ser los únicos caminos, resultan significativos, y trataré de ilustrarlos con algunas letras y versos.

1. Despecho a carne viva

Shakira arrancó el año con un pelotazo, y lo cerró con otro en dirección contraria. En enero estrenaba su videoclip con Bizarrap, y desde el principio fue un rotundo éxito en cuanto a seguimiento y facturación. Mientras, en noviembre la hemos visto en los juzgados, admitiendo un fraude fiscal, y aceptando pagar una multimillonaria multa que le evite su entrada en prisión. Desde el punto de vista musical, hay canciones de Shakira que me interesan más (por ejemplo, “Moscas en la casa”), pero es constatable que “Music Sessions #53” ejemplifica este epígrafe: “A ti te quedé grande, por eso estás con una igualita que tú”, y etc, etc, como es bien conocido.

En este apartado también podríamos situar “Rata de dos patas”. Aquel emblemático tema que popularizó Paquita la del Barrio: “Rata inmunda, animal rastrero, escoria de la vida, adefesio mal hecho. Infrahumano, espectro del infierno, maldita sabandija, cuánto daño me has hecho. Alimaña, culebra ponzoñosa, desecho de la vida, te odio y te desprecio”. Los muy intuitivos quizá adviertan que se prescinde un pelín de sutilezas y eufemismos.

Por su parte, cuando Rocío Jurado interpretó “Ese hombre”, tampoco brindaba muchas concesiones: “Es un gran necio, un estúpido, engreído, egoísta y caprichoso. Un payaso vanidoso, inconsciente y presumido. Falso, enano, rencoroso, que no tiene corazón”. Recurriendo a la sofisticada hermenéutica, tal vez logre advertirse que la cantante no se muestra excesivamente partidaria de su interlocutor.

2. Lanzamiento de augurios

Aquí no hay insultos, pero sí hay algo, a mi parecer, bastante más ruin: el augurio chulesco y revanchista; el amenazante vaticinio de que la persona aludida ya jamás podrá ser amada como la amó… quien está lanzando el presagio. Esas proclamas, lo siento, me resultan detestables. Dos ejemplos a este respecto.

En uno de sus Epigramas, Ernesto Cardenal escribe: “Al perderte a ti tú y yo hemos perdido:/ yo porque tú eras lo que yo más amaba/ y tú porque yo era el que te amaba más./ Pero de nosotros tú pierdes más que yo:/ porque yo podré amar a otras como te amaba a ti/ pero a ti no te amarán como te amaba yo”.

En aquel frecuentado poema de las “oscuras golondrinas”, Gustavo Adolfo Bécquer también había ido por esos mismos derroteros: “como yo te he querido... desengáñate/ ¡así no te querrán!”.



3. Aquello que nadie pudo llevarse

Este 2023, poco después de la canción de Shakira y Bizarrap, Miley Cyrus presentó “Flowers”. En ella, el abatimiento amoroso ya está más metabolizado; o al menos la persona en cuestión lo afronta con otras miras. Ante la pérdida, y ante el consiguiente lloro que se avecina, Cyrus recuerda que puede “comprarse flores”, que puede “llevarse a bailar”, que puede “tomarse de su propia mano”, que puede “hablar consigo misma durante horas”, o que puede, en definitiva, “amarse mejor” que como había sido amada por su ya ausente pareja. La herida, pues, se encuentra en otro estadio: ya va cicatrizada o, al menos, hay una disposición a la resistencia, para contribuir a que cicatrice. No es mera resignación. Es ser consciente de las muchas cosas que nadie pudo arrebatar.

4. Gratitud ante lo vivido

El agradecimiento sintetizaría una cuarta postura ante el desamor. Ahí se sitúa quien agradece lo vivido, quien se reconforta con el tiempo que duró la convivencia. Ahí se sitúa quien pretende asumir, con madurez, la ruptura y el adiós. Dos ejemplos.

Felipe Benítez Reyes, en su “Advertencia”, nos cuenta: “Si alguna vez sufres –y lo harás-/ por alguien que te amó y que te abandona,/ no le guardes rencor (…)”. En vez de ejercicios victimistas buscando culpas ajenas, el autor propone mirarse a uno mismo a la hora de encontrar explicaciones; y cierra su poema apelando a un vital aprendizaje: “Y aprende que la vida tiene un precio/ que no puedes pagar continuamente./ Y aprende dignidad en tu derrota,/ agradeciendo a quien te quiso/ el regalo fugaz de su hermosura”.

También José Hierro (“En son de despedida”) apuesta por la grata gentileza: “He vivido días radiantes/ gracias a ti. Entre mis dedos se escurrían/ cristalinas las horas, agua pura. Benditas sean./ (…) Nadie pudo, ni puede, ni podrá por los siglos de los siglos/ arrebatarme tanta felicidad”.

En fin, ya ven. Como puede observarse, las desdichas sentimentales difieren al ser transmitidas. Difieren porque quienes las cuentan presentan distinto carácter; y/o difieren porque las personas aludidas habrán actuado con mayor o menor elegancia, con toda o ninguna compostura. Como es obvio, cada situación concreta aglutina variables muy diferentes. Si hay ocasión, en un futuro, ya habrá momento para encarar más perspectivas sobre el tema.