Los autos llamados “sacramentales“, fueron una primigenia expresión teatral que, vinculada a las creencias católicas, se representaban mayormente en los atrios de las iglesias medievales y constituían una manifestación tanto artística como religiosa.

Estos autos, surgidos a raíz de la conquista de la América Hispana, tuvieron una gran influencia en aquellos países y, por ello, se los denominó “teatro de evangelización“. Su desarrollo fue decreciendo y hoy día constituyen una reliquia teatral.

Por todo ello, constituye una valiosa costumbre que uno de los colegios privados más reconocidos de Madrid como es el Estudio célebre año tras año su valioso Auto de Navidad interpretado por sus propios alumnos. Y digo valiosa costumbre porque el Colegio Estudio es un colegio laico y, aún más, continuador de la Institución Libre de Enseñanza que como su propio nombre indica era totalmente independiente tanto de la Iglesia como del Estado y de aquí ajena a influencias religiosas de cualquier tipo, según su creador Francisco Giner de los Ríos.

Por ello, llama la atención este auto de Navidad que tiene un profundo significado religioso aunque esté imbuido también y mucho de la música folclórica extremeña y salmantina, principalmente. Su ambiente puramente evangélico, se entremezcla con bailes y cantos puramente populares del ambiente pastoril de lo que pudo haber sido un nacimiento en nuestras tierras extremeñas y charras, con textos de Fray Luis de Granada, Gómez Manrique o Juan del Encina. Y, claro, no podía faltar entre los compositores musicales el gran Dámaso Ledesma, mirobrigense y autor del Cancionero Salmantino.

El auto del colegio Estudio, recorre, por otro lado, bailes tan típicos como el de “las cintas” y “los paleos“ llenos de ritmo y colorido, sin que falten actuaciones de equilibristas al gusto popular de la época pastoril en que se desarrolla , logrando momentos de gran brillantez y que contrastan con el sentido místico de los textos que culminan con la pasión del Señor, para terminar con un grandioso Aleluya.

Es, por ello, digno de destacar este esfuerzo de profesores y alumnos, desde niños a adolescentes, por mantener esta rica tradición que sirve además para entusiasmar, que no adoctrinar, a los familiares de los actores en una Simbiosis digna de reconocer y aplaudir.

Mario Vargas Llosa, en su última novela, que según él será así en todos los sentidos y titulada “Le dedicó mi silencio”, realiza un profundo y entrañable análisis de la música popular, en este caso peruana, cuando dice que ”solo lo huachafo (música popular) era bello y verdadero porque surgía de un sentimiento no corrompido”.

Indudablemente, la letra y la música de este auto lleno también de solemne ingenuidad infantil, nos descubre, por su pureza y autenticidad, que nace de este sentimiento “no corrompido”, que al margen de circunstancias coyunturales debe mantenerse, como año tras año hace el colegio Estudio al que debe felicitarse muy sinceramente.

Y ya que estamos en Navidad, mi felicitación también más sincera y mis mejores deseos para todos los lectores de este diario.