Es cierto que cualquier hecho que acontece en la vida diaria de las personas es un motivo suficiente para provocar en nosotros un punto de atención que nos lleve a eso que Aristóteles llamaba la admiración, y a partir de aquí a la reflexión.

En esta ocasión, lo que ha despertado en mí esa consideración es una frase que siempre me ha llamado la atención y que culmina la narración del nacimiento de Jesús de Nazaret en el evangelio de San Lucas y dice: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Es el evangelio que se lee en la Misa del Gallo y que nos posiciona históricamente tal acontecimiento durante el mandato del emperador César Augusto al ordenar a todo el mundo empadronarse en su lugar de origen. 

Es, pues, ese final el que me incita a pensar qué significa ser hombre de buena voluntad.

Lejos de entrar en disquisiciones filosóficas que nos llevarían a hacer un estudio histórico de las distintas tendencias sobre qué se entiende por voluntad, solo me voy a detener en ver qué cualidades puedo percibir en lo que llamamos hombres de buena voluntad.

Creo que hay un consenso general en considerar que, en todos estos, su voluntad es buena porque quiere hacer el bien, porque hay una disposición racional y voluntaria a realizarlo siempre. Más aún, y perdonen la referencia Kantiana, una buena voluntad es aquella que obra no solo conforme al deber, por su obligación, sino por respeto al deber mismo, es decir, porque así tiene que ser, sin buscar réditos personales “a posteriori”

Pero bajemos a la vida diaria y desvelemos cualidades de “hombres buenos” que nos puedan ayudar en nuestro personal acontecer.

Los que tienen buenas intenciones hacia sus semejantes y trabajan para ayudarlos, los sinceros de corazón, los que trabajan por la justicia, los generosos, en los que se puede confiar, los que se guían por la moral, los que no engañan o mienten por su personal interés, los que son sanos en su actuar, los que no tienen mala intención ni intereses torcidos, los transparentes y honestos, los que unen y no dividen. Estas cualidades que podemos destacar, entre otras, de las personas buenas, de las que decimos que tienen buena voluntad, me gustaría que fuesen comunes en todos los hombres, que fueran rasgos propios o cualidades naturales de la humanidad.

Pero viendo el comportamiento humano, no puedo ser generoso. Me podrán tachar de pesimista en este fin de año viejo y comienzo de uno nuevo, pero viendo actuar a los hombres, sobre todo algunos, no me queda más remedio que restringir ese apelativo de “hombre de buena voluntad” a unos pocos, muy pocos, generalmente anónimos. Porque aquellos que son noticia cada día por su ostentación del poder, evidentemente, no son de buena voluntad. No son de fiar, cambian de “opinión” según sus propios intereses, traicionan hasta sus propias aseveraciones; son injustos porque venden su poder por un “plato de lentejas” perjudicando a otros; engañan y mienten siempre que pueden en su beneficio; no son trasparentes y ocultan todo aquello que les pueda poner en entredicho; dividen y siembran odio con tal de salir ellos con ventaja; su narcisismo les ciega y prefieren cambiar la realidad para verse guapo en el espejo de la bruja de “Blancanieves”. El futuro no les interesa si no es para su beneficio. Viven para ellos mismos y nada les importa cómo podrá perjudicar sus decisiones a generaciones venideras. Hipotecan el futuro de todos con tal de tener su presente asegurado.

Este es el modelo de político que tenemos en estos momentos, que se ha perpetuado en este año 2023 y que amenaza con continuar el 2024.  Y puestos a poner nombre a algunos y hacer una mayor concreción en un personaje que no goza de “buena voluntad”, me fijaría en nuestro actual presidente. No solo nadie se fía de él, sino que ya nadie toma su palabra como buena. ¡Qué tristeza para un político que nadie le tome en serio! Es la degeneración de la noble ocupación por la cosa pública, porque la “buena voluntad” implica también la clarividencia por el bien que te da una inteligencia despierta. De esta forma, la ausencia de la primera, la falta de una voluntad recta supone la carencia de una inteligencia despierta.

Por todo ello, mi personal deseo sigue siendo el de “paz en la tierra a los hombres de buena voluntad” y, en consecuencia, que el nuevo año suponga el renacer de estos hombres para que todos podamos alcanzar ese deseo de la FELICIDAD EN EL AÑO 2024.

FELIZ AÑO NUEVO