Mi intención era encabezar mis comentarios de hoy como “política y toros” hasta que tuve acceso al ensayo de Pérez de Ayala que, con este título, publicó en 1918 nada menos que un ensayo de 300 páginas en el que este escritor, admirador de Juan Belmonte, defendió las corridas de toros en contra de la corriente antitaurina que dominaba en la llamada Generación del 98.
Es más, en 1904 fue uno de los firmantes de un manifiesto en el que se declaró el espectáculo de las corridas de toros como una de las Bellas Artes, y cuando le hablaron de la crueldad de la fiesta respondió con esta frase lapidaria: ”lleva usted razón, Si yo fuera presidente del gobierno suprimiría las corridas de toros, pero entre tanto que las hay sigo asistiendo, porque estéticamente es un espectáculo admirable y no son nocivas sino provechosas como un texto donde estudiar la psicología del pueblo español”.
Mi respeto a este escritor y ensayista, miembro de la RAE y embajador de España, que me anima a cambiar el orden de los factores, la política y los toros.
Y ha tenido que llegar al gobierno Sanchezstein un ministro como Ernest Urtasum, catalán de procedencia navarra, de marcada ideología de extrema izquierda para decidir suprimir la tauromaquia de la lista de los premios de las Bellas Artes, entre los que fue incluido por Rodríguez Zapatero, aunque en el gobierno social comunista que padecemos ya hubo un intento en este sentido al excluir del célebre “bono cultural” los festejos taurinos, decisión que tuvo que rectificar el Gobierno por sentencia del Tribunal Supremo.
El ministro, prometió convertir su cartera en una herramienta de combate, comenzó con una política revisionista sobre los museos, y era de esperar su ataque a la Tauromaquia, pues sus insultos y desprecios han sido constantes y ha calificado la lidia como “injusta, sádica y despreciable”.
Y miente cuando afirma que es un festejo en decadencia, cuando hay un resurgir entre la gente joven, y la lidia movió a más de seis millones de espectadores en más de 1.500 festejos el año pasado.
Ya se sabe que cuando a un político de derechas no le gusta algo, no va. Si el político es de izquierdas, lo prohíbe. Menos mal que como dice Victorino Martin, presidente de la Fundación del Toro de Lidia, “los ministros pasan, pero la tauromaquia queda”.
Vamos que este ministro ha pasado de ministro de Cultura a ministro de censura, o si se quiere a ministro de la tortura, pero no de los toros sino de los aficionados.
Esta decisión de quien por ley tiene obligar de defender la tauromaquia supone una nueva interferencia en la campaña electoral catalana, habida cuenta de que los separatistas catalanes intentaron prohibir la celebración de corridas de toros en la Comunidad Catalana, algo que no permitieron los Tribunales Españoles, pues no es por casualidad que la fiesta de los toros sea considerada la Fiesta Nacional. Por supuesto, ninguna referencia a los correbous, versión catalana de los encierros urbanos, con lo que el pretexto animalista se cae por sí sólo.
Paradójicamente, el resultado ha sido el contrario, pues la afición taurina no es ni de derechas ni de izquierdas, y la prueba la tenemos en la reacción que esta decisión ha provocado, confirmando que estamos ante un acontecimiento cultural que no entiende de ideologías.
Curiosamente las primeras reacciones provinieron de los presidentes de las dos Castillas, García Page y Fernández Mañueco.
Especialmente duro con el ministro comunista fue el presidente manchego, quien acusó al ministro de Cultura de no cumplir su obligación llegando a afirmar que habían colocado a la zorra a cuidar del gallinero.
A su repulsa por la decisión del ministro, se sumaron inmediatamente los presidentes de Aragón, Extremadura, Valencia y Madrid, pero también los líderes socialistas de Andalucía y el País Vasco se han sumado a la protesta de Page, con lo que es previsible que tan pronto como cambie el ministro se restituirá el Premio.
Y si Vds. Me preguntan, ¿“y el Presimiente Sánchez qué dice de todo esto”? Pues nada. Está muy ocupado de los negocios de Begoña y de seguir colocando amigos en las empresas públicas. Pasa de toros.
Y no es para barrer para casa. Ante esta decisión no he podido olvidar que algo parecido vivimos en Valladolid, cuando en 2015, a pesar de haber perdido las elecciones, Óscar Puente, que “de ganador a ganador” nada de nada, hizo lo mismo con el trofeo taurino “San Pedro Regalado”, el segundo trofeo taurino más antiguo de España.
Yo tuve ocasión en el año 2016, después de dejar la alcaldía, de mantener un debate con el “Alkalde Okupa”, que por exigencias de sus socios comunistas decidió retirar toda colaboración a los festejos taurinos en el coso del Paseo de Zorrilla. Por negar esa colaboración hasta retiró el camión del servicio de limpieza municipal que regaba el ruedo a mitad de la corrida cuando era menester, y que en la primera ocasión en la que fue sustituido por una manguera provocó un grito: “Con León teníamos camión”… lo que fue contestado con una rotunda ovación.
En aquel debate, organizado por la Federación Taurina de Valladolid, afirmé que la Tauromaquia reúne los cinco requisitos que exige la UNESCO para declarar algún acontecimiento como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, y que la Historia sería inconcebible sin la Historia del Toro en la Península Ibérica. Ni la literatura, ni la pintura, la escultura, la música e incluso el cine serían lo mismo sin el mundo de los toros.
Pero es que los mismos animalistas, que se auto titulan como los defensores de la naturaleza, parecen desconocer que sin el toro bravo, además de desaparecer uno de los animales más bellos del mundo animal, desaparecerían las más de 500.000 hectáreas de las dehesas donde pastan los bravos animales, y los miles de puestos de trabajo que dependen del mundo de los toros.
Y a los que niegan cualquier subvención al mundo taurino hay que recordarles que la Tauromaquia es un capítulo del arte al que no se pueden negar las ayudas que se prodigan al teatro, la música, la danza, el cine y por cierto, el retorno que produce el mundo de los toros a la hacienda pública es superior a la del teatro, la danza y el cine, mal que le pese al Almodóvar de turno.
Como acertadamente escribe François Zumbiehl, “La Tauromaquia, como la Tragedia Griega, la Ópera Italiana y las Semanas Santas, es una sublimación de la muerte por el arte, una exaltación de la vida y del espíritu que han sabido triunfar”.
En fin, para terminar sólo me queda como aficionado vallisoletano y en su día premiado por la Real Federación Taurina con su Medalla de Plata, esperar que este fin de semana el coso del Paseo de Zorrilla coloque el cartel de “No hay billetes”, como respuesta al mugido del ministro de la Censura.
Que Dios y San Pedro Regalado me oigan.
Hasta el viernes que viene,