Hay pronósticos de todo tipo con motivo de la aprobación definitiva por el Congreso de la Ley de Amnistía. Desde los que sentencian la defunción del PSOE, hasta los que creen que no va a aplicarse, al menos con la dimensión prevista y, por supuesto, los que estamos convencidos de su inconstitucionalidad. Pero claro, sobre esto último, hay que señalar la perogrullada, aunque indiscutible, de que nada es inconstitucional hasta que lo diga el Tribunal Constitucional.

Pero sea lo que se diga al respecto, lo que sin duda ha provocado la Amnistía es un terremoto o corrimiento de tierras de cuyas dimensiones es todavía aventurado hacer pronósticos. Quizá en las inminentes elecciones europeas se atisbe sin duda, sus efectos en la valoración política que esta ley ha provocado en el electorado, aunque las elecciones vayan por otro camino, como es el europeo. 

Sin embargo, el efecto en la evaluación de quién ha impulsado la medida, esto es el Gobierno socialista, traerá consecuencias, no sabemos en qué cuantía, sobre su resultado electoral.

Se habla mucho por sus detractores de los males que traerá la amnistía y, por supuesto, de los bienes que sus defensores proclaman. Sin embargo, hay algo que está fuera de duda, la Amnistía es fruto de una necesidad electoral para conseguir y, en cierto modo, también mantener, el Gobierno. Lo reconoció el ministro Óscar Puente, que no suele tener pelos en la lengua, más bien lo contrario: “De no haberse necesitado los siete votos para la investidura no se habría planteado la Amnistía”. Y hasta el propio Pedro Sánchez lo dijo con una frase muy castellana “hacer de la necesidad virtud”. Más claro, agua.

En definitiva, la Amnistía es fruto de una necesidad y, naturalmente, tiene que vestirse con el ropaje argumentario que se quiera a la vez que proclamar sus benéficos efectos en una Cataluña más pacífica. Claro, también eso se ha conseguido con la condonación de miles de millones de deuda y transferencias largamente reclamadas como los rodalies o trenes de cercanías y otras concesiones no publicitadas. Sólo faltaba que no estuvieran más sosegados los siempre díscolos catalanes.

Sin embargo, y esto es lo más grave, ya están proclamando los líderes nacionalistas que la Amnistía es solo un primer paso, pues después vendrá el referéndum de autodeterminación hacia una Cataluña independiente de España, lo que son ya palabras mayores y del todo tipo incompatibles con nuestra Constitución y nuestro régimen democrático. Lo dijo recientemente Felipe Vl y lo dijo en el ya lejano 1984 su padre Juan Carlos I en Ciudad Rodrigo: “Las autonomías no se han creado para establecer nuevas fronteras en España”. Y recuerdo también que Gregorio Peces-Barba fue más allá en el Congreso de la Abogacía de Cádiz, “nos equivocamos cuando optamos por Cataluña en vez de por Portugal en época del Conde Duque de Olivares” y añadió algo que resultó escandaloso en boca de tan ilustre jurista y político “tuvimos que bombardear Barcelona en dos ocasiones, que no tengamos que hacerlo una tercera”. Yo, que estaba presente junto con numerosos congresistas puedo dar fe de ello al igual que de la irritación, justificada, de los abogados catalanes que abandonaron la sala y exigieron una rectificación a Peces-Barba que no se produjo.

No sé si los hechos actuales están dando la razón a mi admirado maestro Gregorio, pero camino van de ello. Ya tuvo que aplicarse el 'bombazo' constitucional del artículo 155. Esperemos que sean solo los de este tipo los que haya que utilizar.