Esta última semana el presidente serbio ha afirmado que vamos camino de la catástrofe, todo el mundo habla de guerra y nadie de paz. En unos tres o cuatro meses se puede iniciar una guerra mundial. En Israel parece claro que cuando se acabe el tema de Gaza se iniciará el tema en el Líbano. La retórica empeora cada día. Es extraño que nadie parezca que quiere impedir estos aires de guerra. Algunos pensarán que esto lo venimos leyendo desde hace años y al final nada de nada. Toca reflexionar. La OTAN que no Ucrania rechaza el plan de paz de Putin. Ver para creer.

Aquí en España cada día distinguimos menos entre la verdad mentira y la mentira verdad. El engaño es lo que impera en todos los órdenes ante la indefensión de la ciudadanía de toda la vida. España es el segundo país de la UE con mayor tasa de inmigración, en el primer trimestre de 2024 ya se han superado los 9 millones.

Mientras tanto las listas de espera crecen, el gasto en sanidad se dispara, y el nivel de vida o renta per cápita frente a la eurozona está más bajo que en 1995, vamos detrás de Bulgaria y Rumanía, pero no pasa nada. Son datos y tenemos un grave problema.

La deuda del Estado ha subido en 178.000 millones. No sabemos en que se gasta nuestro dinero mientras los impuestos suben y todo a nuestro alrededor se deteriora. Del futuro de los presupuestos del Estado no se sabe nada. La economía se hunde más de lo que crece.

España nunca fue un país ni machista, ni violento hasta hace unos años que sí lo es. Cataluña no debe dinero al gobierno sino a todos los españoles, incluyendo los catalanes. Los que nos administran no pueden renunciar al derecho de cobro del Estado pues aumenta la deuda neta de todos. Con la tarjeta de crédito de otros, todos los restaurantes son baratos. Si eres mil eurista y tus cinco compañeros de piso friegan los platos ya te sientes afortunado, y si alguno tiene aspiradora el rey del mambo.

Los constructores europeos de vehículos eléctricos ante la falta de ventas de sus productos van a volver a la fabricación de vehículos de combustión. La solución que se busca es poner un arancel de 38 por ciento a los de fabricación china, aunque resulta que algunos habían trasladado su producción a China. El pez que se muerde la cola. Al final es el mercado quién decide. Si un producto a pilas no interesa no se puede imponer. Tampoco es que importe el medioambiente sino el dinero. Los ciudadanos decidimos en función de nuestras necesidades. Mientras tanto nadie pone aranceles al tomate o pimiento marroquí, y en Castilla siguen cayéndose los tejados de la España vaciada sin que nadie lo remedie.

Hoy parece que sirve de poco defender el sentido común, la verdad y los valores tradicionales. Vivimos en los tiempos del avestruz o de la tortuga, tiempos del sálvese quién pueda. Cuántos más seamos a repartir la tarta menos comeremos. Hay que felicitar a los canarios y a tantos otros que han hecho posible con sus votos fuera del país vasco que el PNV tenga su escaño en Europa.